Se Busca Marido... no se aceptan devoluciones

Capítulo 9.

ALEXANDER VASILAKIS

El impacto del labial rojo en mi mejilla fue como un disparo en el salón silencioso. La audacia de Fernanda García era un virus que amenazaba con infectar cada centímetro de mi impecable orden. Me quedé inmóvil por un segundo, sintiendo el calor de su abrazo, la huella visible del color de la guerra en mi piel.

Ella dio un paso atrás con una sonrisa triunfal, la barbilla levantada.

— ¿Por dónde empezamos con el teatro, querido esposo? — repitió, con un tono que no buscaba una respuesta, sino una reacción.

Yo era un hombre que operaba con precisión milimétrica. Y esta mujer me había atacado con pasión, torpeza y cosméticos.

Mi mente se encendió, desechando las variables no planificadas (la caída, la maleta, el beso) y creando un nuevo plan de acción. No podía permitir que la primera interacción fuera una rendición.

Extendí mi mano hacia la mesa de cromo, no para tocarla, sino para señalar la maleta chillona que descansaba sobre el cristal pulido.

— Empezamos —dije, mi voz regresando a su tono glacial, cortante—, con una lección de física, Srita. García.

Ella ladeó la cabeza, divertida. — ¿Física? ¿Quiere hablar de la ley de gravedad después de mi pequeño tropiezo?

— No. Hablaremos de la ley de la Propiedad. En esta casa, hay áreas designadas para el equipaje, el desorden y los líquidos derramados. Una maleta ajena a mi inventario no pertenece a una mesa de diseño exclusivo, que solo existe para reflejar la pulcritud de mi mente.

Su sonrisa se esfumó. El desafío se hizo palpable.

— Es una mesa, Sr. Vasilakis. Sí es mi maleta. Y como su futura esposa de contrato, pero esposa al fin de cuentas, creo que tengo derecho a un poco de... libertad de hacer lo que quiera en mi habitación.

— Exacto, a su habitación. Usted tiene derecho al cumplimiento de las cláusulas. Y la cláusula de Cero Caos se aplica a la convivencia en áreas comunes. Las muestras afectivas solo se hacen en público. Quíteme el labial de mi mejilla y retire su maleta de mi mesa. Ahora.

Fernanda tardó un segundo, evaluando. Vi la lucha en sus ojos entre la necesidad financiera y su innata rebeldía.

Finalmente, suspiró con teatralidad. Se mordió el labio inferior, limpiando cualquier exceso de labial rojo.

—Muy bien. Pero le recuerdo que soy mexicana y nosotros somos así por naturaleza, demostramos nuestro afecto, damos abrazos, damos besos de bienvenidas, y de saludo en la mejilla. Usted es el jefe, por ahora.

Se acercó a la mesa, tomó la maleta y, en lugar de ponerla en el suelo, la dejó caer con un golpe seco que resonó en el mármol. Luego, pasó el dorso de la mano por mi mejilla, no para limpiar, sino para esparcir la marca.

— Listo. Tres desafíos en menos de un minuto. ¿Siguiente lección, profesor o jefe?

La mancha roja en mi rostro era un emblema. Sentí la furia controlada, pero no la mostré.

— Su desafío físico es irrelevante, Srita. García. Su desorden financiero fue lo único que me interesó. Ahora, me va a demostrar que su impulsividad puede ser canalizada en utilidad.

Tomé una servilleta de lino de la mesa auxiliar, la llevé a mi rostro y limpié la mancha de su labial con un movimiento lento y deliberado.

— Siga a la Señora Petra. Ella la llevará a su habitación temporal. El vestuario, seleccionado por el personal shopper, está en el armario. Tiene dos horas para ducharse, el equipo le ayudará a vestirse y arreglarse adecuadamente para una cena de negocios y memorizar este guion.

Me detuve, mi mirada se fijó involuntariamente en el calzado de Fernanda.

—Y por el bien de la pulcritud, Srita. García, por favor, arroje esos tenis rotos a un contenedor sellado. Parecen tener restos de cemento de la calle.

Fernanda miró sus adorados tenis desgastados con una expresión de dolor genuino, pero se recompuso rápidamente.

Extendí mi tableta. La pantalla mostró un documento con viñetas titulado: "FERNANDA GARCÍA: Perfil Biográfico y Familiar (Versión Oficial) ".

— Dentro de dos horas, la cena de compromiso con mis tíos. Son el último obstáculo para que el testamento sea validado. Necesito que sea creíble, Srita. García.

Ella tomó la tableta, el brillo de diversión volviendo a sus ojos.

— ¿Cena con los “tíos” en dos horas? Y tengo que ser creíble. Me encanta el riesgo. — Sospechó, pero esta vez con una falsa dulzura. —Solo una cosa, Sr. Vasilakis.

— ¿Sí?

— Ya pagué mis deudas con su dinero, ¿verdad? Y ahora usted está aquí pidiendo mi actuación. Usted necesita esto más que yo. Así que, aunque acate sus reglas de pulcritud, no espere obediencia ciega. No soy un mueble de su inventario. Soy la caótica mexicana que usted se vio obligado a traer a su ordenada vida.

Ella se volteó antes de que pudiera responder, su figura desapareciendo por el pasillo.

Me quedé de pie en el centro de mi salón perfecto, mirando la mesa manchada, la servilleta roja en mi mano.

Esto no es un contrato, es una guerra, pensé. Y por primera vez en mi vida, no estaba seguro de poder predecir el resultado.



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En el texto hay: divertida, matrimoniofalso, ligera

Editado: 29.10.2025

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