Sé Bien Lo Que Hice Este Verano

Capítulo III: Cuando Las Gallinas Lloran

Los católicos tienen a los sacerdotes, los judíos los psicólogos, ¿y yo? ¿Quién era mi confesor en estos tiempos de tribulaciones? Una pequeña chica de lentes gruesos y cabello recogido que dejó Hopewell este año en búsqueda de un futuro mejor... a unas calles, en la Academia Trudeau.

Dalia Aquino es su nombre, y su juego... bueno, ninguno en realidad: ella tiene el concepto de diversión de una monja que estudió contabilidad, pero su consejo siempre fue inteligente, sin ella quizá me hubiera atorado en el primer año, y lo necesitaba más que nunca.

—¿Estás despierta? —le pregunté por mi teléfono, en un mensaje en Facebook, a la agradable y profesional hora de la 1 de la mañana.

—¿Harriet, es en serio? —me contestó—. ¿Estás loca? ¿Qué horas son estas de llamar?

—No lo sé, pero no te tardaste mucho en contestar, así que puedo deducir que sí estabas despierta.

—...

—¿Dalia?

—Sí, sí lo estoy —replicó—. ¿Qué pasa? Apenas es el primer día, ¿ya te metiste en problemas?

—¿Primer día? ¡Ojala! Lo que te voy a contar es técnicamente incluso de antes de empezar las clases.

—¿Qué pasó? ¿Algo en el campamento en Nueva York?

—Más bien... alguien en el campamento de Nueva York —contesté tras varios segundos de batallar si debía revelar este detalle o no.

—¿Te sentiste nerviosa?

—No.

—¿Le debes dinero a alguien?

—¿Bromeas? ¡La comida era gratis! ¡Si no me hubieran detenido en la aduana, hubiera llegado con exóticos bagels de la Gran Manzana!

  —¿Con cocaína dentro de ellos?

—No... todos al menos. 

—Bien... entonces, ¿te peleaste con alguien allá?

—...no... no. Diría que, más bien, lo opuesto a eso...

—Harry, eres mi amiga, y te quiero mucho, en serio —me escribió—, pero estoy un tanto ocupada y necestio que vayas directo al punto de todo este asunto.

—¿Qué? ¿Te estás desvelando otra vez jugando Stardew Valley? ¿Eso cuenta como "estar ocupada"?

—...las vacas no se ordeñan solas.

Y fue ahí cuándo me di cuenta que en realidad, no iba a encontrar solución en su consejo; es decir, claro, ella no es del tipo social, así que asuntos del romance y del corazón se limitan a su colección de mangas shoujo y juegos de citas, ¿de ahí en fuera? Llegó a tener algo medio parecido a un novio... y duró como, ¿qué? ¿Tres días?

Vale, sé que estoy sonando como una perra criticona, pero es que todos tenemos nuestra especialidad: si quieres pasar aritmética o la clase de ciencias, Dalia es tu chica. Pero esto, no; no es su fuerte. Ese es el fuerte de Josephine, pero por razones más que evidentes, acudir a ella no es una opción.

—Dal —escribí.

—¿Sí?

—Perdón por molestarte.

—Espera, Harriet, por favor —dijo—. ¿Estás bien?

—Sí —mentí, pero es que, ¿no mentimos todos cuando nos preguntan que si estamos bien"?

—Es que, ya que andamos conversando con sinceridad... verás, Harriet, tengo un problema, y es uno serio: el caso es...

Cerré mi celular: no, la solución, de encontrarla, no la iba a hallar en ella... igual tengo que tenerla lista para cuando empiecen los primeros parciales, ¿pero para esto? Es tan útil como como una maquina de hielo en Alaska.

Si necesitaba consuelo, un oído, un hombro comprensivo, debía quizá hacer el esfuerzo de encontrarlo en casa.

—¿Jake? —murmuré a mi primo, mientras él tomaba un tazón de cereal en el único sillón de la casa.

—No tengo dinero.

—Eres universitario: SÉ que no tienes dinero...

A veces veía como casi un milagro el hecho que alguien de mi estirpe haya llegado a la educación superior sin sobornos, extorsiones o falsificar documentos, pero así como lo leían a él, mascando con la boca abierta, era lo mejor que nuestra familia tenía que ofrecer...

...que Dios nos agarre confesados.

—¿Entonces? —Jake me dijo—. ¿Qué sucede?

—¿Empiezas hoy lo del...?

—Trabajaré como interno en una planta eléctrica —respondió—, la paga es una miseria y está hasta en Lomas del Orto, pero era eso o hacer la pasantía en Hopewell High... y por cierto, ¿qué tal le va a la rojilla? ¿No la has molestado verdad? 

—¡Claro que no! —volví a mentir.

—Más te vale; es mi novia, y tu futura... no sé, ¿concuña segunda? Y ella merece al menos un mínimo de respeto.

—Siempre trato de mostrarle el más mínimo respeto posible —contesté.

—Harry...

—Ya, ya; trataré de no hacerle la vida tan miserable a partir de ahora —dije—; es difícil ver a una futura miembro de la familia en posición fetal llorando en el comedor para maestros.



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En el texto hay: humor, lesbianismo, romance

Editado: 01.09.2018

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