FERNANDA
El cheque en mis manos era real. La tarjeta de embarque que me dio el Licenciado Soto, también. Pero el hecho de que mi vida entera, mi caos, mi historia de veinte años, tuviera que ser empacada y enviada a Atenas en seis horas, me hizo sentir que había firmado mi propia orden de evacuación.
Salí del edificio en Polanco sintiéndome drogada. La vergüenza por el anuncio viral había sido reemplazada por la adrenalina pura.
— ¡Ya firmé! — le susurré a Valeria en cuanto la vi en la entrada, sintiéndome como un agente secreto.
— ¡Sí! ¡Mi plan de caos funcionó! ¿Qué vas a hacer ahora?
— Ya pagaron las rentas vencidas, pagaron un año de renta y me dieron lo suficiente para mis deudas. Pero el problema es que el equipo de embalaje viene en seis horas a mi casa. ¡Seis horas, Val! ¡Tengo que empacar mi vida, y tú tienes que ayudarme a fingir que me estoy casando con el amor de mi vida!
— ¡Ahí voy! Y no te preocupes por tus papás. Les acabo de decir que te casas en un viaje fugaz por un "problema de visa urgente" con tu novio griego, y que me encargaste el departamento. Están histéricos, pero no sospechan del dinero.
—Gracias. Estaré preparado por que de seguro mi mamá me marca para regañarme por mi impulsividad.
Cuando llegué a mi departamento, Val ya me esperaba en la entrada. El caos no era solo físico; era existencial. Y no, mi madre aún no me llamaba, así que no sabía a qué temerle más: a su silencio o a la explosión verbal que tendríamos ambas.
— ¡A ver, Fer! ¿Qué te llevas a Grecia durante seis meses? — preguntó Valeria, sosteniendo mi cepillo de dientes eléctrico y una botella de tequila medio vacía.
— ¡Todo lo que quepa! Pero no sé qué ponerme para fingir amor ante la familia de un CEO. ¡Seguro que son de esos griegos que usan togas y bebe vino en copas de oro!
—Relájate. Un CEO quiere una novia creíble, no a la Reina del Drama. Ponte algo simple, pero con tu toque. ¡Y por favor, no te lleves ese pijama de gato! Queremos que las hormigas de Francia se vistan con elegancia, ¿verdad?
Val me ayudó a seleccionar ropa decente (algo difícil, ya que la mitad de mi armario eran sudaderas) y guardamos el resto para mi regreso en seis meses. Mi corazón se encogió cuando empacamos los libros de romance que hablaban de amor verdadero, irónicamente contrastando con mi propio "ACUERDO DE COOPERACIÓN”.
El caos de la mudanza alcanzó su clímax justo cuando el equipo de embalaje se materializó.
Seis horas después, un equipo con guantes blancos y uniformes inmaculados se instaló en mi diminuto departamento. Su eficiencia era aterradora. En menos de una hora, mi pequeño departamento fue limpiado, y mis muebles comprados en el bazar, fueron tapados con mantas blancas. El resto de mi ropa que, según mi prima, era de vagabunda, quedó guardado hasta mi regreso.
Justo en ese momento, mi teléfono explotó con un tono estridente. Era mi madre.
— ¡FERNANDA ISABEL GARCÍA PÉREZ! ¡¿CÓMO ES POSIBLE ESTO?! ¡¿TE VAS A CASAR CON UN DESCONOCIDO GRIEGO POR UN PROBLEMA DE VISA?!
Valeria ahogó una carcajada y se alejó.
—Mamá, cálmate. Valeria ya te lo explicó...
— ¡EXPLICAR QUÉ! ¡QUE ENCONTRASTE A EL AMOR DE TU VIDA EN DOS SEMANAS! ¡A MÍ NADIE ME ENGAÑA, FERNANDA! ¡ESTÁS HACIENDO OTRA DE TUS LOCURAS PARA NO VOLVER A GUADALAJARA! ¡¿QUÉ CLASE DE HOMBRE TE LLEVA A OTRO CONTINENTE SIN HABERME VISTO LA CARA?! ¡SIN CONOCER A TU FAMILIA! ¡ES UN MAFIOSO! ¡TE VAN A VENDER EN UN BARCO!
Su reclamo, cargado de ironía, miedo y frustración, perforó la burbuja de la emoción.
—¡Mamá! No me van a vender. Es un chico muy serio, nos conocimos en la empresa, dónde estaba trabajando como recepcionista. — por reflejo lleve mi mano a mi nariz, por si me crecía como pinocho.
— ¿Cómo es que no me habías dicho que trabajas como recepcionista? ¿Hace cuánto que paso? … es que ya no me tienes confianza — mamá siendo dramática, de quien lo heredé…
— Mami, lo siento por no haberte contado las cosas. Pero te juro que voy a estar bien. Te llamo desde Atenas, ¿sí? Te amo.
Corte la llamada antes de que pudiera escuchar el grito final. Respire hondo. La llamada de mi madre me había costado más energía que toda la negociación con el abogado.
— ¡Señorita García, el auto la espera! — dijo un hombre alto y demasiado formal.
Me quedé mirando el vacío que quedaba. Mi departamento estaba limpio por primera vez en meses. Era un lienzo en blanco. Mi vida de desastre estaba a punto de terminar.
— Bueno, Fer. Es hora del adiós. — Valeria me abrazó fuerte. — Seis meses de mentiras elegantes y luego vuelves rica y sin deudas. Pero escucha: si ese griego es un ogro, me llamas y voy con mis tíos a quemarle la toga. Y destruirles el Partenón.
— ¿Y si me enamoro de él? — preguntó en un susurro, el pánico ya no era por el dinero, sino por el miedo de la cláusula de "no enamorarse".
Valeria me soltó y me dio una palmada en la mejilla. —Tú no te enamoras de un contrato. No se meten sentimientos. Tú solamente estás enamorada de tu cama. Y él es alguien que te está dando un respiro en el desastre que ocasionaste.