Lo aborrezco... El asco que me produce es inmediato al ver la maldad que destila en cada repulsiva palabra. No sé cuál será mi expresión, pero Jungkook me mira sin saber descifrarla, según deduzco por su cejo fruncido. Tengo ganas de gritar, pero me callo hasta saber si de una maldita vez le para los pies.
—¿Lo recuerdas o no? —lo pincha Alan.
—Alan, ¿qué pretendes? —pregunta él, horrorizado—. ¿A qué viene esto?
—Me prometiste que te acompañaría en el próximo viaje que hicieras fuera de Málaga y Denis me ha dicho que se marchan dentro de unos días.
Jungkook permanece frío, reflexivo. Yo estoy a punto de estallar como un volcán en erupción, se me comen los celos. Me desgarra el alma la intimidad que disfrutó con Alan, y al que Alan acaba de aludir... No puedo más de este silencio, mis pies se desplazan de un lado a otro y, para empujarlo a reaccionar, le toco el hombro.
—¿Lo vas a llevar? —pregunto con frialdad. Me repele abordar este tema—: Si llevas a este idiota contigo, luego puedes quedarte con él. No voy a tolerar nada más. Piénsalo bien, Jungkook, o te advierto que me pierdes para siempre.
—No lo escuches, Jungkook. Te manipula —interviene Alan con hipocresía, mientras él guarda silencio—. Me tienes a mí, sabes que puedo darte todo lo que quieras. Aquella vez no pudo ser, pero estoy dispuesto a cambiar por ti. Jimin volverá a dejarte, lo sabes.
Mi respiración se altera, Jungkook me mira, intuyendo la repugnancia que debo de estar sintiendo. Cierra los puños y sus ojos parecen estar reprochando algo. ¿A mí o a Alan?
—Después de esto, creo que sólo hay una pregunta —digo sin recular—. Alan o yo. Elige, Jungkook, no hay marcha atrás.
Parece sumido en un trance del que no se despierta, con la mirada fija en mí, pendiente de mis movimientos. Yo me voy alterando con su mutismo y no comprendo nada.
—Si lo piensa es porque no lo tiene claro —se burla Alan—. Haces bien, Jungkook. Te dejará de nuevo y sabes que yo jamás lo haría. Te he sido fiel siempre y nunca te he decepcionado. Quédate conmigo, te necesito y tú a alguien como yo, que te cuide y te mime, que te adore como mereces.
Flaqueo y, aunque me duele, dudo si tirar la toalla. Sin embargo, Jungkook se aproxima y me toca la mejilla con delicadeza, recorre mi piel blanca. Veo su tormento, su inquietud, y entonces dice dubitativo:
—¿Cómo me pude equivocar tanto? —Parece una reflexión para sí mismo... Reprimo el llanto —. Lo siento mucho, Jimin. Te odié, te culpé y te destrocé..., pero estás aquí, mirándome de frente, aun con Alan en mi vida. Sabes por qué fui egoísta contigo. Creía que era una buena persona, pero hoy ha descubierto su verdadero rostro y pese a todo, mírate, no te has ido.
Suspiro cabizbajo. Debilitado por tanta lucha e, indignado, pregunto:
—Dime tú qué hago ahora. ¿Me callo o hago lo que realmente haría tu chico de servicio? ¿Qué, Jungkook? —Y añado murmurando—: No puedo seguir así.
—Haz que él vuelva —implora, acariciándome el contorno de los labios—. No te reconozco.
—¡Jungkook no lo...!
El grito de Alan es silenciado por mi bofetón. Me desafía y da un paso al frente; yo doy otro.
Casi nos rozamos, rabiosos los dos, demostrando nuestro carácter y enemistad frente a Jungkook. Éste se acerca a mi lado, pero yo niego. Es cosa mía.
—No me asustas, Alan. Eres peor que una serpiente, arrastrándote. —Me río altivo, prepotente igual que él—. Vamos, márchate y déjalo en paz. ¡Es mi marido!
—Que me lo pida él —me vacila, frotándose la mejilla enrojecida—. Yo también sabía chupársela...
Lo zarandeo de tal manera que se calla de golpe. Sin dejar que se recupere de su sorpresa, lo arrojo al suelo y me siento sobre él. Forcejeo con Jungkook, que quiere apartarme, pero no se lo permito; esta batalla es mía... este maldito no se me escapa. Sé que está impresionado pero no me importa nada. Soy un salvaje, como aquella vez... ¡Jungkook es mío!
—¡Maldito seas! —grito con impotencia. Alan levanta la mano que yo le bajo con un golpe—. ¡Nunca te volverá a tocar, nunca! ¡No vales nada! ¡Arrastrado!
Jungkook me arranca de encima de él. Veo que le he hecho sangre en el labio y me quedo anonadado. He perdido los papeles. ¿En esto es en lo que quiero convertirme? Alan llora y Jungkook intenta calmarme:
—Tranquilo, tranquilo. —Me masajea los hombros y todo da vueltas en mi cabeza, repleta de información sucia—. Déjame a mí, por favor.
La puerta se abre con estruendo y nuestras familias al completo llenan el despacho. Nos contemplan horrorizados, asustados quizá... Yo miro la fingida angustia de Alan y cierro los ojos. No quiero ver a nadie, mis instintos se han vuelto asesinos.
—Vete, Alan —dice Jungkook—, vete ahora mismo.
Él niega con la cabeza, sin dar crédito.
—Tu maldito doble juego ha terminado —insiste él—, no quiero volver a verte.
—Pero...
—Pero ¡nada! Les voy a decir una cosa a todos los que están aquí: si alguien vuelve a meterse en mi vida, o en la de mi esposo, lo lamentará. Quiero respeto para él y si no lo hay, pueden olvidarse de mí.
Me flaquean las piernas, su mano me sujeta y se encara a todos sin dudarlo:
—Lo he visto llorar, arrepentirse, ser otro al que no reconozco. Se acabó. Si pretenden ayudarme aplastandolo a él, hacen muy mal. Porque lo que le hacen a Jimin me duele más que el propio daño que se me haga a mí mismo. —Señala a Alan—. Me parece mentira la perversidad que has demostrado hace un rato. Sabes perfectamente que lo que has visto al entrar jamás lo viví contigo. Tú mismo has cavado tu propia tumba. Te quiero fuera de esta casa y si alguien —mira a Eunha— se atreve a decir lo contrario, seré yo quien se marche.
No hay respuesta. Jungkook me da la mano y nos vamos a su habitación. Una vez dentro, me cruzo de brazos. Quiero más y no me lo da.
—Perdóname, he sido un idiota. —Intenta besarme la frente, pero yo lo esquivo—. No me hagas esto. No me rechaces.