Todavía no se ha descubierto la brújula para navegar en la alta mar del matrimonio.
Heinrich Heine.
25 de octubre 2015
Paris, Francia
Matrimonio… ¿Cómo se define realmente lo que es el matrimonio?
Vamos que, el matrimonio con todas sus formas no deja un concepto en concreto para otorgarle.
Si vemos una pareja felizmente casada consideraríamos que el matrimonio es unirse a aquella persona que amas y que te hace feliz. Aunque podríamos pensar en lo dicho por Jane Austen: “La felicidad en el matrimonio depende enteramente de la suerte.”
Si vemos un matrimonio donde alguna de las dos partes es infiel, probablemente nos inclinemos a lo dicho por Alejandro Dumas: “El matrimonio es una cadena tan pesada que para llevarla hace falta ser dos, y a menudo tres.”
En fin, muchas, muchas cosas se han dicho, se dicen y se dirán sobre lo que es el matrimonio. Porque podríamos decir que como en todo o en casi todo, la definición de algo surgirá conforme al contexto en que se desarrolle. Si alguien nos puede dar un contexto del matrimonio, serian aquellos que han vivido tal experiencia, sin embargo, aun así, las definiciones tendrían diversas variantes, pues las obtenemos con base al tipo de la rutina vivida.
Yo, como un ser humano inexperto más de esta vida, lo único que he oído como exacto, son la física y las matemáticas.
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Una hermosa mañana en Paris.
La maravillosa alborada otoñal hacia acto de presencia, dejando una espléndida vista de la glamurosa ciudad; el cielo, atractivamente azul con algunos destellos aloques y lilas, con estratos de nubes blancas, anunciando que pronto el sol surgiría para iluminar el suelo de las calles parisinas, dejando ver la alfombra formada por las hojas desprendidas de los árboles, debido a la época del año.
El viento soplaba de forma tranquila, presagiando un día lleno de tranquilidad y felicidad.
En una de las habitaciones de la mansión Cornell, dos cuerpos se encontraban abrazados, con sus respiraciones tranquilas, señal del sueño ameno que los envolvía. Cualquiera que tuviera el placer de presenciar tal escena, concordaría con el decir que aquella imagen era una perfecta representación del amor.
Luca envolvía de forma firme, pero al mismo tiempo delicada, la cintura de Lorena, mientras esta última descansaba su cabeza sobre el pecho de su prometido y pasaba un brazo por su abdomen. Indudablemente, la pareja gritaba amor, pero más allá de eso, dejaban ver lo que era que una persona se sintiera como el lugar seguro de otra.
Y efectivamente, eso es lo que sentía Lorena cuando se encontraba en los brazos de Luca, para ella, era su lugar seguro, como si al estar en los cálidos y grandes brazos del hombre, todo lo malo no pudiera alcanzarla, como si la tristeza no tuviera ni un poco de oportunidad de golpearla, ahí, en ese sitio, parecía que el miedo y el dolor tenían final.
¿Por qué de eso también trata el amor no? De sentirte seguro, en completa confianza con la persona que está a tu lado.
…
Pero al otro lado de la puerta, separada de aquella bonita escena, se encontraba caminando de puntitas, una traviesa Hanna, a la cual un día antes se le encomendó la tarea de despertar a los novios y posterior a ello, llevarse a la novia al cuarto donde comenzaría a arreglarse.
Un pequeño error de asignación de tareas.
Pero siempre hay alguien que salva el día, pues Amelia observaba a Hanna desde una esquina, escondida, y aunque intentaba no reírse, en su rostro se formó una sonrisa grande, viendo como Hanna se asomaba un poco a la habitación y se preparaba para el “ataque”. Pero…
— Ni un paso más, traviesa. Quédate ahí —susurró/gritó Amelia, reprendiendo a su novia mientras salía de su escondite, provocando que Hanna detuviera su paso de golpe.
— ¡Ash! No es justo, ella si logró sacarme un susto de muerte la última vez que estuvimos de vacaciones y tú no me dejas vengarme — refunfuñó la castaña, mientras se cruzaba de brazos, ganándose una mirada de ternura por parte de su novia, la cual caminó hacia ella y le regaló un beso en el leve puchero que había formado en la boca.
— Si, mi amor, pero no era el día de tu boda, así que, por favor, deja que Lore llegue al altar sin haber sufrido de un infarto — rio la rubia, contagiando a Hanna.
— A veces creo que quieres más a Lore que a mí — bromeó y dio una vuelta dramática.
Tocó la puerta y esperó hasta que un semi - agitado adelante se escuchó. Hanna ingresó luego del permiso y le sonrió a la pareja con picardía.
— Supongo que estabas muy a gusto comiéndote la boca de mi amiga, que, si me preguntas, sí, siempre se ve sumamente apetecible — comenzó a incomodarlos de forma divertida.
— ¡Hanna, por dios! — Lorena se cubrió su sonrojado rostro con ambas manos.
— ¿Qué? — preguntó con fingida inocencia, la castaña —. Es la verdad, lástima que prefiera los hermosos labios de mi novia, sino, definitivamente te robaría — se recostó entre su amiga y Luca, quienes al estar sentados bajaron la mirada para fijar su vista en ella —. También sé que puede que prefieran quedarse aquí a hacer cochinadas, mismas que yo podría hacer con mi novia, pero se me ha encomendado la ardua tarea de llevar a la futura señora Cornell, al lugar donde quedará más hermosa de lo que ya es, así que… — se levantó de la cama —. ¡Andando, que el tiempo es oro! — gritó.