Saturn [# 1 Cerises] Nueva Version

• 22 - Una leyenda árabe dice... •

Una leyenda árabe dice:

Dos amigos viajaban por el desierto y en un punto del viaje discutieron. Uno acabó dando al otro una fuerte bofetada. El ofendido, sin decir nada, se agachó y escribió con sus dedos en la arena “hoy mi mejor amigo me ha dado una fuerte bofetada”. Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo y evitó que perdiese la vida. Al recuperarse del posible ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras en una enorme piedra, al acabar se podía leer: “hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida”.

 Intrigado, su amigo le preguntó:

— ¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora escribes en una roca?

Sonriente, el otro respondió:

— Cuando un gran amigo nos ofende debemos escribir la ofensa en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargarán de borrarla y de apagarla. En cambio, cuando un gran amigo nos ayuda o nos pasa algo grandioso, es preciso grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de ninguna parte del mundo podrá borrarlo.

                                          ∞                  

16 de julio 2015

Nueva York, EE. UU

17 días para la boda

 

La operación estaba siendo más complicada de lo que esperaba, el sudor que corría por su frente era removido con una gasa por la enfermera auxiliar.

Nicholas sentía los nervios a flor de piel, como cada vez que algo en el quirófano no salía como lo habían planeado.

— Pinza de clan recta — pidió, extendiendo su mano a la enfermera a un lado suyo —. Succión — ordenó después.

Cinco horas eran las planeadas para el procedimiento, una cirugía de corazón abierto, que Nicholas, siendo el mejor cardiólogo de Nueva York, tenía que lograr, sin embargo, esas cinco horas se convirtieron en seis, luego en siete… ocho… al final, se empezó a sentir eterno.

— Los niveles del paciente están muy por debajo de lo normal, doctor — avisó el anestesiólogo.

— Tenemos que lograrlo, tenemos que lograrlo... — era la constante frase de Nicholas, mientras continuaba concentrado.

Pero como en ocasiones dicen, lo que tenga que pasar, pasará, así nos veamos reacios a aceptarlo.

— Tranquilo, doctor Wright, los antecedentes y la edad del paciente, nos daban poca probabilidad que resistiera a la cirugía. Su fallecimiento era un escenario augurado — habló uno de los hombres de su equipo.

Había perdido al paciente, su compañero tenía razón, pero él quería lograrlo, quería que sobreviviera.

Nicholas asintió y solo pronunció en voz algo baja —. Marquen la hora de la muerte dieciocho horas con cuarenta minutos.

Después de eso, salió del quirófano. Venía lo más difícil, dar la noticia a los familiares, pero había aprendido a lidiar con ello.

Se enfrentó a lo que ya conocía, llantos, gritos, abrazos familiares, aquello que, aunque un médico no quisiera, le dolía ver, pues deseaban poder salvar todas las vidas que pasaban por sus manos.

Dejó a las enfermeras encargarse de los trámites correspondientes junto a los familiares del paciente y con una última mirada se dirigió a su consultorio.

Reposaba en el sillón del gran espacio blanco. Habían pasado al menos tres horas desde lo sucedido en el quirófano, así que decidió descansar un momento, aprovechando que no tenía más citas para atender.

La puerta fue abierta por su mejor amigo y colega del hospital, Jonathan Cooper.

— ¡Oh!, si estás aquí.

— ¿Qué necesitas, Jonathan? — preguntó Nicholas dejando su brazo sobre sus ojos.

— Bueno, lo que pasa es que me llamó tu padre, preguntando si te había visto, según me dijo, Olivia a estado marcándote, pero no tuvo éxito de que contestaras.

Nicholas se levantó y caminó a su escritorio.

— No he prendido el móvil desde la operación — le comentó a su amigo.

Lo encendió y vio los registros de llamadas, realmente había olvidado que tenía que ver a Olivia para una comida con sus padres.

— Iré a casa.

— ¿Estás bien? — preguntó con preocupación Jonathan.

— Si, solo ya sabes, agotado por la cirugía, pero lo que me suele agobiar es perder un paciente.

Jonathan asintió comprensivo y lo dejó irse.

Cuando llegó a su departamento se encontró con Olivia y sus padres, los cuales lo veían con cierto reproche, bueno, todos menos su padre.

— Buenas noches — saludó, cansado.

— ¿Buenas noches? Nicholas, nos dejaste a tus padres y a mi botados con la comida.

— Oli, no quiero discutir, tuve un día pésimo, solo quiero descansar, ¿sí? Lo siento de verdad.




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