Saving Contract

I. El villano.

Serían alrededor de las 6:00 de la mañana cuando despertó. Anteriormente, habría gritado de genuino miedo al despertar. Ahora, lo hacía con más discreción, a sabiendas que no por ello los sirvientes de la casa dejarían de verlo con cautela. Aún con esas, se dejó hacer por las sirvientas, quienes le quitaron la ropa para apoyarlo con el baño.

Evitaba verse en el espejo, pero en tanto percibió su propia silueta en el objeto instintivamente volvía a hacer el chequeo que llevaba realizando desde el primer día.

Ojos verdes, cabello rojo brillante, como si se tratara de un tinte de fantasía. Pecas que ocupaban gran parte de su cuerpo, el cual estaba cuidadosamente torneado, producto de un esfuerzo físico que, aunque en su vida anterior solía entrenar, jamás había sido al punto de conseguir un cuerpo como ese.

Y ese era el detalle.

Ese no era su cuerpo. Ella no era él.

Realmente Tara Andersen había muerto, y había hecho un pacto con un demonio que la había insertado en ese mundo ficticio.

-Joven maestro… - Alzó la vista en tanto la voz titubeante de una mucama le llamó. - El señor va a entrar.

Asintió con un suspiro de hartazgo. Aquel hombre, por lo que sabía, no era de los que llamaban a la puerta y esperaban el permiso para ingresar. Tara hundió la cabeza bajo el agua de la bañera. Bladimir Ivanov; el padrastro de Axel, era una persona dura, según lo que recordaba del personaje en su vida anterior. Más nunca pensó qué tanto lo era, su hermana nunca se lo explicó a detalle, y ahora lamentaba tener que vivirlo en carne propia para comprenderlo.

-Levántate - El cuerpo que habitaba no era suyo, pero suponía que la memoria muscular seguía ahí, con el estremecimiento que tales palabras le invadieron. De cualquier forma, ella se levantó con un deje desinteresado en su expresión, que permaneció imperturbable cuando el adulto le tomó el mentón. - Parece que ya dejaste de decir esas estupideces.

-Me disculpo, padre - Tampoco terminaba de acostumbrarse al tono de voz masculino que salía de su boca. Ceder, era algo que había aprendido por la fuerza desde su primer día en ese mundo, cuando despertó por primera vez en esa cama hecha un mar de llanto buscando una vía de escape. Y reforzó el resto de los días, cuando, sin importar los medios, seguía despertando y apareciendo ahí. - No sé qué fue lo que ocurrió, pero no volverá a pasar.

No había escapatoria.

Sólo quedaba como un payaso dentro de ese lugar.

Y en la familia a la que Axel pertenecía, ser un payaso no era algo aceptable.

Su orgullo se vio afectado cuando inconscientemente un quejido salió de sus labios y su ceño se arrugó al sentir el agarre del hombre apretarse más. - Eso espero. No tienes idea lo difícil que es asegurarse que ni un sólo graznido salga de estas paredes. Vuelves a faltar a la escuela y comenzarán a sospechar. Vas a ir a la academia hoy, me entero que algo como lo de ayer vuelve a ocurrir y la próxima reprimenda no será tan amable.

Llevó una mano a la del adulto que sostenía su mentón, reprimió entonces un grito al sentir un dolor agudo atravesar su espina dorsal. Tara no recordaba que Amber le hubiese contado de tales castigos cuando leyó la novela en la que estaba ahora, pero creía haber escuchado por ahí que los poderes de Bladimir consistían en transmitir sensaciones a voluntad por medio de telequinesis.

Cuando éste lo soltó cayó de espaldas a la bañera, siendo auxiliado por las sirvientas.

-Ya sabes qué hacer entonces, sé alguien competente para variar.

Su pecho subía y bajaba producto de la frustración acumulada. “¡Joven maestro! ¿puede levantarse?” Asintió torpemente a las preguntas de las mucamas.

-Sí… continúen… - Ver sus gestos contrariados por su reacción le causó curiosidad. Mientras se dejaba hacer por ellas, comprendía por qué Axel se había convertido en un villano en la historia, y también porqué la gente dedicaba post inmensos donde explicaban por qué como personaje merecía un arco de redención.

Suponía que el Axel original después de tal humillación habría contestado tajante a las chicas que le servían y a los trabajadores en general. Que sus actos, como los que recibía, eran igual de mezquinos o hasta despectivos. Sin embargo, ellas estaban aparentemente preocupadas por él. Al salir de la bañera, los mozos procuraban vendar y atender las heridas de los castigos que aquel cuerpo ya había recibido con anterioridad. Cosa que agradecía infinitamente.

The Hunter, la novela en la que había reencarnado, era una historia de fantasía. Y ella había accedido a entrar ahí.

¿Por qué? Ya ni siquiera podía recordar la razón. Pero ahora estaba muerta, y todo lo que sabía era eso.

Hizo acopio de las cosas que conocía de ahí. Todas las personas poderosas tenían poderes y habilidades maravillosas con las que nacían, o se podían valer de sus conocimientos y tratos espirituales que les brindaran ese apoyo extra. Axel era el hijo mayor en la familia, y era parte de éste segundo grupo, por lo que se consideraba para su familia una vergüenza al no nacer con dichas habilidades.

Para cualquiera de ambas posibilidades, existían academias especializadas en el desarrollo de las dos vertientes. Iba a una de las más prestigiosas.

-Yo puedo hacer esto… - Balbuceó, terminando de abotonar la camisa que le habían puesto. Se acomodó también el saco y la corbata. Bajo toda esa tela el resto de moretones y cicatrices tampoco se podían apreciar. “Le llamaré al chofer para que esté listo” Le habían dicho antes de dejarla de nuevo sola en la habitación.

De cualquier forma se aseguró que no hubiera nadie más cuando habló. - Parece que el día de hoy iré a la escuela. - Volteó a todos lados, al no recibir respuesta. Estaba considerando repetir el comentario cuando, por toda contestación, la voz del espíritu acompañante de Axel sonó en su cabeza, retumbando entre sus pensamientos.




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