(Narrado por Dante)
La noche no debería sentirse así.
Había silencio… pero del tipo que antecede a una tormenta.
Y lo peor era que la tormenta estaba dentro de mí.
Después del desastre controlado en la sala —la discusión silenciosa entre Arianna y Abril, la intervención de mi madre, la mirada calculadora de Arianna como si estuviera reorganizando todas sus estrategias— necesitaba aire. Necesitaba distancia. Necesitaba pensar.
Pero pensar era exactamente lo que no podía hacer cuando Abril estaba cerca.
Subí las escaleras para alejarme de todos. O eso me dije… hasta que escuché pasos detrás de mí.
Su voz fue suave. Demasiado suave.
—Dante… espera.
Cerré los ojos un segundo.
No quería voltearme.
No porque no quisiera verla.
Sino porque la quería ver demasiado.
Cuando giré, ella estaba allí: luminosa incluso con el cansancio en los hombros, firme a pesar de todo, mirándome como si pudiera atravesarme.
—¿Estás bien? —preguntó.
Quise mentir.
Decir que todo estaba bajo control.
Que no me afectaba la presencia de Arianna.
Que no me afectaba lo que había pasado en la cena.
Pero ella me había leído con una precisión que nadie más en mi vida había tenido.
—No —respondí.
Abril dio un paso hacia mí.
Solo uno.
Pero lo sentí como si hubiera acortado un kilómetro.
—¿Por qué? —preguntó.
—Porque tú… —Tragué hondo—. Porque tú no deberías estar en medio de esto.
—Estoy aquí porque acepté el contrato —respondió ella.
—No hablo del contrato. —Mi voz salió más dura de lo que planeé—. Hablo de todo lo demás. De Arianna. De mi familia. De lo que esperan. De lo que intentan provocar.
Ella inclinó la cabeza.
—Dante, puedo manejarlo.
—Ese es el problema —dije, avanzando hacia ella sin poder evitarlo—. Que lo manejas demasiado bien.
Sus labios se entreabrieron apenas.
Las palabras se me escaparon antes de que pudiera detenerlas.
—Me está costando distinguir lo que es parte del papel… y lo que no lo es.
Abril sostuvo el aire.
Lo supe por cómo se tensó su pecho.
—Dante… —su voz era un hilo—. Estás confundido por la situación. Esto pasa cuando hay presión. Cuando hay emociones cruzadas. Esto…
—No me digas qué siento —interrumpí.
Cerré la distancia entre nosotros hasta quedar a centímetros.
Ella levantó la mirada.
Determinado.
Frágil.
Valiente.
Peligrosa.
—No deberías sentir nada por mí —susurró ella, como si intentara convencerse a sí misma.
—Lo sé —respondí—. Créeme, lo sé mejor que nadie.
Una respiración.
Una sola.
Y algo cambió.
Sus ojos ya no estaban defendidos.
Ya no había distancia emocional.
Solo había… ella.
Y yo.
Y un incendio que se había estado acumulando desde el primer día.
Le rocé la mejilla con la mano.
Un gesto que no estaba en ningún guion.
Abril cerró los ojos un instante, apenas un suspiro, apenas una rendición diminuta.
—Dante… —susurró—. Esto es una mala idea.
—Es la peor —admití.
Pero no me moví.
No podía.
—Tú y yo no deberíamos cruzar esta línea —dijo ella.
—Ya la cruzamos —respondí.
Su respiración tembló.
Y lo sentí en mi propio pecho.
En ese segundo exacto, en ese espacio mínimo entre nosotros, sabía que si la besaba… nada volvería a ser igual.
Y también sabía que si no lo hacía… me iba a arrepentir.
Pero antes de que pudiera decidirlo, escuchamos una voz.
Fría.
Cortante.
Precisamente la única persona que no debía estar ahí.
—Qué interesante encontrarlos así —dijo Arianna al final del pasillo.
Abril se alejó de mí como si la hubieran empujado.
Yo tardé un segundo más.
Porque mi cuerpo no quería retroceder.
Arianna no sonrió.
No esta vez.
No necesitaba hacerlo.
—Mi madre quiere hablar contigo, Dante —dijo ella—. Pero… creo que antes deberíamos hablar tú y yo.
Su mirada bajó hacia donde Abril había estado demasiado cerca.
Luego volvió a mí.
Y en ese instante lo supe con absoluta certeza:
Ella había visto todo.
Había entendido todo.
Había decidido algo.
Y nada bueno podía salir de eso.
—Hablaremos luego —murmuré, esquivándola.
Cuando pasé por su lado, Arianna dijo en voz baja, lo suficientemente baja para que solo yo la oyera:
—Creí que eras más inteligente que esto.
No respondí.
No tuve fuerzas para hacerlo.
Solo sabía una cosa:
Lo que pasó —lo que casi pasó— ya no podía borrarse.
Y el punto sin retorno había quedado atrás.
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romance contemporaneo, novia falsa/ contrato, drama y tensión emocional
Editado: 27.11.2025