Sashel

S A S H E L

Mis abuelos en cada noche de primavera, antes de irme a dormir, me contaban la historia de Arcadis, y yo atentamente, la escuchaba mientras cenaba de sus postres caseros en la comodidad de su humilde hogar en medio de la nada:

“En lo profundo del bosque, habitando un pueblo antiquísimo que te hará dudar si la civilización realmente existe, se encuentran los verdaderos seres que no todos tienen la capacidad de visualizar, ya que su presencia significa permiso y protección. La única manera de averiguar y saciar tu curiosidad es encaminarte con una canasta llena de flores de colores, puedes decorar alguna carta o petición intentando suerte, postres caseros y proposición en aceptar todo lo que puedas ver y sobre todo, lo que pueda pasar. No es difícil dar un paseo recorriendo los alrededores del bosque hasta encontrar su profundidad, una profundidad que es protegida por criaturas que no puedes ver de día ni de noche, pero que sí puedes escuchar si prestas atención, mucha atención. No tengas miedo de lo sobrenatural que en Arcadis pronto vas a llegar. Puedes intentarlo cuántas veces quieras, recorrer el frondoso árbol, los pinos trillizos, las veintiún setas en círculo, los arbustos con bayas azules y por último, el río con el agua tan cristalina que puedes reflejarte en el mismo. Prosiguiendo, debes agacharte y dejar a un lado tuyo la canasta, pidiendo una oportunidad para demostrar que eres capaz de guardar el secreto de las criaturas, que eres el elegido, lo cual sellará el pacto cuando veas tu reflejo en el río y en algunos segundos logras escuchar algo detrás tuyo, debes voltear con lentitud, observando un tributo de flores hermosas y exóticas reunidas con la criatura dándote la bienvenida, celebrando que la persona que una vez apadrinaron, regresó para reclamar su presencia en Arcadis, su mundo. Aunque si ves tu reflejo, no escuchas nada y en cambio te encuentras con una piedra bruja en la orilla del río… Debes huir inmediatamente porque la noche está por venir y la noche significa huir.

Hay muchas criaturas habitando el enorme bosque, sin embargo, no todas son buenas. Especialmente las que salen cuando la noche cae, sin tener piedad irán por ti, por tu selección y una vez que te tienen en la mira, no te dejarán en paz hasta lograr apoderarse de ti, de tu magia selectiva con la que fuiste concebido, prometiendo un nuevo ciclo en las penumbras, en la oscuridad del bosque, en el lado oscuro de Arcadis. Porque todo lo bueno tiene algo de malo y lo invisible, pronto se reunirá para hacerse visible, al menos para que tú puedas verlos y si caes, será tu mayor bendición y perdición. Y eso es debido a que Arcadis llegó para quedarse, ya sea gobernado por la luz o la oscuridad."

Cada noche miraba por uno de los enormes ventanales de la casa el inmenso y oscuro bosque que teníamos al lado, parecías perderte en su infinidad de árboles grandísimos. Estaba prohibido salir de casa cuando el sol se ocultará, solamente el abuelo podía salir por leña, mientras la abuela preparaba la cena, yo imaginaba ese mundo mágico que me contaron y que ansiaba conocer. Sin embargo, me repitieron sinfín de veces que yo era especial, que los seres feéricos me habían elegido y que me protegían, porque yo era la luz en la oscuridad que combatían día con día.

Me enseñaban constantemente que si veía a esas criaturas que yo conocía como “hadas”, debía llamarlas “vecinas o seres feéricos”, así como lo que no debía hacer, como darles las gracias, decir mi nombre completo, bailar con ellas porque el tiempo pasaba diferente. No aceptar sus regalos ni comida, porque harían lo imposible por hacerme parte de su reino mágico.

Recuerdo que las dibujaba como creía que eran, seres bellos, angelicales, personas pequeñas, amables y brillantes, mientras comía galletas en el jardín, cerca del huerto de mis abuelos. Mi infancia fue muy feliz, llena de amor, comida casera, picnics, caminatas por la naturaleza, lavar la ropa en el río y tenderla al aire libre, respirar el aire puro, coleccionar piedras, recolectar flores y frutos, haciéndole honor a mi nombre: Alhelí Olek. Siendo ridículo que recogía en mi cesta montones de alhelís amarillos, haciendo coronas de flores que le daba a mis abuelos y que mi abuela, a su vez aprovechaba para peinar mi largo y lacio cabello negro, el cual trenzaba y decoraba con las flores que sobraban… Aún lo recuerdo con ternura y melancolía.

Asimismo, hay un recuerdo borroso que tengo de todas esas historias y leyendas folklóricas celtas, tengo presente en mi corazón a Sashel Yves, mi amigo quien era un ser feérico. Lo atraje al seguir las indicaciones del cuento de Arcadis, apareciendo acostado al lado del río, rodeado de flores de colores, pareciendo despertar de un profundo sueño. Tenía el cabello blanco, la piel pálida, era larguísimo y su cuerpo era delgado, el cual cubría con ropa hecha de hojas. Tenía las orejas puntiagudas, una sonrisa radiante la cual me ofreció al despertarse, una personalidad inocente, juguetona, amistosa y aventurera aunque torpe, que combinaba con su alma pura. Corríamos por los alrededores del bosque, jugábamos en la cascada en el agua helada, nos columpiábamos en un viejo columpio de madera, tomábamos el té, metíamos nuestros pies en el frío río y apilabámos piedras las cuales decía que eran de la suerte. Una vez me enseñó lo que era una piedra bruja, con la cual podía ver cosas fuera de mi mundo, solía pasarme a su lado desde el amanecer hasta el atardecer y cada noche, me acompañaba a casa.

Él no entraba, regresaba a su hogar en un círculo de setas, las cuales abrían el portal a su reino, entrando por una gran puerta cubierta de flores, un frondoso árbol y unas escaleras que llegaban a su tierra. Por eso yo nunca debía pararme en medio de ellas. Tenía tanta curiosidad de ir a su mundo, porque me narraba que era lo más parecido a nosotros lo que llamamos “El jardín del Edén”, el paraíso de día, sin embargo, de noche, podría parecer el mismísimo infierno.



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En el texto hay: hadas, hada y magia, romance fantástico

Editado: 03.02.2025

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