La muerte como final de tiempo que se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado a vivir.
Viktor Frankl
02 de enero 2016
Nueva York, EE. UU.
¿Será que llegará el día en que podemos hablar de la muerte de forma tan natural como lo hacemos de la vida?
Siendo sinceros, la respuesta es un rotundo NO.
No seremos capaces, porque nos da miedo, porque para muchos, el día de la muerte es algo que no vale la pena vivir, pero lo cierto es que es un día que como los demás, vale la pena… porque a la vida le da sentido la misma muerte.
Por qué no en lugar de pensar que aquella persona nos abandonó, no pensamos que ahora ya no sufre, que a donde sea que ahora ha ido, en aquel lugar del que no tenemos pruebas, no hay dolor, no hay lágrimas, sino solo plenitud.
Y es que si, lo más difícil es aceptar por completo que hemos perdido algo que era importante en nuestra vida.
E insisto… ¿Duele perder a alguien? Claro que lo hace, es parte del proceso, si no viviéramos el dolor de la perdida: ¿cómo nos volveríamos los seres llenos de fortaleza en los que precisamente ese dolor nos convierte?
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Reconocida mundialmente por ser la ciudad más grande de Estados Unidos, por su gran número de habitantes y por su sonada referencia como ‘la gran manzana’ (obtenida durante los años 20); la majestuosa ciudad de Nueva York, ubicada sobre la costa noreste del país, le daba paso a una fría tarde más.
POV. Nicholas Wright
Whalen & Ball Funeral Home
Como médico, aprender a lidiar con la muerte es inevitable. No fue algo que aprendí en la facultad de medicina, sino que lo aprendí por experiencia propia, en las guardias, donde presencié la muerte de varios pacientes. Esta experiencia me ayudó a conocer la muerte y a ser fuerte ante ella.
Mi carrera me enseñó a lidiar con el dolor de los demás y de sus familias tras una pérdida. Sin embargo, nunca me enseñaron cómo enfrentar y ser fuerte ante su muerte.
Afrontar la muerte de alguien a quien se ama es algo completamente diferente.
Perdí a mis abuelos cuando era joven, pero en ese momento no comprendía plenamente el dolor. Desde entonces, no había experimentado una pérdida significativa, hasta ahora...
— Tenemos que entrar, hijo — escucho a mi padre susurrar mientras deja un ligero apretón en mi hombro derecho en señal de apoyo.
— Si… solo, necesito un momento — dije tratando de soportar el nudo que se había formado en mi garganta.
Ante mis ojos se alzaba el imponente edificio en tonos beige, como si la vista del lugar pudiera aliviar el dolor de quienes venían a despedirse.
Con pasos pesados, comencé a ingresar al establecimiento; el aroma de las flores invadió mis sentidos y el sentimiento de tristeza fue un peso casi imposible en mis hombros. Mientras me dirigía a mi objetivo iba presenciando a todos aquellos que asistieron, podía ver de todo, gente que no lloraba, pero tenía el pesar en la mirada y otros que se veían que asistían por el respeto y admiración que le tenían.
Otros, como Hanna, Alviria, Thomas y la hija de este, en la mirada, reflejaban que habían llorado lo suficiente, pero que, al verlos, era como si a su alrededor se plantara la oscuridad del dolor de vivir la perdida de Lorena, quien siempre fue como una hija para Thomas, una amiga y hermana para Hanna, y el ejemplo a seguir de Amelia.
Y por último estaba yo, que no sabía en que grupo de todos los que podía ver, me clasificaba; en este momento era como si no fuera nada, como si fuera un simple robot que por inercia realizaba los movimientos.
Me encontraba justo enfrente del féretro, con la mirada perdida, decidiéndome si acercarme por completo o no y salí de mis pensamientos cuando una voz a mi lado me hizo sobresaltar.
Hanna.
No podría describir su mirada, era la mirada más triste que jamás había visto, en el poco tiempo que llevo aquí y desde que la conozco.
— ¿Por qué no supe…? — no fui capaz de formular la pregunta en su totalidad.
— Ella… — Hanna volvió su mirada al féretro y se acercó a la parte superior, en una invitación silenciosa a acercarme también, algo que tarde en hacer, pero que finalmente hice —. Desde el día que regresamos del congreso comenzó con fatiga, siempre me dijo que la doctora le había dicho que solo era falta de vitaminas y eso me hizo creer hasta que un día tomó valor y me contó la verdad, justo cuando volvió luego de lo de la muerte de Sophie — yo la escuchaba con atención, sin tener el valor como ella de tocar la caja que se encontraba completamente cerrada —. ¿Recuerdas que nos reunimos en su departamento? — asiento levemente —. Pues antes de que tu llegaras me contó y cuando ocurrió lo de… tú sabes, me habló de la verdadera gravedad, pero…