FERNANDA
Lo más irónico de mi vida era que, por primera vez, llegué a la hora acordada. Por supuesto, mi querida prima pasó una hora y no llegaba, así que empecé sin ella. Mis penas las ahogué con mi primer trago y un puñado de cacahuates.
— Mal día — me dijo el barman al entregarme la copa.
— Malo, no. Lo que le sigue de catastrófico — dije mientras le daba un trago. Uno para olvidar el día y otro para desearme suerte. No necesito odiarme más.
Para mi segunda ronda, mi adorada prima por fin llegó.
— ¡Lo siento, Fer! Mi jefa me pidió unos documentos urgentes a la mera hora. Imposible salir a tiempo.
Mi prima, Valeria, tiene una vida mucho más en orden que la mía. Es disciplinada y ordenada. Al principio vivimos juntas, pero la pobre no soportó a su prima desastrosa, es decir, a mí. ¿Conoces esa caricatura donde pasa Taz y deja una estela de caos? Esa soy yo. Por salud mental para ambas, decidí mudarme. Pero eso nos sirve para vernos y contarnos nuestras gloriosas aventuras, penas o desilusiones.
— Tranquila, Val. Lo importante es que ya estás aquí. Mi vida es un caos. — dije tomando un sorbo de mi margarita.
— Bueno, ya sabemos que tu vida es un desastroso caos, pero cuéntame: ¿Qué pasó en la entrevista? — me preguntó mientras le pedía al barman una cerveza light, porque, por supuesto, está a dieta.
Comencé a relatarle mi desastroso intento de preparar un capuchino.
— ¡Vamos, Fer! Arriba ese ánimo. ¡Ese Peter no sabe lo que se pierde! No eres un riesgo, eres una chica fenomenal. Algo torpe, eso sí.
— ¡Soy un riesgo, Valeria! ¡Un fracaso! ¡Me estoy ahogando en deudas! — le dije, dándole otro sorbo a mi bebida. — ¡La plomería no da más, la nevera está vacía, debo rentas y mi currículum es una burla! Nadie me da la oportunidad de tener experiencia. Claro, en parte es culpa mía, por llegar tarde a las citas y tener solo bachillerato.
— Tranquila, Fer. Si le pides ayuda a tus tíos, no creo que te la nieguen.
— ¡Estás loca! ¡Le daría la oportunidad perfecta a mi padre de decirme: "¡Te lo dijimos, tú sola no ibas a poder”! No quiero regresarme a vivir con ellos. Mi orgullo no me lo permite. Si me fui es porque no me daban mi espacio. Para ellos sigo siendo una irresponsable e inmadura.
— Bueno, te puedo prestar algo de dinero. A mí me está yendo bien, te puedo ayudar en lo que encuentras algo. Algo bueno tiene que pasarte.
— Val, estoy pensando en ir a que me hagan una limpia. Gracias por la ayuda, pero no la puedo aceptar. Yo puedo sola.
— O la flojera, Fer. Tienes que ser más disciplinada. Ya sabes, levantarte temprano, organizar tu día. A lo mejor hacer un journaling, una compañera dice que le sirvió. Pero sobre todo centrarte, buscar algo que te guste. Para eso te tomaste tu año sabático, ¿o no?
— ¿Qué journaling ni qué nada? Los trabajos que me interesan piden experiencia, en otros los horarios son extensos, el sueldo no me alcanza para saldar mis deudas, o te piden haber terminado la Universidad. No, Val. Necesito un plan... Necesito un...
— ¿Un Sugar Daddy? Es el único trabajo donde no tienes que ser puntual y tu desastre sería "encantador" para la gente equivocada. No te esforzarías, solo tendrías que vestirte bien y maquillarte. Y estar siempre disponible.
— Ya no tomes ese tipo de cerveza, que dices puras tonterías. No me gusta lo del Sugar Daddy, aunque suena interesante, pero eso de estar siempre disponible... me suena a sexo fácil.
— ¿Te gustaría un esposo entonces? — dijo, riéndose.
— No, tampoco eso. Si no puedo conmigo, ¿crees que estoy lista para ocuparme de otros?
Las horas se nos pasaron entre mis quejas, más tragos y muchas risas. Pero la idea de un esposo empezó a resonar en mi cabeza. Sentía a mi diablito decirme al oído: "Hazlo, hazlo". Mientras mi angelito susurraba: "No seas impulsiva, piénsalo bien, te puedes meter en más problemas..." Estaba en pleno debate interno.
— ¡Val! ¡Vaal! Se me acaba de ocurrir... algo — le dije un tanto borracha.
— ¿Qué es, Fer? — me contestó igual de borracha que yo. Ya no bebía su cerveza light.
— ¡Un esposo! ¡Sí! ¡Para que me salve de este infierno de adulto! ¿Dónde demonios consigo uno? ¿Hay un... buzón de maridos?
— Creo que sí. Es como cuando le escribes las cartas a Santa o a los Reyes Magos, buscas el buzón en algún lugar y se te cumplen los deseos.
Mis ojos se posaron en el rincón del bar, cerca de la entrada. No vi un buzón, pero sí un pizarrón negro de anuncios con algunas tarjetas pegadas, probablemente de bandas locales o qué sé yo.
— Mira, Val. ¿Crees que funcione?
— ¡Ahí! ¡Esa es tu buzón, Fer!
— Amigo, psst — le dijo Val, al barman que nos atendía — ¿Tienes papel y pluma?
Él negó con la cabeza y nos sonrió. — ¿Para qué lo necesitan? Creo que ya no habrá más tragos para ustedes dos.
— Quiero poner un anuncio, ahí — le dije señalando con mi dedo el pizarrón y haciendo un puchero — es cuestión de vida o deudas. Olvídalo. Se nota que no me entenderías. Tu vida es perfecta. Tienes trabajo y cero deudas.