Saturn [# 1 Cerises] Nueva Version

• 23 - Tu felicidad, es mi felicidad •

Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz.

George Sand

 

02 de agosto 2015

Washington D. C., EE. UU.

 

El avión de Lorena aterrizó en Washington a primera hora de la mañana, era un día hermoso, las nubes eran escasas, el ambiente cálido y el azul del cielo se podía apreciar sin problema.

— Buenos días, señorita Williams — saludó el chofer a su disposición, mientras le abría caballerosamente la puerta del vehículo.

— Buenos días, Richard, es un gusto volver a verte — Lorena respondió el saludo con una sonrisa.

— Igualmente, señorita, siempre es grato contar con su presencia.

El trayecto de la pista al hotel transcurrió en total silencio, con Lorena perdida en sus pensamientos y en su intento de mentalizarse para ser fuerte, necesitaba serlo, era el día más feliz de la vida de Nicholas y, por lo tanto, ella no debía de derramar ni una sola lágrima.

El plan se veía imposible, ya que, a la cuestión de la boda, se le añadía el peso del recuerdo de que, el día anterior, se había cumplido un año del fallecimiento de Sophie.

Realmente era algo complicado de soportar.

— Hemos llegado, señorita — avisó el hombre al cabo de unos minutos, para seguido descender del vehículo y rodearlo, abrió la puerta del lado de Lorena y esta descendió agradeciendo con una sonrisa.

— Muchas gracias, nos vemos a medio día, Richard.

— Por supuesto, señorita, estaré puntual — asintió con la cabeza y volvió al interior del vehículo.

— Bienvenida, señorita Williams — saludó el hombre en la puerta del hotel, abriendo esta para dejar paso a Lorena.

— Buen día, muchas gracias.

Entró al hotel, solicitó la llave de su habitación, abordó el elevador al piso correspondiente y finalmente, ingresó a la habitación.

Debía descansar.

Nicholas ingresó a su habitación en la gran mansión, aquella en donde hace años no había estado.

— Recuerda que debes estar listo antes que la novia, hijo, no puedes verla hasta que lleguemos a la iglesia — informó su madre quien ingresaba detrás de él, luciendo muy emocionada.

— Está bien, mamá — respondió el con algo de simpleza.  

La mujer sonrió y besó la mejilla de su hijo para después retirarse a la habitación con su esposo.

Nicholas suspiró y dejó su pequeña maleta y el traje que traía en la mano, sobre la cama. Estaba feliz, por fin se casaría con la mujer que amaba.

Con el más grande amor de su vida.

Recorrió el espacio donde se encontraba y se detuvo en la mesa de noche, con lentitud, tomó el portarretratos que ahí se encontraba. La imagen de una Lorena de dieciocho años y un Nicholas de diecinueve se mostraba ante su mirada, Lorena sobre su espalda y Nicholas sosteniéndola a la vez que sonreían en grande para la foto.  

Recordaba a la perfección aquel día, ambos habían sido aceptados en la Universidad de Nueva York y empezaban una de las mejores aventuras.

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30 de septiembre 2003

Nueva York, EE. UU.

Ambos se miraron por unos segundos hasta que, con suma coordinación, expresaron las grandes noticias.

— ¡Me aceptaron! — vociferaron al unísono.

Se abrazaron fuertemente, mientras la nana de Lorena y los padres de Nicholas los observaban con sonrisas marcadas en sus rostros.

— Dios no lo puedo creer — murmuró Nicholas aun abrazando a Lorena —. Gracias a ti, estaré en la carrera de mis sueños.  

— No agradezcas, solo apoyé a que tus sueños se hagan realidad.

— Te amo, cerecita — se separó del abrazo y beso con ternura la frente de Lorena.

— Yo más, Nick — respondió Lorena en un suspiro.

Y entre felicitaciones y buenos deseos, el resto de los presentes abrazaron a los nuevos universitarios.

— ¡Al fin seremos universitarios!

Lorena rio subiendo a la espalda de Nick y en ese momento, la madre de este, con su móvil capturó el momento en que ambos se sonreían felices por su logro.

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Un sentimiento de nostalgia invadió al pelinegro por el recuerdo, en ese momento empezaba a desear el compartir ese día junto a Lorena como lo habían prometido cuando eran unos niños.

Pero nada podía hacer, la había perdonado, pero no podía invitarla, no quería dañar la felicidad de su futura esposa.

No, el problema no era su esposa, el problema era que Nicholas había “perdonado”, pero seguía aferrado a una parte de su ira y rencor, así como a la supuesta verdad, Nicholas aún no entendía con exactitud el significado del perdón.




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