Saving Contract

II. El protagonista

La academia Westbrook, uno de los institutos nacionalmente reconocidos según aquel mundo, era también un internado. Detalle que en el caso de la familia Ivanov no aplicaba por las… influencias de Bladimir y su familia.

Veía con cierta envidia a los estudiantes, quienes seguramente desde hacía días ya estaban instalados en sus dormitorios y que probablemente sentían de igual forma envidia por él. Lo que le causaba gracia, si se lo preguntaban, no era ningún privilegio tener que volver a esa casa en ningún momento.

Las clases en su primer día eran bastante banales. No fue sino hasta que, en "Historia de la hechicería" vio entrar a un grupo de estudiantes empujando a otro chico, que sintió su corazón detenerse por un instante.

El halo del protagonista, ¿sería algo visible para sus compañeros o solamente para él? Abel Girard estaba ahí entre un grupo de personas de su edad, con un aura que iluminaba todo a su paso que resultaba irreal. Aún con esas, los demás le hablaban de manera despectiva, ignorando tal apariencia.

—¡Hey! — Reprimió su sorpresa en tanto un muchacho de cabello oscuro dejó caer su mano pesadamente en su espalda. Junto a la sorpresa, reprimió cualquier gesto que mostrara su dolor debido al golpe. —¿Se puede saber dónde estabas?

Parpadeó un par de veces, tratando de recordar si Amber le había mencionado algo de ese chico. Estatura considerable, cabello negro, nula expresión en el rostro que no fuera malhumor o burla—¿Ian? — Se aventuró, recordando muy vagamente el nombre del mejor amigo de Axel. Al notar la falta de reacción del otro por el llamado supo que estaba en lo correcto. Amber le había hablado de él, pensaba que, aunque se trataba de un personaje que, de hecho, murió a manos de Axel, nunca tuvo en realidad mucho peso en la historia. Ése pensamiento le perturbó, por lo que se apresuró a continuar — Tuve un… contratiempo con mi familia. Lo importante es que ya estoy aquí.

—¿Estás bien? – Sintió curiosidad por la pregunta, notando el repentino cuidado que el contrario mostró en seguida al apartar su mano de su espalda. ¿Qué tanto sabría él? De cualquier manera, agradeció que entonces apareciera el profesor de la clase, dando comienzo a esta. No tenía ánimos de hablar al respecto.

Asintió distraídamente, fingiendo prestar toda su atención al tema que desconocía por completo.

Historia de la hechicería, debía ser un tema de relleno sin una sola pizca de interés por parte del autor de la novela. Conceptos complejos y una línea temporal que desconocía eran los temas de la clase de turno, aún así, ahí estaba ella, pretendiendo ser el estudiante más intrigado con tal no tomar protagonismo innecesario.

Sus ojos sin querer se fijaron en el pupitre a un par de lugares de él. No entendía cómo, pero el docente no era capaz de notar los hechizos que eran pronunciados por sus alumnos para hostigar a otro de ellos.

A unos pasos de él, Abel Girard apretaba los labios, pretendiendo no reaccionar a las bromas de sus compañeros. Cuando uno de ellos prendió fuego al saco del protagonista, este dio un salto fuera de su lugar, buscando cómo apagarlo.

—Joven Girard, ¿es que no puede mantenerse nunca quieto? –La voz del aburrido profesor de pronto se volvió severa. – ¿lo molesto con que salga del salón?

Axel tragó saliva por lo tenso del escenario, Abel era un chico de 16 años, con el cabello rubio cenizo y expresión tímida que ahora parecía más bien alarmada y pálida en el momento que pronunció una disculpa.

—Sólo siéntate y no vuelvas a interrumpir. — Lo vio asentir varias veces antes de obedecer. Todos los demás lo veían y reían en voz baja, por lo que no era de extrañarse que el adolescente los volteara a ver al sentarse.

Él se esperaba aquello, sí, pero no pudo evitar sorprenderse en tanto esos ojos amatistas chocaron con los propios, ¿pensaba que había sido él quien lo hizo? 

De cualquier manera le sostuvo la mirada. A su alrededor todos reían por el saco chamuscado, él se mantuvo imperturbable.

Daba igual si lo acusaban de una travesura que no hizo. Las acciones de su personaje no distaban mucho de todas formas.

El timbre sonó dando la indicación que había que moverse a la siguiente clase, cosa que algunos alumnos y el mismo profesor hicieron. Se levantó, sintiendo el estómago revolverse en tanto Ian tomó de los hombros al rubio. —¿Todo bien Abel? ¿No se te quemó el culo de casualidad?

Todos los que quedaban en el salón rompieron en carcajadas. Y no necesitaba evocar sus recuerdos para entender que se trataban del séquito de bravucones, aquellos que eran liderados por él.

Abel intentó apartarse de un empujón. A diferencia de la mayoría en la academia, sus poderes aún no aparecían gracias al sello que había en su interior, lo que lo había convertido en una presa fácil para ellos de molestar. Al no tener éxito, sólo fue cuestión que Ian le soltara un golpe en el estómago para regresarlo a su pupitre, dejándolo sin aire. –oye, oye, ¿a dónde vas? Lo siento, sólo pretendía mantenerte atento a la clase, no seas mal agradecido. ¿Tú qué piensas, Axel?

La mirada burlesca y expectante de todos se volvió de pronto en su dirección. Todos, menos de Abel, quien parecía tragarse su propia dignidad tal y como Tara tuvo que hacerlo en la mañana de ese mismo día.




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