Se Busca Marido... no se aceptan devoluciones

Capítulo 12.

ALEXANDER VASILAKIS

El viaje de regreso a la mansión fue un ejercicio de contención nuclear. Subimos al sedán blindado. Elías se sentó al frente con el conductor, y yo me senté junto a Fernanda en el asiento trasero de cuero pulido. El silencio era total, roto solo por el suave zumbido del motor. Era un silencio denso, cargado con todo el ridículo que ella me había infligido en el Acrópolis View.

Esperé a que el coche se integrará al tráfico de la Avenida Kifisias antes de hablar.

— Te advertí sobre el Cero Caos —dije, mi voz un susurro peligroso que contrastaba con la calma de mi entorno.

Ella se recostó contra el asiento con una comodidad irritante, como si la cena hubiera sido un spa y no una ejecución pública.

— Y yo te advertí que soy mexicana, Alexander. Y nosotros somos afectuosos, alegres y divertidos. ¿Qué esperabas? ¿Qué me sentara en silencio como un adorno? Eso habría levantado más sospechas que la plomería. Además, eso paso en mi departamento, claro no hubo un superhéroe, pero si una deuda con el plomero de la esquina.

— ¡Plomería! —La palabra salió de mi boca como si fuera un escupitajo. — ¿Sabes el riesgo que tomaste al improvisar con ese nivel de estupidez? Ellos me conocen, y es cierto yo no ayudaría a una desconocida.

— ¿Estupidez? Fue lo único sensato que dije en toda la noche, y fue lo único que los hizo dudar. ¡Tu familia y tus socios creen que eres un robot! Un pequeño toque de "humano que arregla tuberías" era necesario para ablandarlos.

Me giré completamente hacia ella, invadiendo su espacio personal.

— No soy un robot. Soy un hombre de orden. Y tú, Fernanda, por lo que veo eres un gran problema que necesita una solución.

— Y tú eres el experto en soluciones eficientes, ¿no es así, “mi Vasilakis”? —Su burla era la peor. Usar la cursilería que acababa de usar frente a mis tíos era un ataque personal.

Apreté los puños, la disciplina al borde del colapso.

— No vuelvas a utilizar ese nombre de esa manera. Y te prohíbo terminantemente volver a mencionar la plomería o cualquier otro detalle verdadero y desastroso de tu vida. El guion es la única realidad. Apégate al plan.

— Y el guion es aburrido y falso. Tu fantástico plan dice que me conociste en una galería de arte. ¿Sabes la única razón por la que yo iría a una galería de arte? Por el vino y comida gratis. ¿Crees que yo podría convencer a la Sra. Petrová de que soy una crítica de arte que viaja espontáneamente? si mis únicos viajes espontáneos son de México a Guadalajara. Y de Arte solo conozco las pinturas de Frida Kahlo y Diego Rivera y eso porque fui a la Casa Estudio de Diego Rivera, una vez.

Tenía un punto. Su capacidad de mentir era nula, y su honestidad caótica era un arma que no había anticipado.

— Bien —dije, adaptándome, creando un nuevo plan de contingencia en milisegundos. — A partir de ahora, solo dirás verdades a medias. Pero solo la verdad que te dé permiso de decir.

Ella irritada, pero con la sonrisa de quien acaba de ganar una pequeña batalla.

— Lo que me lleva a los Vans. Encontré mi tenis justo antes de salir, y noté que no estaban en la basura.

La miré, impasible. — La Señora Petra me informó que había una amenaza biológica en el vestidor. Ordené que fueran descontaminados profesionalmente, no desechados.

— ¡¿Descontaminados?! ¡Alexander! ¡Por Dios, solo era tierra de tu jardín!

—Sí. Son un riesgo. ¿Sabes cuantos gérmenes pueden traer esa tierra, aunque sea de mi jardín? Y si vas a ser vista como mi prometida mañana en la reunión de prensa, debes comportarte. No seas obstinada y por favor sigue con el plan.

Ella se mordió el labio inferior, ya no por diversión, sino por rabia.

—Escúchame bien, Alexander. Tú compraste mi deuda. No compraste mi dignidad. Y la próxima vez que me llames estúpida o accesorio, o que insinúes que mi vida es una amenaza biológica, te armo la tercera guerra mundial. ¿Entendido?

Sus ojos oscuros ardían con una intensidad que no había visto antes. Era una amenaza seria, no la burla de antes.

Me acerqué, mi voz baja y firme, estableciendo el último límite. —Entendido. Pero este matrimonio es un negocio, Fernanda. Y en los negocios, el rendimiento deficiente tiene consecuencias.

— ¿Y cuál es la consecuencia, Alexander? —ella me desafió.

— Que, a partir de mañana, vivirás en estricto cumplimiento de mis horarios, mi dieta y mi código de vestimenta 24/7. Y me acompañarás a la oficina. Te mantendré bajo mi supervisión y vigilancia. Serás mi sombra.

— ¿Me vas a poner a trabajar? — preguntó ella, con una mezcla de horror y fascinación.

— Te voy a poner a ser una esposa funcional. Empezamos a las 6:00 a.m. Con ropa deportiva. Para después irnos a la oficina juntos.

La dejé con esa amenaza mientras el coche se detenía en la puerta de la mansión. Me bajé sin esperar. Ella había ganado la guerra del restaurante, pero yo acababa de ganar la guerra de la agenda.

*****

Por fin es Viernes!!

No se ustedes pero presiento que Alexander la va a castigar.



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En el texto hay: divertida, matrimoniofalso, ligera

Editado: 29.10.2025

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