Se Busca Papá

CAPÍTULO 3

Una vez que llego al edificio, agradezco que los portones del aparcamiento en el subsuelo estén abiertos ya que aparcar al frente en esa calle es un auténtico caos. Meto el auto cuesta abajo y la sombra del subsuelo me enceguece por un momento luego de la intensa luz que hay fuera. Tendría que haberme puesto las gafas oscuras.

Avanzo hasta dar con mi objetivo: un lugar entre medio de dos coches al final; en horarios de oficina es complejo encontrar que estén aparcados en orden, así que aprovecho ese lugar al final para avanzar con el auto y quedarme aquí.

Sin embargo, en cuanto abro la puerta, una mano se aparece.

Es una mano grande.

De hombre.

Que se afirma en el borde de la puerta y la retiene.

—Oye, qué diantres te crees que… ¡AAAAHH!

En cuanto levanto la cabeza para ver al tipo a la cara, descubro que tengo el cañón de un arma apuntando directamente al punto entre mis ojos.

—P…pero q…qué haces… ¡qué quieres!
Él levanta las manos, ya dejando de lado la opción de arrancar nuevamente el coche y salir a toda prisa del lugar.

¡¿Quién diantres se dejó el portón abierto del aparcamiento?!

—Dame mi dinero, idiota—dice él.

Viene vestido de negro.

Tiene una capucha negra.

Pero juzga que el tipo ha de rondar los treinta y cinco o cuarenta años por su voz y el porte físico que yace delante de sus ojos.

—¿Tu…qué?

—Mi dinero. El que me debes.

—¿YO te debo dinero a TI?—suelto, perplejo.

—Sí, ¡ahora!

Sacude el arma y le quita el seguro.

—¡AH, POR LA VIRGEN SANTA!—suelto en un imperioso pedido de auxilio. ¿Es que nadie va a entrar en este momento?—. ¡Sólo…déjame buscar cuánto tengo en mi billetera y te lo doy!

—¡TODO lo que me debes!

—¡Que yo no te debo nada, caramba!

—¡AHORA!
Su dedo está listo para presionar el gatillo.

—¡YAAA, YA, PERO POR FAVOR, NO DISPARES!—le imploro, sintiendo la gota gorda sudando de manera fría por mi espalda.

Arrastro mi mano hasta la guantera y saco mi billetera. Tendría que tener otro arma, pero no sé si sea buena idea armar un desastre ahora mismo con un tiroteo en el que seguramente puede que yo salga perdiendo, sin tener conocimiento alguno de disparar.

Saco el dinero que tengo aquí. Tres mil zlotys.

Se los paso.

Me mira con indignación y una risita socarrona en el rostro.

—¿Con esto piensas compensarlo?

—¡Es todo lo que tengo ahora, lo juro!

—Regresaré a buscarte. Y si no estás aquí, te buscaremos dondequiera que estés.

—¡Pero no debo nada les digo!

—Faltan quinientos mil zlotys. Y con el tiempo se incrementan los intereses.

—¡¡¡QUÉ DIANTRES!!!

Me da un cachetón antes de marcharse. El tipo se sube a una moto que está a un costado y me advierte con la voz en alto:

—¡Buscaremos en unos días lo que falta! ¡Estás advertido!

Y se va.

Quedo perplejo, petrificado. Absolutamente aterrado con la situación.

P…pero…¿que le debo qué a quién? ¡Es imposible! ¡Cómo diantres acaba de suceder esto!

 



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En el texto hay: millonario, humor romance drama, padre e hijos

Editado: 01.05.2023

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