Mi cabeza está saturada... Tras dejar el trabajo en el periódico, los días en casa transcurren lentamente, mis mañanas son asquerosas y los enfados tontos han predominado entre Jungkook y yo.
Un embarazo es complicado y con nuestros temperamentos, más aún. Sin embargo, me hechiza su forma de cuidarme, de ceder, aunque proteste sin cesar y esté más controlador que nunca.
—Buf —resoplo.
¿Otra vez las arcadas? Mierda... La bilis me sube a la garganta y tengo ardores de estómago una vez más. ¿Hasta cuándo estaré así? ¿No se dice que al tercer mes terminan las molestias? Yo ya estoy de cinco...
Voy a darme la vuelta en la cama, pero con la presión de Jungkook no puedo... Intento soltarme de él con cuidado, hasta que sus ojos se abren de golpe y me mira alerta, en ese estado vigilante en el que vive desde que supimos la noticia, meses atrás...
—¿Te encuentras mal? —pregunta. Niego, arrimándome a él—. Es de madrugada, duerme un poco más.
—Te echo de menos.
Resopla e, inseguro, me acaricia los labios con la yema de los dedos.
—Tú has nacido para atormentarme —sisea. Yo lo ignoro, me cansa y lo sabe. Le pongo una pierna por encima de la cintura y lo oigo suspirar—. No volvamos a esto. Hace unas horas que te he hecho el amor, no puedes hacerlo de nuevo.
—Lo quiero duro...
—N-O.
Molesto, salgo de la cama con mi camisón transparente levantado. No puede resistirse si lo provoco. ¡Pues lo hago! Me inclino para coger las zapatillas, con la intención de que vea mis redondeadas nalgas y, al enderezarme, veo que me está dando la espalda. ¡Maldito Jeon!
—Cuando todo esto pase —mascullo indignado—, ¡no me tocarás!
Se vuelve hacia mí a una velocidad pasmosa, me sujeta del brazo y me mira de frente. Alzo el mentón, desafiándolo, y él susurra amenazante:
—No bromees con prohibirme que te toque. Contrólate un poco, Jimin, porque estás acabando conmigo. Te protejo y te cuido lo mejor que puedo. Dame una maldita tregua hasta que estés preparado para que te tome como ambos queremos, ¿de acuerdo?
Trago saliva con dificultad, me excita cuando se pone tan serio.
—¡A la puta cama ya! —Me da un cachete en el trasero y hago lo que me dice—. Y ahora, duérmete de una vez.
Encendido como estoy, cumplo su orden sin protestar. Cómo extraño al Jungkook tan salvaje en el sexo, al que no se controlaba. Las imágenes flotan en mi cabeza, tan nítidas como si las estuviese viviendo.
Gimo, esperando una nueva y dura embestida. Cuando llega, grito, extasiado de placer. Una estocada tan profunda que me deja sin respiración, pero me balanceo hacia adelante y hacia atrás sobre la encimera, buscando un nuevo empujón, tan fuerte o más que los anteriores. Necesito esta fricción. Necesito la sensación de su pene vibrando en mi interior.
—¿Estás bien? —me pregunta Jungkook. Asiento entre gemidos, enloquecido, deseando más—.¿Te gusta así?
—Sí... —jadeo, lamiéndole la mandíbula—. No pares... no pares...
Todavía conmocionado por el sueño, abro los ojos, pero no veo nada. Tengo la cara hundida en la almohada y me estoy asfixiando... Me doy la vuelta y me pongo boca arriba.
—¡Ah! —chillo, al toparme con Jungkook sentado a mi lado. Completamente vestido.
Hoy tenemos la cuarta ecografía y seguramente nos dirán ya el sexo del bebé. Estoy emocionado y asustado.
—Buenos días, Jeon.
Él sonríe y saca un conjunto de mi armario, que deja encima de la cama. Lo miro inquisitivo.
—Creo que tienes que ir poniéndote ropa más suelta —contesta él a mi muda pregunta.
—¿Me estás llamando gordo?
—No empieces.
Me miro al espejo y veo la curva de mi vientre, que va creciendo con los días. Desdeño la ropa que Jungkook me ha dado y cojo un pantalón que me puse hace sólo dos semanas. Me da un ataque de histeria.
—¡No me cabe! —gimo agobiado—. Jungkook estoy engordando demasiado.
—¿Qué?
Temiendo mi cambio de humor, va sacando prenda tras prenda del armario. Sé que piensa que soy un caprichoso y yo mismo no sé si es así. Sus facciones delatan lo exasperado que está, el estrés que le causo cada día desde que estoy embarazado, y que él resiste en silencio.
—Mantén la calma, Jimin —dice cortante—. Estás precioso.
—¿Me lo prometes? —pregunto angustiado—. Tan gordo me parece que no me deseas igual.
—Creo que ya hemos hablado de esto. ¡Basta ya!
Avanza y, furioso, me empuja con suavidad contra la pared y me manosea entero, con la desesperación con que lo hacía hasta antes de saber que estaba encinta. Se acelera y su respiración se descontrola. No lo puedo creer, quiero más y parece que me lo va a dar. Pero finalmente se contiene.
—Quisiera tomarte hasta romperte, ¿¡queda claro!?
Yo afirmo paciente. Queda claro, clarísimo, y él prosigue:
—Bien, porque me tienes al límite. Juro que quiero complacerte, pero también quiero cuidarlos, y tú me lo pones muy difícil con tus provocaciones.
—Jeon —digo coqueto, y él sonríe—. Te amo tanto...
Se agacha y, con dulzura, deposita un beso en mi vientre.
—Los cuidaré a los dos —susurra sin incorporarse—, serán mis consentidos, como hasta hoy.
Salimos de casa sin hablar, cogidos de la mano y no sé cuál de los dos está más nervioso. Hace frío, estamos ya en diciembre. Ésta va a ser una Navidad diferente de todas las que he vivido hasta ahora. Llegamos frente a la clínica. Noto una opresión en el pecho y Jungkook se detiene.
—¿Estás preparado? —pregunto.
—¿Lo estás tú, Jimin? —contesta él, con la mandíbula apretada.
—Espero que sí.
Entrelaza mis dedos con los suyos y entramos. La enfermera de Marisa nos hace pasar a consulta y Jungkook aguarda con semblante inexpresivo.
Recuerdo la primera vez que vimos al bebé... no hay palabras para describir esa sensación y Jungkook lloró tanto como yo. ¿Lo hará hoy también? ¡No lo sé! Se protege tras una máscara de indiferencia que sabe que odio. ¡Calma!