(Narrado por Dante)
Arianna nunca fue buena ocultando su verdadera naturaleza cuando se sentía amenazada.
Sus ojos se estrechaban apenas un milímetro, su mandíbula se tensaba, y su sonrisa… se volvía perfecta.
Perfecta en ese modo peligroso, capaz de destruir a cualquiera que no estuviera preparado.
Y justo ahora, mientras veía cómo mi mano descansaba sobre la rodilla de Abril, esa sonrisa estaba más perfecta que nunca.
Mala señal.
—Veo que están… muy unidos —dijo, alzando su copa con un gesto delicado.
Mi madre, que rara vez perdía pistas emocionales, entrecerró los ojos.
Bianca miró la mano, luego miró a Abril, luego a mí, y supe que ya estaba redactando un discurso completo en su cabeza.
Pero Abril…
ella no se movió.
No retrocedió.
No me apartó.
No actuó nerviosa ni sorprendida.
Solo apretó ligeramente mi mano.
Ese gesto tan pequeño… me desarmó.
Arianna lo notó. Todos lo notaron.
—Supongo que no hace falta preguntar cuánto llevan —dijo ella con voz suave pero afilada—. Está claro que la relación es… intensa.
Mi madre ladeó la cabeza.
—Arianna, cariño, desde que llegaste estás tan interesada en la vida amorosa de Dante… ¿alguna razón?
Un silencio pesado cayó sobre la mesa.
Arianna sonrió, diplomática.
—Solo me sorprende —respondió—. No conocía este lado suyo.
Bianca se inclinó hacia adelante.
—El lado donde no te necesita, ¿verdad?
Casi escupí el vino.
Mi madre la fulminó con la mirada, pero era tarde.
Arianna la ignoró elegantemente, como si no hubiera escuchado nada.
—Abril —dijo, dirigiéndose a ella con una cordialidad falsa—. Cuéntanos algo más de ti. Ya que estarás con nosotros este fin de semana… es bueno saber quién eres realmente.
La mesa se quedó en silencio.
Este era el ataque.
Este era el movimiento.
Quería dejarla en evidencia, presionarla, hacerla fallar.
Pero Abril levantó la mirada con una calma impresionante.
—¿Qué te gustaría saber?
Arianna se acomodó mejor en la silla, como una reina preparando ejecución.
—Oh… algo simple. Por ejemplo:
¿qué hacía exactamente cuando conociste a Dante?
¿Trabajabas? ¿Estudiabas? ¿Viajabas?
¿O simplemente… pasó?
Ella no preguntaba por curiosidad.
Ella preguntaba buscando errores.
La historia falsa cubría lo básico: cómo nos conocimos.
Pero los detalles biográficos reales de Abril… estaban fuera del contrato.
Y eso podía ser peligroso.
Abrí la boca para intervenir, pero Abril habló antes.
—Estaba trabajando —respondió con serenidad—. Trabajando mucho.
—Oh… ¿en qué rubro? —preguntó Arianna, como si no pudiera evitar sonreír.
Abril tomó la copa, dio un sorbo lento.
Nadie respiraba.
—En el rubro de sobrevivir —dijo finalmente.
Las cejas de mi madre se levantaron.
Bianca sonrió de inmediato.
Yo sentí cómo el nudo en mi pecho se aflojaba.
Arianna parpadeó, desconcertada.
—¿Sobrevivir? No sabía que esa era una profesión.
—Lo es cuando nadie te regala nada —respondió Abril, con una voz suave pero firme—. Cuando no tienes apellido, ni fortuna, ni familia influyente. Ahí, sobrevivir se vuelve un trabajo de tiempo completo.
La mesa quedó helada.
Mi madre se llevó una mano a la boca.
Bianca apretó los labios para contener una carcajada.
Mi padre, desde el extremo, observaba a Abril con un interés que no me gustaba.
Pero yo…
Yo no podía quitarle los ojos de encima.
Había fuego en ella.
Fuego real.
Fuego que no venía del contrato ni de la estrategia, sino de su vida.
Y me golpeó una verdad incómoda:
no sabía casi nada de ella.
Nada auténtico.
Nada sin máscara.
Y, por primera vez en la noche, quería saber.
Arianna recuperó su postura.
—Qué historia tan… conmovedora.
—No es una historia —respondió Abril—. Es mi vida.
Silencio.
Tensión.
Una guerra sin gritos.
Mi padre levantó la copa.
—Interesante. Esta familia necesita más personas que no se derrumben bajo presión. Bienvenida, Abril.
Yo casi me atraganto.
Mi padre… aprobando.
Eso era raro.
Y peligroso.
Arianna tensó la mandíbula.
La cena continuó, pero nada sabía igual después de eso.
Las miradas eran dagas.
Las sonrisas, veneno.
Las preguntas, trampas.
Y aun así, Abril no falló ni una vez.
En un momento, mientras hablaban mis tíos, me incliné hacia ella.
—Lo manejaste perfectamente —susurré.
Ella sin voltearse dijo:
—Estoy trabajando.
Pero su mano seguía en la mía.
Y esa contradicción me estaba destruyendo.
Cuando terminó la cena, mi madre se levantó.
—Todos al salón principal. El pianista ya llegó. Quiero música, té y… menos tensión.
Bianca rió.
Nos pusimos de pie.
Arianna se acercó a nosotros como un fantasma elegante.
—Abril —dijo, con una sonrisa impecable—. Esta vez admito que me sorprendiste.
—¿Para bien o para mal? —preguntó Abril.
Arianna inclinó la cabeza.
—Para darme cuenta de que… no eres tan prescindible como pensé.
La advertencia estaba ahí, clara.
Pero Abril no se dejó intimidar.
—Y tú tampoco eres tan intimidante como creías.
Yo respiré hondo.
Iba a explotar.
Iba a decir algo que no debía.
Pero entonces sentí la mano de Abril en mi antebrazo, sosteniéndome.
No para aparentar.
No para actuar.
Para detenerme.
Para cuidarme.
Y esa simple diferencia…
me atravesó.
Arianna nos miró a ambos.
Y en su expresión reconocí algo que no había visto antes:
Miedo.
No de perderme.
De perder el control.
Mientras caminábamos hacia el salón, Abril habló en voz baja:
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romance contemporaneo, novia falsa/ contrato, drama y tensión emocional
Editado: 27.11.2025