Un pequeño ruido en la habitación me despierta. Suspiro, Jungkook está aquí, a mi lado, y a los pies de la cama veo a Scott, medio dormido en una silla. Con la cabeza y bajando los párpados me indica que siga durmiendo, pero yo me niego.
—Él está bien —susurra—. Ahora duerme relajado, ¿lo ves?
—¿Hasta cuándo?
Jungkook da una vuelta y otra en la cama. Sus párpados, aunque cerrados, tiemblan y pienso que en cualquier instante se despertará.
—¿¡Qué pasa!? —pregunta exaltado, abriendo los ojos y mirándonos a ambos. Le sonrío y acaricio su torso desnudo—. ¿Estás bien, Jimin?
—Claro —le contesto cariñoso—. Vuelve a dormir, Jungkook.
—No, voy a correr.
Miro a Scott, que asiente.
—¿Ahora? —le pregunto, simulando un bostezo—. Es de madrugada.
—Lo sé... pero necesito salir.
—Voy contigo —decide Scott—. Volvemos pronto.
Sé que no será como dicen.
Ha transcurrido un mes completo desde que llegó mi hermano. Las Navidades y mi cumpleaños han pasado y Jungkook ha recaído. Carlos dice que no me preocupe. Releo su mensaje, que me alivia una vez más.
Las personas con trastorno bipolar suelen tener recaídas por exceso de estrés, cambio de vida, etc. Se desconocen los factores con certeza, pero estamos de acuerdo en que él está viviendo algo parecido.
Me lleno de esperanza, de valor. Quizá nuestra vida navegue en un mar tormentoso, pero no me importa.
Miro la ventana y veo que llueve. Noto a mi pequeño agitándose en mi interior. Sé que extraña las caricias de su papá.
***
—¿Bebé? —susurra Jungkook en mi oído, ¿me he dormido?—. Perdóname, sabes que no quería hacerlo.
—Shuuu.
—¿Me quieres? —Está riendo... o casi llorando—. Te echo de menos.
Lo cubro con la manta y me acurruco con sus brazos. Miro sus ojeras y paso el dedo por ellas.
—He destrozado la mesa del jardín —dice con tristeza—. Y aún no sé por qué.
—Tranquilo, estoy aquí.
—Te irás...
—Nunca más —prometo con un sollozo—. Fue mi mayor error y no se repetirá... Puedes destrozar la casa, pedirme que me marche, irte y volver días más tarde... No voy a discutir contigo, ni a reprochártelo. Hagas lo que hagas, estoy aquí... Esto pasará y volveremos a estar bien. Lo necesito, Jungkook, igual que a ti.
Como cada noche acaricia mi vientre, mi cuerpo. Ahora está calmado, aunque se muestra impulsivo cuando la euforia lo atrapa... por eso Scott vive con nosotros.
Días y más días vienen y se van. Jungkook me lleva casi en volandas por el centro comercial. Me duelen las piernas y las tengo hinchadas, siete meses y medio de embarazo no son cualquier cosa...
Scott me mira y se encoge de hombros. Otro mes más y aquí estamos. La maldita crisis es larga y creemos que Jungkook nos miente, que está tirando las pastillas, aunque en mi presencia haga como que se las toma. Desde luego, se las mete en la boca, pero no sé si se las traga.
—¿Todo esto? —le pregunto a Jungkook al ver que está comprando en exceso—. Pero si no se lo va a poder poner todo...
—Es mi primer hijo y si hemos de ponerle cuatro conjuntos diarios, lo haremos.
Derrocha dinero, sus impulsos son irrefrenables. Mis padres vinieron hace dos semanas y los echó de casa... Bien es cierto que su descontrol no es como antes y que en algún momento se sosiega, a pesar de la locura que lo ataca.
—Vamos, Jimin.
—Jungkook —imploro, parándome en el centro de la tienda—. No puedes seguir así. Me estás mintiendo, ¿verdad? No tomas nada.
—Cariño...
—Ven. —Salimos del centro, lejos de la multitud, y Scott, él y yo nos vamos a casa. Va directamente a la habitación de nuestro bebé con las diez bolsas de complementos que ha comprado. Le dedico una sonrisa tierna y sincera—. No puedes hacerme esto, Jungkook, tienes que volver a tu ser. ¿Crees que soportaré estar tan solo cuando él esté aquí?
—¿Y él podrá soportar un padre que se medica y que le ha podido dejar como herencia una enfermedad? —Se me seca la boca y me quedo pasmado—. ¿¡Lo crees!?
Lloro, no de miedo... Está preocupado por su bebé y teme que sea igual que él. Lo amo. Hoy más que nunca entiendo por qué es mi vida y lo quiero tanto que se me desgarra el alma.
—Mírame —le pido y Jungkook cierra los ojos para no ver mi dolor—. Si tú tiras la toalla, ¿quién nos amará a tu hijo y a mí, quién nos va a mimar?
—¿Me das tiempo?
—¿Conmigo o sin mí? —Me mira y sonríe.
La tormenta me ha amenazado y yo la he vencido.