Sin ningún tipo de control, me derriba de espaldas en la cama y cubre mi cuerpo con su característica rudeza.
Gimo, flexionándome, lo acojo, enredando las piernas en torno a su cintura. Lo añoro... No puedo evitar un sonoro suspiro de emoción cuando toma mi boca con un ronco gruñido. Sé que está dolorosamente hambriento. Me reclama con calor, deseo y el instinto de posesión que perdimos...
Yo me entrego a él con la misma codicia. Hace demasiado tiempo que no siento su piel caliente pegada a la mía, sus manos recorriendo con impaciencia cada curva de mi cuerpo... Como ahora. Su aliento es delicioso, me hechiza. Lo amo y me duele tanto como antes.
—Dime que tú tampoco has podido dejar que te tocara otro. Dime que no has podido olvidarte de mí —suplico, mordiendo y succionando su lengua—. Dímelo, Jungkook.
Me silencia, devorándome los labios. Sus besos son húmedos y me abruma; los recuerdos son nítidos, veo en él la misma entrega de siempre. Efusivo y con necesidad de mí. Lo beso y degusto su dulce sabor, no hay tregua. Maldigo la distancia que impuse entre los dos.
—Jungkook... te he echado de menos, mucho... Demasiado.
Se descontrola, no sé si son mis palabras, pero se vuelve ansioso y deja el dominio a un lado. Mueve las caderas y me busca, golpea contra mí. Fuerte y rudo. Quiero más y él empieza a ser consciente de que se está dejando llevar y ruge:
—Maldito seas, ¡maldito!
Tiemblo y gimoteo cuando su mano derecha se precipita, desenfrenada, hacia abajo, para irrumpir entre nuestros cuerpos. Y en cuanto palpa mi intimidad... su propiedad, a través de la delicada tela, grito. Se detiene y busca la conexión de nuestras miradas. Compungido, enloquecido.
—Por favor, no —ruego, moviéndome, friccionándome contra sus dedos—. No pares, no, por favor. Jungkook, necesito sentirte.
Su mirada es extraña, vislumbro una emoción oculta que no me permite descifrar.
—Estás duro —murmura ausente—. Mucho, para mí.
Asiento, sin interpretar su reacción.
—¿Por mí? —Se lleva la mano al pecho, ¿le duele?—. ¿O porque te toque un hombre?
—No he querido que lo hiciera otro, recuérdalo.
—Cállate, ni lo menciones.
Su respuesta me desconcierta, tiene la piel de gallina y sus ojos chispean. A mí el corazón me va a mil.
—Jimin. —Nos miramos, tragamos saliva—. He echado en falta esta sensación, he extrañado tu pasión —susurra vulnerable—. He extrañado lo que sólo tú eras capaz de hacer conmigo.
«Y yo, Jeon... y yo.»
—¿«Era», Jungkook? —Me duele su desconfianza y fuerzo la situación, buscando una salida del laberinto donde estamos perdidos. Intento desabrocharle la camisa, pero estamos tan pegados al otro que es imposible. La electricidad entre nosotros quema, arde y yo me muero por sentirlo. Lo necesito demasiado, necesito que me demuestre que en cierto modo hay mucho aún—. ¿Hablas en pasado?
Mi frase no le gusta y se queda pensativo, tanto que, delirante, lo atraigo hacia mí. No permitiéndole escapar, deseándolo con una fuerza portentosa.
—¿Lo preguntas, Jimin?
—Por favor...
Aparta la mano y presiona su virilidad hinchada, grande y dura contra mí. Grito hasta la locura, me siento perdido y suplico más. Con decisión, me sujeta la cara para que lo mire... Se lo ve ofuscado y salvaje. Continúa con la fricción sin dejar de gruñir en cada movimiento. Todos ellos duros, muy duros. Balbuceo excitado, mientras él me maldice.
—¡¿Lo preguntas?! ¡Habla!
Sé que su furia es por desearme, su rabia por no poder controlar ese deseo. Yo sonrío coqueto, jadeando de placer. Al saberme triunfante, mete la mano debajo de mi camisón... ay, ay... y me pellizca el pezón, me lo retuerce, sin apartar los ojos de mi semblante. Jadea, está fuera de sí... ambos queremos más.
—¿Me sigues queriendo? —Se queda paralizado, enfriando el caldeado ambiente. Me deja vacío al apartarse de mí sin dejar de mirarme. Ya no me toca, aunque sé que se muere por hacerlo—. No te vayas...
—No puedo —se lamenta contenido—. Lo siento.
¡No! El deseo arde entre nosotros, pero no soporto verlo marchar de nuevo, con este tira y afloja... No me importa no disfrutar de él con besos y caricias... pero quiero tenerlo a mi lado.
—Háblame de ti, Jungkook —suplico, agitado y desesperado, aferrándolo por la camisa—. No te alejes, aunque no me toques... Cuéntame de ti, necesito saber.
Hace amago de irse, pero tras meditarlo, no se mueve. Percibo su confusión, quizá por vernos juntos tras la larga ausencia.
«Jungkook ha cambiado.»
—Ya sabes qué sucedió cuando te fuiste... —dice, ocultando sus sentimientos. Una máscara de hielo lo cubre tras lo compartido segundos antes. Odio esto, que lo tórrido se evapore sin más—. Me puse en tratamiento, lo hice por ti. No fue fácil y pudiste comprobarlo, pero con tu apoyo todo era soportable. El ánimo que me daba tenerte a diario. Eras mi consuelo y con la esperanza de superar nuestro bache... de recuperar nuestra relación, cumplí mi promesa. Pero mi objetivo era que te sintieras orgulloso de mí.
Revivo aquellos días con mucha amargura, días en los que yo mismo creía que volvería.
—Jungkook...
—Ya sé que me dirás que lo olvide. Pero ya no más perdón —me interrumpe y sé que está dolido; sin embargo, se protege con su coraza—. Llegó el día en que me dijiste que ibas a darme más tiempo... Fue una semana tan demoledora que creí no superarlo y entonces Eunha me dice que no vas a volver. No podía creerlo... Te llamé, pero no respondías. Dejé la terapia y, con Scott, me fui a buscarte sin dar contigo.
—Lo siento... ¡Lo siento!
Las palabras salen apresuradas de su boca, como si fuera un veneno del que necesita liberarse. Atropelladas, dolidas:
—Dos semanas, Jimin, dos y entendí que debía odiarte. —Mira al suelo, no me da la cara y yo le cedo su espacio. Es atroz desde su punto de vista y yo siento un aguijonazo en el pecho—. Porque yo te amaba y tú me estabas borrando de tu vida sin darme ninguna oportunidad, sin querer verme, y el siguiente mes transcurrió tan lleno de dolor, que no quiero recordarlo... Y tras dos semanas más durante las cuales comienzo a asimilarlo, me llamas. Pero no, ya no podía ser. Entregarme de nuevo era caer y sufrir otro abandono... no.