(Narrado por Abril)
El resto del día lo pasé revisando mentalmente cada regla del contrato.
Las frases clave.
Los gestos.
La historia falsa que Dante y yo debíamos memorizar como si fuera una verdad escrita en piedra.
Tres meses de relación.
Nos conocimos en una cafetería.
Él pidió un café amargo.
Yo derramé el mío.
La típica historia que solo funciona si la cuentas con una sonrisa convincente.
A las siete de la noche estábamos en un salón privado del mismo hotel.
Dante llegó primero, como siempre parecía hacer.
—Pensé que llegarías tarde —dijo sin mirarme, revisando algo en su teléfono.
—No me gusta incumplir contratos.
—A mí tampoco.
Tomó asiento frente a mí.
Había tensión en sus hombros.
Algo distinto a lo de la mañana.
Algo… inquieto.
—¿Empezamos? —pregunté.
Él me observó un segundo demasiado largo.
—Hay algo que tienes que saber —dijo finalmente.
Ahí estaba.
El tono.
La advertencia.
Esa sensación de que, si daba un paso más, me iba a meter en un terreno con minas debajo.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Mi familia no será el único problema este fin de semana.
—¿Qué significa eso?
Hizo una pausa.
Y Dante Morelli no era hombre de pausas.
—Mi ex irá a la hacienda —dijo al fin—. Se enteró de que llevo novia… y probablemente no le gustará.
Sentí un golpe seco en el pecho.
No por celos, obviamente.
Ni por él.
Sino porque las exnovias, especialmente las que no superan a un hombre, son capaces de arruinar más contratos que cualquier suegra.
—¿Qué tan… complicada es? —pregunté con cautela.
Dante clavó la mirada en la mesa.
—Mucho.
Tragué saliva.
—¿Y sabe que es un teatro?
—No. —Su voz se endureció—. Y no debe saberlo.
Perfecto.
Un secreto más que cargar sobre mis hombros.
—Está bien —dije, enderezando la espalda—. Solo necesito saber qué tipo de historia tiene con ella, qué debe evitarse, y cómo quieres que maneje la situación.
Dante levantó la mirada, sorprendido por mi falta de drama.
—No vas a preguntar si todavía siento algo por ella.
—No. —Me encogí de hombros—. Porque no es mi asunto. Y porque si sintieras algo, no estarías pagándome a mí.
Un destello pasó por sus ojos.
¿Respeto?
¿Admiración?
¿Interés?
No quise analizarlo.
—Bien —dijo él—. Empecemos por los detalles.
---
La historia era peor de lo que imaginé.
Su ex —Arianna— no solo era bella, rica, y socialmente influyente…
sino que había estado a punto de comprometerse con él.
La relación terminó por razones que él explicó con pocas palabras y cero emociones:
—No funcionaba. Punto.
Algo me decía que la historia real no era tan simple.
Pero no iba a presionar.
Después de repasar posibles escenarios, frases para evitar sospechas y límites claros, Dante se quedó en silencio por un momento.
Un silencio extraño.
No incómodo.
Solo… cargado.
—Quiero agregar una regla —dijo finalmente.
—¿Una más?
—Sí.
Me preparé para algo absurdo como “no parpadear más de dos veces por minuto”.
Pero lo que dijo fue otra cosa.
—Pase lo que pase… no dejes que te haga sentir menos.
—¿Ella?
—Ella. O cualquiera de mi familia.
Mi pecho dio un brinco inesperado.
No era normal que un cliente se preocupara por mi bienestar emocional.
Eso casi nunca pasaba.
—No suelo dejar que nadie lo haga —respondí suavemente.
—Bien. Me alegra.
Cuando salimos del salón y caminamos hacia el ascensor, Dante se detuvo frente a mí.
Como si quisiera decir algo más.
Como si se estuviera conteniendo.
—Abril… —empezó.
—¿Sí?
—Ojalá este contrato fuera más simple.
No supe qué decir.
Tampoco él.
El ascensor llegó.
Entramos.
Las puertas se cerraron con un silencio que lo dijo todo.
Y por primera vez desde que acepté este trabajo…
Sentí que la mentira no solo iba a ser un papel.
Sentí que algo en Dante Morelli estaba empezando a quebrarse.
Y que, si no tenía cuidado…
podía arrastrarme con él.
#4963 en Novela romántica
#1441 en Chick lit
#337 en Joven Adulto
romance contemporaneo, novia falsa/ contrato, drama y tensión emocional
Editado: 21.11.2025