El primer día de su marcha amanezco fatal. Demacrado y ojeroso. Los párpados me pesan y siento un hondo pesar al saber que los abriré y él no estará.
Su promesa de pasar la noche juntos se ha desvanecido... Aun así, con el teléfono en la mano, espero noticias suyas que no llegan.
Se ha ido.
El segundo día las cosas no mejoran. Antes de que salga hacia mi primer día de empleo, Jin me confirma que Scott le ha explicado que Jungkook se quedó con Alan la noche del sábado en el hospital...
Me ha vencido y estoy decidido a romper cualquier conexión con él. Ya no jugará más conmigo, Jungkook no sabe lo que quiere y, aunque me destroce hacerlo, es tiempo de retomar mi vida.
El tercer día me visita Karen y, a pesar de que le prohíbo hablarme de Jungkook, confiesa que no sabe dónde o con quién está. Sí sabe que está bien... y le pido que no le cuente nada de mí.
Me refugio en el trabajo, en los compañeros, que me han acogido mejor de lo que esperaba.
El cuarto día salgo a comer con mis amigos Thomas y Suga, que me apoyan y cuidan. Por la noche ceno con Javier, Tania y Sam, compañeros de trabajo... Me resulta extraño salir con personas a las que sólo conozco de un par de días; sin embargo, su amistosa actitud me anima.
El quinto día mis fuerzas flaquean y estoy a punto de llamarlo para saber qué es de él... Pero lo pienso mejor y me niego a rebajarme.
Lo añoro... Lo amo. No supero su partida.
El sexto día, con la cantidad de trabajo que tengo, estoy olvidado del mundo. Javier me enseña lo que tengo que hacer y me asesora. Me gusta trabajar, me siento útil. Y al volver a casa, leo y reflexiono... Otra vez me duele sentirme tan solo. Me planteo volver a Nueva York, lejos de los que me hacen daño.
El séptimo día, me quedo en casa. Jin viene con Jazz y Scott se atreve a llamarme. Me habla con voz rota, ¿qué le están haciendo?
—Pequeño —susurra—, lo siento.
—¿El qué? ¿¡Qué está sucediendo!?
—Mi comportamiento. No es fácil y... —Me parece oír que llora, y yo con él—. Pensaba que era lo mejor.
—¿¡Quién, Scott!? —grito impotente—. ¿¡Quién es la maldita que te aleja de mí!?
—Te quiero.
No dice nada más...
Y mientras los días van pasando, algo en mí se trastoca. Mis despertares no son buenos, no sé qué me ocurre. Estoy decaído, cansado. En el trabajo me siento perezoso, aunque no lo demuestro... Karen, William y Jin se preocupan al verme tan pálido.
Me voy, he de hacerlo. Es duro plantearme empezar de nuevo, pero Jungkook no me deja otra opción.
La luz del nuevo día baña mi cuerpo. Cierro los ojos y trato de dormir un poco más. Aún tengo sueño y apenas me sostengo en pie. Fantasear es lo único que ansío.
—¿Quieres jugar? —pregunto tumbado en el suelo de nuestra habitación del hotel.
Jungkook asiente y se echa a mi lado, tan divertido como yo. Cojo un plátano, la fruta que me voy a comer y él me lo pasa por la boca. Yo me relamo los labios y doy el primer bocado en la punta.
Sus ojos brillan lujuriosos por mis pervertidos juegos. Pero quiero más y paseo la pieza por mi cuerpo, gimo cuando él hace el mismo recorrido con la lengua, llevándose mi sabor. Me arqueo y un dedo entra en mí...
—Oh... Jungkook. —Me retuerzo, disfruto—. Me lo das todo... todo...
—Siempre será así, bebé. —Va de un pezón al otro—. Te amo, hermoso, sabes que te quiero más que a nada en el mundo. Que fue, es y siempre será así.
Palabras de amor... Echo de menos su forma de amarme, de demostrármelo. ¿Dónde ha quedado todo eso? ¿Por qué no pudimos recuperarnos?
Abro los ojos volviendo a la puta realidad. No estamos de viaje ni Jungkook está a mi lado. Han pasado tres semanas desde que se fue y no lo llevo bien. Me hago el fuerte, he de serlo.
Me incorporo de golpe y un leve mareo me paraliza. Me toco la frente para ver si tengo fiebre; al contrario, estoy helado. Cojo el móvil y miro la hora.
—¡Joder!
No pueden ser las dos de la tarde, ¡llevo desde las diez de la noche durmiendo! Es imposible.
Llaman a la puerta y recuerdo mi cita con Thomas. Pues estoy yo bien para comer con nadie. Qué calor y qué bochorno. De camino a la sala, cojo el mando para poner el aire acondicionado y se enciende la música.
«Estupendo.»
Me tambaleo, olvidándome de la música y abro.
—¿Jiminie? —Se pasma ante mi aspecto—. ¿Te sientes bien?
—Sí, pasa. —Sonrío al invitarlo—. Se me ha hecho tarde...
—No te preocupes, llamamos para pedir unas pizzas y ya está.
—Bueno, voy a vestirme y asearme un poco —me disculpo—, ahora vuelvo.
—¿Música?
Me encojo de hombros y al cerrar la puerta del baño, mis tímpanos vibran al oír la melodía. Es una tortura y, mientras me enjabono, pienso en Jungkook. Lo recuerdo, mientras suena Il Divo.
🎵No me abandones así, hablando sólo de ti, ven y devuélveme al fin la sonrisa que se fue. Una vez más, tocar tu piel y hondo suspirar, recuperemos lo que se ha perdido.🎵
Me cepillo los dientes, que tengo apretados por la maldita canción. Me pongo un pijama de verano. Estoy flojo y ahora, además, melancólico.
🎵Regresa a mí, quiéreme otra vez, borra el dolor que al irte me dio cuando te separaste de mí, dime que sí, yo no quiero llorar, regresa a mí... Qué angustia, qué opresión en el pecho. Qué dolor. Extraño el amor que se fue, extraño la dicha también, quiero que vuelvas a mí y me vuelvas a querer. No puedo más si tú no estás, tienes que llegar, mi vida se apaga sin ti a mi lado...🎵
Voy deprisa hacia la sala y cojo el mando con inquietud y apago la música. Odio esta tristeza.
—Ya estoy aquí. —Me siento junto a Thomas y lo miro con una sonrisa forzada—. Es una pena que Suga no haya podido venir esta semana.
—Sí, hoy trabajaba en la cafetería.
Hago zapping distraído.
—¿Sabes algo de él? —me pregunta Thomas.
—No, nada... —respondo esquivo—. Por cierto, Sam, mi compañero de trabajo está encantado contigo.... quiere conocerte.