Saturn [# 1 Cerises] Nueva Version

• 05 - San Valentín y los sentimientos ¿un negocio? •

El amor es la condición en que la felicidad de otra persona es esencial para la tuya propia.

Robert A. Heinlein

 

14 de febrero 2014

Chicago, Illinois, EE. UU.

 

El día del amor, de los novios, de los enamorados… el día de San Valentín.

Según lo que algunas fuentes expresan, refiere a una conmemoración a las buenas obras realizadas por San Valentín de Roma, mismas que son relacionadas al universal concepto del amor y la afectividad.

Nadie va a negar que es una conmemoración bastante romántica, pero ¿por qué el amor terminó por ser celebrado un solo día? ¿desde cuándo el expresar el amor, es cosa de una festividad? ¿en qué momento el disfrutar todo un día con la pareja, tiene que ver con una celebración?

¿Cuándo los sentimientos se convirtieron en un negocio?

Seamos sinceros, es un día en donde se celebra el amor y los negocios entran en auge, llenando sus productos y espacios comerciales con todo tipo de corazones y representaciones de angelitos que flechan a las parejas.

Tal vez suene cruel, pero de cierto modo es realidad, San Valentín, más allá de celebrar el amor, celebra actualmente el hecho de que la gente gasta montones de dinero para adquirir obsequios que según “expresan lo mucho que aman a su pareja”. Bien, tal vez de alguna forma lo haga, sin embargo, ¿dónde ha quedado la tradición de decir te amo desde el corazón? ¿dónde ha quedado el lindo gesto de compartir con la pareja una plática profunda? ¿Realmente ahora el amor se basa en, qué tanto me regalas?

La gran ciudad de Chicago, conocida por ser la más grande del estado de Illinois y la tercera más poblada de todo Estados Unidos. Una ciudad que en estos momentos es cuna de cientos de parejas recorriendo sus calles, celebrando el amor y adquiriendo miles de obsequios y costosas comidas.

En el Millennium Park, frente a la simbólica escultura Cloud Gate, Lorena presencia como cada pareja de enamorados toma fotografías expresando el amor hacía el contrario. Ella sonreía, sí, lo hacía porque podía imaginar a la perfección aquella historia que su madre solía narrar para ella cada que el Día de San Valentín se hacía presente.

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14 de febrero 1992

— Papá y yo en ocasiones celebrábamos el día de San Valentín con un viaje a la ciudad de Chicago, pero no porque quisiéramos gastar una inmensidad, sino porque ahí fue donde nos conocimos, ahí fue donde nos vimos por primera vez.

Lorena veía a su madre con ojos brillosos, prestando toda su atención a lo que decía, era fascinante para ella escuchar como sus padres se comenzaron a amar.

— No íbamos a restaurantes o comprábamos obsequios caros como algunas amistades solían hacerlo, simplemente recorríamos la ciudad, disfrutando de lo más hermoso que ofrecíamos a diario, la calidez creada entre ambos — la mujer pelirroja continuó relatando para su pequeña hija —. Recuerdo perfectamente como fue la primera vez que lo vi, chocamos al ir distraídos admirando el Cloud Gate y solo fue cuestión de una mirada para sentir que yo era su hogar y él era el mío.

La pequeña desde esa edad decidió que quería algo así, ver a alguien a los ojos y encontrar lo que sus padres, un hogar, uno donde el refugio encontrado se tornara perpetuo sin importar espacio o tiempo.

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Suspiró ante el recuerdo, quería encontrar eso que su madre y su padre hallaron, un amor real, consiente y eterno.

— Buenas noches, señorita Williams — saludó la recepcionista cuando la vio ingresar al pequeño hotel.

— Buenas noches — correspondió el saludo con tono amable y cálido.

Lorena estaba por dirigirse a las escaleras para ir a su habitación, pero su andar fue interrumpido por lo que pronunció la recepcionista:

— Le ha llegado correspondencia y hemos dejado algunas cosas que nos pidieron colocáramos en su habitación.

— ¿Quién? — preguntó la pelirroja, claramente sorprendida.

— No dijo nombre, solo que se lo hiciéramos llegar todo.

— Oh bueno.

No podía terminar de creerlo, por un momento pensó que aquellos detalles anónimos habían cesado sus apariciones, pero claramente se equivocó.

Recibió el sobre que le ofrecía la mujer y finalmente se encaminó a su habitación. Una vez en esta, se encontró con algo realmente inesperado; cientos de girasoles adornaban el espacio y en el centro de la cama, yacía un divino traje sastre aperlado, junto a unas zapatillas deportivas que eran el toque juvenil, permitiendo un match perfecto con el atuendo.

Algo en su pecho se aceleró, no sabía cómo los detalles de un desconocido podían ponerla de tal formal, ¿cómo es que alguien sabe tanto de ella? Debería tener miedo de la situación, pero por alguna desconocida razón, su mente y todo en ella, no le permitía sentir tal sensación de desconfianza.




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