Savannah Taram

Capitulo II

Bailamos solo esa canción porque la rubia oxigenada falsa se metió en medio de nosotros dos y se robó a Stefano descaradamente.

Cuando iba a volver a sentarme, Vicky me llamo para irnos, al parecer la torta la cantarían otro día ya que tienen la costumbre de cantarla al amanecer; es decir nadie puede irse a dormir temprano. No volví a ver a Stefano solo,pero cuando ya iba de salida me giré para con la mirada encontrarle y si indudablemente estaba demasiado ocupado, una chica castaña estaba demasiado concentrada en sus labios.

¡Auch tiene novia!

Eso era algo que debería haberme esperado, no es como que un chico así, con esa cara y ese cuerpo pueda permanecer mucho tiempo en la soltería.

Cuando por fin me dejaron en la casa, me tire en el sofá.

¿Qué carajos me pasa?

No entiendo que me pasa, porque estoy pensando en esos ojos dorados como si no hubiera nada más en que pensar. Y lo que es peor porque me dolió ver a la castaña besarlo.

"No Savannah no me perderás el paso" esas palabras resuenan en mi cabeza, como si fuera una canción de esas que no te gustan pero que te la has aprendido y no puedes sacarla de tu cabeza o de tu sistema "Confía en mi"

No recuerdo cuando me quede dormida.

El sonido de la alarma me despertó. Intento quitar toda mi pereza mientras me quedo viendo el reloj de mi mesita de noche el cual marca las 6 am, intento dormir unos segundos, pero luego recuerdo que debo estar a las 8 am en la casa de ancianos visitando a la señora Gloria, una viejecita que se me ha metido en los huesos desde el primer momento en que entablamos conversación.

La primera vez que la vi llevaba un sombrero campesino con una cinta azul celeste y girasoles como parte de una muy improvisada decoración, sus cabellos blancos no se notaban, lo que si pude visualizar fue unos inmensos ojos turquesas, que parecían tener aun el vigor de sus años dorados, esos ojos no podían opacarse con las arrugas o con las pecas descoloridas, esos ojos de doña Gloria parecen un bosque encantado que te atraen a ella y que te roban el corazón, llenándolo de pura ternura. Aproximadamente unos dos años, cuando hice servicio comunitario en ese lugar y la conocí, una señora muy dulce quien se encuentra sola casi siempre y que solo para navidad un hijo de tres que tiene viene a verla, ya que todos están fuera del país. Tiene a veces días buenos y otros no tan buenos.  

Me preparo un café bien cargado de esos que te despiertan o te despiertan, desayuno unas tostadas con mantequilla y corro hacia la parada de autobuses.

Al cabo de media hora de estar parada como una planta sin que pase ningún medio de transporte en este punto me iría hasta en caballo felizmente. Cuando ya casi mis esperanzas desfallecen, aparece un bus de color azul con demasiada gente, pero no tengo más opciones, me lanzo de una. No entiendo como alguien puede escuchar vallenato a las siete y media de la mañana, es más debería existir una lista para que músicas escuchar de mañana y cuáles no. Si existiera esa lista el vallenato estaría en las que no.

Al cabo de media hora me quedo en la parada y camino dos cuadras más, hasta llegar a la vieja casa de la cultura la cual fue modificada y ajustada como asilo para ancianos. Saludo al portero el señor Pedro y me dirijo a buscar a Gloria, la encuentro en un banquito en las afueras observando un araguaney que es lo único que parece tener vida en ese pequeño patio trasero, ya que los banquillos de cemento están siendo consumidos por el mojo.

—¡Buenos días señora Gloria! —la saludo mientras le abrazo con suavidad, sus ojos alumbran el lugar casi como el Araguaney.

—¡Mi niña hermosa! —saluda la viejecita Gloria apretujándome mucho más, casi hasta romper mi columna vertebral.

—¿Cómo ha estado? —le pregunto mientras la veo acomodarse los mechones blancos de sus cabellos que ahora solo le quedan pequeños reflejos de lo azabaches que fueron.

—Mi niña… —sonríe pícaramente y sé que está teniendo un buen día —.  ¿Vieja no me ves?

—¡Vieja! Si yo la veo como de 15 años —le sonrió con cariño, de verdad le quiero.

—Ni tu Sabanita, ni tú te ves de quince, que zalamera muchachita —me regaña bromeando.

—La edad es mental —contra resto mientras me siento a su lado.

—Así es Savannah la edad es mental, pero hay edades y dolores que te lo hacen olvidar —asegura mientras vuelve a perderse entre las hojas amarillentas de ese gran árbol que destellaba luz en ese lugar.

—¿Que lee? —pregunto con suavidad al observar que tiene un libro de una cubierta borgoña dentro de sus manos huesudas y arrugadas que jamás le había visto.

—La biblia mi niña ¿Quieres leerme algo?

Me lo pidió con una tristeza que no logre comprender, parecía que el buen día había llegado a su fin.

—Por supuesto señora Gloria —asegure—. Pero antes quiero que vea lo que le he traído, no es la gran cosa, pero espero que le guste.  

—¡Gracias Savannah cuanta falta me hacía! —señalo los hilos de tejer —. Prometo hacerte un estuche para una de esas cosas que tu usas.

—Tablet señora Gloria Tablet —le sonrio feliz de verla sonreír —. ¿Ahora que le leo?

—Salmo 16 mi niña, ese es el que me gusta —dijo señalándome el lugar donde estaba.

Cuando se acabó el tiempo de visita me dirigí de nuevo a casa de papa, comencé hacer el aseo y a reacomodar cosas que no eran necesarias acomodar, solo para perder el tiempo, los días más difíciles de vivir sola son los días muertos, los festivos y los fines de semana, si no tienes un plan, el quedarte todo el día en un lugar en completa soledad puede ser deprimente inclusive para alguien que ame la lectura como lo hago yo. Decido llamar a papa, para ver si logro comunicarme con él, pero es imposible, le dejo un mensaje con Rebecca su asistente y sé que ni siquiera se lo dará.

Cuando he terminado todo lo que era posible reorganizar en esta casa solitaria, decido que es hora de leer algo, estoy empezando a leer Las travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa por enésima vez, excelente contexto político, pero indudablemente lo mejor son las aventuras de la terrible niña mala, escucho entonces mi teléfono que comienza a romper el silencio con la voz de Adam Lavigne, memorias. En la pantalla plasmada aparece la cara de Victoria con una gran sonrisa. Deslizo y escucho un bochinche del otro lado.




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