Los errores, son lecciones de sabiduría.
Sivananda.
24 de octubre 2015
Paris, Francia
La noche parisina recibió el avión que consigo traía desde tierras neoyorquinas a todas las personas importantes para Lorena — bueno, a casi todas —, aquellos que compartirían su felicidad, uno de los momentos más soñados para ella.
La aeronave abrió la puerta por donde dichas personas descenderían, Hanna, Amelia, Thomas, Alviria, uno por uno aparecía ante la brillante mirada de la pelirroja, misma que los saludaba con efusividad, pero que a su vez se paraba en las puntas de sus pies, queriendo visualizar si aquella persona que tanto anhelaba ver hacía acto de presencia.
Luca solo la observaba y esperaba que Nicholas no le rompiera de nuevo el corazón, él sabía que el que Nicholas fuera a la boda, era algo que anhelaba Lorena con todas sus fuerzas.
Por un momento, el corazón de Lorena se cubrió de esperanza al ver al padre de su mejor amigo descender del avión, pero esta misma se desvaneció al instante, al darse cuenta de que los pilotos y azafatas eran los siguientes en abandonar el interior del avión.
Soltó un suspiro de aceptación a la situación y subió la mirada. Tyler Wright la veía con completa culpa reflejada en los ojos, como si él realmente fuese el culpable de las decisiones de su hijo. Pero vamos, el corazón de Lorena no le permitía culpar y mucho menos odiar a alguien.
Ella, con el tiempo, había aprendido de todo lo vivido.
— Me alegra verlo de nuevo — lo abrazó, tratando de tranquilizar al hombre, regalándole también una de sus mejores sonrisas.
— Yo… — el hombre mayor la miró a los ojos —. Lamento que no viniera, yo pensé que…
— Hey — lo interrumpió, viéndolo con cariño —. No hay problema, lo entiendo, de verdad lo hago, esté tranquilo.
— Es que, yo no quiero que lo odies — la voz del hombre se quebró —. Han sido amigos tanto tiempo y no quiero pensar en la posibilidad de que tú puedas guardarle algún tipo de rencor.
— Basta, jamás lo podré odiar, así que borre esas ideas de su cabeza y venga, que le voy a presentar al afortunado — le dijo, divertida a la vez que le guiñaba un ojo.
Logró que el mayor sonriera un poco, pero en el fondo, aquel hombre pensaba en el gran corazón que Lorena poseía y en que ese poco de culpa que sentía al no haber convencido a su hijo de ir, no iba a ser algo fácil de ignorar.
Se acercaron a Luca, quien esperaba a su prometida cerca del vehículo que los llevaría a casa y él, cuando la vio llegar, le sonrío con auténtico amor, algo que no pasó desapercibido para el abogado Wright.
— Cariño, mira, te presento a Tyler Wright, el padre de Nick — mencionó Lorena a su prometido, tomándolo de la mano y viendo ambos al abogado.
— Un gusto conocerlo, señor Wright — Luca estiró su mano con formalidad.
— Igualmente, doctor Cornell — el abogado recibió el saludo cortésmente.
— Mi ángel me ha hablado de usted y bueno, como no conocer a uno de los mejores abogados a nivel mundial. Me alegro de que podrá acompañarnos el día de mañana — Luca tomó a Lorena por la cintura y besó su cabello con cariño.
— Yo soy el que agradece el ser parte de un día tan especial; Lore es hija de los que fueron y serán siempre mis mejores amigos, ella sabe que la aprecio y quiero mucho. Es como otra hija para mí.
Lorena mira con cariño al hombre. Para ella, que recordaran a su padre y a su madre con tanto amor, era algo que la ponía feliz.
— Yo quiero disculparme también conti… — comenzaba a decir el abogado ahora a Luca, el cual lo interrumpió antes de que siguiera con las disculpas.
— No siga disculpándose, señor Wright, Lore y yo entendemos que no hayan podido venir sus demás familiares, pero sé que mi ángel los lleva en el corazón, ¿cierto mi amor? — le preguntó a su prometida.
— Así es — contestó, segura.
— Gracias. En verdad gracias.
Definitivamente, ese par era especial.
— Nada que agradecer — lo cierto es que, Luca, por su parte, presentía que Nicholas había elegido a su esposa sobre su mejor amiga. Trataba de entenderlo, pero solo podía pensar en que, si tan solo su colega no fuera tan indeciso, su amistad con Lorena ya hubiese vuelto a ser lo que era antes.
Y solo pedía que el tiempo, a Nicholas no le jugara en contra.
— Bueno, ¿qué les parece si nos vamos a la casa y seguimos con la plática? — propuso, Lorena.
Todos asintieron. Ascendieron a los vehículos para finalmente dejar la pista privada y tomar su camino al lugar donde se alojarían.
∞
Al cabo de unos minutos, llegaron finalmente a la mansión perteneciente a la familia Cornell.
Lorena pidió al personal, de forma amable, que las pertenencias de sus invitados fueran conducidas a las habitaciones correspondientes y mientras eso sucedía, la pelirroja, cordialmente los invitó a tomar algo en el gran salón.