Se Busca Papá

CAPÍTULO 1

—Trae tu mano y la tocas así. Con caricias suaves, de arriba hacia abajo.

—¿A…así, señor?

—Exacto, eso es.

—Vaya. Está realmente firme esto.

—Ni te imaginas, cuando más rápido es el movimiento, más firme se pondrá y más te gustará a ti.

—Vaya. ¿Ya puedo?

—Sí… Cuando gustes. Solo un poco más y…

El móvil a mi lado se pone a sonar y a vibrar. El cielo y las estrellas se cierne delante de mi campo visual cuando mi mano se arrastra a duras penas por el escritorio mientras tanteo el aparato en mi mano.

Es frecuente que reciba llamados en este horario, pese a que suelo manipular a gusto mis propios horarios. Tengo en claro cuáles son mis obligaciones diarias y semanales, pero no tengo que cumplir asuntos de rigurosidad más que reuniones, giras y firmas. Así que el llamado puede esperar.

—¿Quieres atender?—me pregunta ella.

—N…No, tú sigue.

El móvil se apaga un segundo.

Pero vuelve a sonar.

Caramba, qué sucede ahora.

Vuelvo a mirar.

Llaman desde la oficina inmobiliaria donde tengo algunas propiedades como renta de apartamentos y salones. Por otra parte está mi labor dentro de la escritura y en cuanto conferencista, pero eso ya lo tengo saldado a partir de la oficina montada en el piso donde vivo y donde suelo recibir algunas visitas fugaces como esta reciente amiga a quien acabo de conocer y contactar mediante Citas Ahora App.

Hoy salgo de Varsovia a una gira. Puede que sea importante, puede que tenga que dejar algo finiquitado antes de salir.

—Aguárdame un momento, por favor—le pido.

—¿Seguro?

—Sí, luego te sigo mostrando cómo haces este batido correctamente.

—Claro… Ansiosa lo espero para seguir batiendo la crema. Ji, ji, ji.

La miro con cierto recelo al escucharla reírse de esa manera que me resulta con cierta vergüenza ajena.

Salgo de la cocina pasando de las copas y el vino que permanece en su lugar y atiendo el móvil mientras me afirmo en el amplio ventanal con vista en dirección a la ciudad. El piso queda en un quinto piso y vivo solo con una gata castrada que en este momento reposa encima de mi escritorio, a un lado de mi computador portátil.

—Sí, Ela.

—Señor Zajac, disculpe molestarlo. Sabía que saldría de viaje hoy.

—Aún no, puedes decirme.

“Estaba batiendo crema con una amiga, mostrándole cuál es el punto justo en que debe endurecerse para que no se pueda echar a perder” pienso hacia mis adentros, pero no es lo que contesto a continuación.

Tengo un mensaje de mi asistente quien me lleva la agenda.

“Su vuelo sale en tres horas, señor.”

Caray. Se me hace tarde. Ela, apresúrate.

—No sé muy bien cómo explicarle esto.

—Solo habla. ¿Es por uno de los apartamentos? ¿O los salones comerciales?

—Ejem, no. Han venido dos niños a buscarle.

—¿De qué hablas? ¿Qué niños?

—Desconozco, señor. Solo se aparecieron, me dijeron que lo buscaban a usted, les dije que no se encontraban aquí y dijeron que le esperarían.

—¿Esperarme para qué?

—Simplemente no lo sé.

Que tenga nociones, no hay niños con los que pueda vincularme directamente, mis sobrinos viven en Varsovia pero apenas están en su escuela de dos y tres años, no pueden haber llegado a la oficina así como así.

—Ela, ¿qué edades tenían? ¿Eran dos varones?

—Una nena y un varón. Y no lo sé, juzgaría que entre cinco y siete años.

—Mmm, es extraño. ¿No había algún adulto esperándoles fuera?

—Realmente no lo sé. Me dijeron que no, así que fui a servirles un vaso con agua y a llamar a la policía.

—¿Llamaste?

—Cuando regresé ya no estaban.

—¿No?

—No, lo siento.

—¿Y qué querían esos niños?

—Si regresan, trataré de retenerlos.

—Y llama a la policía de inmediato, Ela. Por favor. Sabes que ni siquiera tengo hijos como para tener que responder por dos criaturas que no tengo idea de quiénes son.

—Por supuesto, señor. Disculpe. Y supe lo de su gira con la editorial por las diferentes ciudades, eso es maravilloso. Felicidades. Leí su libro “Pensar y Poder”, fue una excelente lección de liderazgo.

Busco prontamente una manera de cortarle a la conversación mientras mi amiga se aparece desde la cocina para buscarme en la sala.

Así que me apresuro en precipitar un cierre a la conversación con Ela:

—Debo colgar, me avisas ante cualquier novedad, ¿sí?

—Claro, señor. Hasta luego. Buen viaje.

—Gracias, hasta pronto.

Clip.

Una vez que dejo el móvil, un nuevo mensaje aparece de parte de mi asistente en la pantalla del móvil.

“Señor, el pre-embarque es en hora y media, ¿dónde está que no lee mis mensajes?”

Suspiro.

Me vuelvo a mi amiga.

Y le digo:

—No tengo mucho tiempo, así que batamos la crema rápido, por favor.

Ella me dedica una sonrisa cargada de picardía y le vuelvo a dar el batidor para hacer nuestro postre delicioso.

 



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En el texto hay: millonario, humor romance drama, padre e hijos

Editado: 01.05.2023

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