Hola todo el mundo, me llamo Harriet Milovic; tengo 16 años, y asisto a la preparatoria en Toronto, Ontario, en Canadá.
SÍ, tengo esa edad, a pesar de que suena como un nombre de bisabuelita que murió antes de la avanzada tecnología de la plomería interna.
En fin, eso no tiene importancia... digo, mató a un tercio de los Milovic en la plaga de Belgrado de 1912, pero vamos al punto.
¿Conocen la frase "amor de verano"? Esa idea que evoca el concepto de conocer a alguien que será el centro de tu mundo durante un breve tiempo cuando el Sol gobierna con absoluta autoridad el firmamento, los días son más largos y millones de padres a lo largo del mundo imploran y/o obligan a sus hijos a buscar un maldito trabajo para que no malgasten ese precioso tiempo rascándose la entrepierna y durmiendo hasta las 2 de la tarde.
Suponiendo que no tienen materias que recuperar...
Bueno, yo tuve el mío también, pero no fue precisamente en una playa... técnicamente el lugar dónde pasé el verano sí lo es, pero no fue tanto para lucir trajes de baño y broncearme sobre la arena: todo fue para trabajar porque... porque cuando tienes mi edad, los veranos son más para empezar a buscar pasantías y cursos para la universidad...
...jajaja, ¿de verdad dije "cuando tienes mi edad"? Ahora SÍ soné como una bisabuelita.
Verán... me gusta la música, y casi puedo escuchar el colectivo "duh" de todos ustedes, porque, ¿a quién no? Es como respirar, y eso me hace pensar, ¿realmente nos gusta? Lo hacemos porque tenemos, ¿pero no les ha pasado que de pronto se vuelven muy conscientes de eso y se empiezan a desesperar? Tipo: "¡Argh! ¿¡De verdad hacemos esto día tras día, hora tras hora, minuto a minuto y segundo a segundo hasta morir!?"
Claro, se me olvida al instante cuando no sé, por fin llega la pizza, pero ocurre.
Va, con lo de la música, me refiero a, no sólo oírla, sino hacerla: tengo una vieja guitarra eléctrica que aprendí a tocar desde que era niña pequeña porque... era eso o las tablas de multiplicar.
Y resulta que alguien egresado de mi escuela (Hopewell High), no es un fracasado total (en serio, revisen: el 50% de los nuestros termina vendiendo drogas, su cuerpo, o su cuerpo para comprar drogas); Ryan Logan, que se convirtió en un músico de sesiones y compositor; ahora vive en Europa, dónde colabora con un montón de suecos cuarentones comisionados por un montón de judíos sesentones lo que los adolescentes de hoy quieren escuchar.
Él escuchó una canción mía tras exponer en un "Día de Carrera" (ya sabe: cuanto egresados tratan de decir que las cosas no son tan malas allá afuera) dónde él fue el ponente más exitoso (el segundo fue ese que defraudó al seguro y ahora recibe mil dólares al mes a perpetuidad siempre y cuando no vean que el yeso de su pierna es falso) y le gustó tanto, que me invitó a un campamento musical en Nueva York para nuevos talentos.
¿Cómo fue? Así:
—Me gustó mucho tu canción —Ryan me dijo en un mensaje al teléfono—. ¿Quieres venir a un campamento musical en Nueva York para nuevos talentos?
Lo tomé con aplomo y seriedad:
—¡NO ME JODAS! ¿¡Es posta!? —respondí con sobriedad...
...bueno, casi sobriedad.
El caso es que, mi tía firmó el papel de permiso (una boca que alimentar menos durante el verano nunca se niega) y en breve, viaje en avión por primera vez en mi vida y terminé en el corazón de la Gran Manzana.
¿Qué pasó después? Bueno, tendrán que seguir leyendo porque esto se dividió para propósitos de medio picar al lector y ganar lecturas extras.