Saving Contract

VII. El secreto

-¿Qué estás escuchando? - El niñito, que ahora sabía, se llamaba Sean, estaba tumbado a lo largo de la alfombra en su cuarto, pintando algo en un libro de colorear. Axel no comprendía la razón, pero en lo que iba de los últimos días, éste se le había pegado como una lapa. No le molestaba, después de todo, Tara solía hacerlo mucho con Amber cuando eran más pequeñas y viceversa.

Él, por su lado, repasaba los temas para un examen. - Madness in Radio Station - Contestó. - ¿Por qué? ¿Te gusta lo que escuchas?

El niño arrugó la nariz - Sólo escucho gritos - Opinó. - ¿No hay nada más que puedas poner? - Desde el escritorio, Sean oyó la risa de Axel por toda contestación.

-Un amigo me la recomendó.

-¿El hijo de la señora Cassidy?

-¿Ian? - Vio al niño encogerse de hombros, sintió de pronto curiosidad por ello. - No, otro amigo de la escuela, se llama Abel… - Terminó de resaltar un párrafo. Al mencionarlo, decidió tomar un lápiz, luego de observar la última nota de Abel, escribió.

“Ya escuché la canción”.

Puso el cuaderno a un lado, como si se tratara de un teléfono celular o algo por el estilo. Al no recibir una respuesta de inmediato como en ocasiones anteriores, fue que cayó en cuenta. No estaban en horario de clase, ¿qué le garantizaba que el rubio siquiera tendría un cuaderno o una hoja de papel a su lado? A lo que era más, ¿por qué había sentido que tendría que avisarle tan pronto pasó?

Curiosamente, luego de un rato, en el cuaderno ya estaba la letra impecable y pequeña de Abel.

“¿Y qué tal?”

Empezó a garabatear su respuesta, cayendo en lo que estaba poniendo, se apresuró a corregirse antes de que lo notara “Mi amigo dice que son puros gritos. Lo que yo secundo, pero me gustó. Ya decía yo” No podía poner “hermano” o “compañero de cuarto” Porque uno, Axel era el único que no se quedaba Westbrook y por la hora ya había pasado el toque de queda en la academia. Dos, si ponía que tenía un compañero de cuarto, Abel se daría cuenta que “I” era hombre. Amigo quedaría más ambiguo, o al menos eso pensó en ese instante.

Abel ni siquiera se lo había pensado tanto, intrigado por eso último.

“¿Mm? ¿Qué decías tú?”

“Es que esa canción es como, muy tú. Me dabas esas vibras de que escuchabas algo así”.

“¿Algo como qué?”

“Algo como, de niño gótico reprimido” Una risita se escapó de sus labios al escribirlo. Imaginaba al otro leyendo aquello, seguramente daría un respingo de indignación. O no sabía, nunca podía verle la cara cuando se escribían.

Cuando acordó, su “hermano menor” estaba a un lado de él, mirándolo con lo que parecía curiosidad, burla e intriga. Quien dio un respingo esta vez fue él. - ¿Qué? - Atinó a decir.

Sean pareció dudar, pero quiso saber - ¿Qué hacías?

Axel titubeó de igual forma, antes de decidirse por decir la verdad. Cubriendo la respuesta de Abel para evitar seguir siendo espiado, explicó - Es un hechizo, lo usas para platicar con alguien por cartas. - Al ver la curiosidad creciendo en esos ojos cafés, tomó la mano del niño, entregándole un lápiz. - Mira, anota algo aquí.

Sean lo vio sorprendido, pero obedeció, escribiendo su nombre en una hoja que el otro le entregó. Axel observó cada pliegue de la letra ordenada y cursiva del menor, pasando sus dedos por la letra, escribió sobre su libro.

Sean se come los mocos cuando nadie lo ve”. Otra risita salió de sus labios cuando el menor se ruborizó de indignación, antes de gritar un - ¡Por supuesto que no! - por instinto. Al caer en la cuenta de lo que pasó, el niño vio las palabras que habían aparecido sobre la hoja que él tenía, añadió - ¿Es un hechizo de los que les enseñan en tu escuela?

Asintió, empujando la hoja hacia el menor, lo instó - Escribe algo.

El niño parecía no entender, cuando escribió sobre la hoja. “A Axel se le zafó un tornillo” Pareció creer que no era suficiente, por lo que se apresuró a añadir “Y no se baña”.

- ¡Completamente fuera de lugar! - Por muy indignado que quisiera sonar, se estaba riendo de muy buena gana, mostrándole al menor que su oración había aparecido en su libro. Las cejas tupidas de Sean se arquearon.

- ¿Se puede borrar? - Quiso saber. A lo que su hermano asintió.

-Siempre y cuando no lo hayas escrito con tinta, entonces voy a necesitar un corrector para borrarlo - Admitió - Sólo lo puedes hacer si conoces la caligrafía de la otra persona, de otra manera, la carta no sabrá a quién llegar.

Sean frunció el ceño, Axel pensó que se trataba solamente del niño tratando de comprender el hechizo, pero en su lugar, le preguntó. - ¿Por qué estás siendo tan amable?

Lo había tomado desprevenido, pero creía saber a lo que se refería. Se encogió de hombros, pensando en su respuesta. - Bueno, nunca habíamos hablado realmente. ¿Qué te hace pensar que no era así desde siempre?

Sean negó con la cabeza. - Pensé que nos odiabas - Admitió, avergonzado - Stephan dice que te diviertes rompiendo cosas y golpeando a las personas. Los sirvientes que no están autorizados para entrar a tu cuarto no se atreven a acercarse a ti. Padre dice que… - Se quedó callado al reconocer lo que estaba a punto de decir. El mayor no había dejado de ponerle atención desde que empezó a hablar.

Axel dijo con cuidado. - Bueno, ¿y tú qué piensas? - No podía negar o corregir las ideas que tendrían los demás, llevaban una vida conociendo a la versión original. Incluso él estaba obligado a seguir algunas de esas actitudes después de todo. Viendo una oportunidad para indagar más, esperó a que el niño respondiera.

Casi como si tuviera que empujar las palabras fuera de sus labios, el niño contestó - No niegas lo que te dicen, si estás cerca de Stephan o de mí nos gritas o nos ignoras, lo mismo con los sirvientes, pero…

- ¿Pero? - Axel ladeó la cabeza, intrigado. El niño desvió la mirada.




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