Se Busca Papá

CAPÍTULO 8

 

—¿Qué es esto?

—Verduras. Coman. A los niños les hace bien comer verduras.

—¿Tú qué comes?

—Hamburguesa con patatas fritas.

—¿Como en las películas?

Cada vez que Alenka me pregunta eso suelta una risita pícara. Me lo dice ya como los personajes de dibujos animados que tienen frases fijas solo para rematar un chiste, pero en el caso de ella puede que lo diga porque realmente jamás ha ido a comer a un centro comercial, ni hablar de otros lugares más lujosos.

Ellos tienen carne asada con verduras, he pedido una porción que han repartido en dos lo cual parecen estar disfrutando bastante, aunque no conozcan este tipo de sabores. Sujetan los cubiertos con las manos enteras y muerden el trozo de carne.

Ulises es quien está sentado a mi izquierda y empuja su plato en mi dirección. Me observa a través de sus gafas gruesas:

—¿Me puede cortar la comida?

—Ejem…

Miro hacia todas partes. ¿Qué va a pensar la gente? ¡Creerán que soy el verdadero padre!

—A mí también—pide Alenka, pasándome su plato.

Me lo pienso un rato hasta que acepto.

Tomo los cubiertos y les corto la carne en trozos pequeños. Me agradecen en cuanto lo aceptan y los veo comer con apetito esta vez mucho más cómodos.

Al instante recibo una llamada de mi editora jefe en la editorial y también es quien me representa en las plataformas digitales de ventas.

Al mismo tiempo descubro que tengo una llamada perdida de mi abogado. Le dejé un mensaje pidiéndole que me llame.

Creo que me tengo que preparar para una buena.

No puedo tampoco hablar delante de ellos, así que les advierto:

—Chicos, me debo apartar un momento para atender una llamada. Coman tranquilos y se quedan aquí, luego regreso.

—¿Nos dejará solos?—pregunta Alenka—. Mamá dice que hay gente mala que se roba niños que están solos.

—Mira esa pared de allá—le señalo una bastante próxima.

—Ajá.

—Bueno, ahí estaré, donde podrán verme.

—Vaya tranquilo, nosotros le esperamos—advierte Ulises, dejando su tenedor a un costado.

—No, no—le digo—. Coman tranquilos, sin problema.

Entonces asiente y me muevo. Cuando me levanto, descubro que ha puesto su libro parado en la silla como si fuese un osito de peluche al que los niños sientan para comer.

—Tu no sabes leer, ¿verdad?—le digo a Ulises. Algo me da la certeza de que hace como que lee. El libro tiene la portada y contraportada medio arruinadas, lo cual me hace pensar que el libro o fue comprado usado en una tienda de segunda mano o verdaderamente lo lleva a todas partes.

—Mamá dice que si nos envía a la escuela, puedo aprender a leer y escribiré libros como hace mi papá por lo cual es muy popular y querido por mucha gente—me contesta él, con su gesto inmutable de siempre.

—Oh… Ya. Está bien. —Trago grueso, con las palabras como si me hubiesen dado una bofetada—. Enseguida regreso, ¿sí?

Me aparto y les mantengo con la vista fija mientras comen. Alenka le habla a Ulises y suelta risitas, pero Ulises parece un niño demasiado triste, o bien, demasiado serio. Me parece que desde que nos encontramos, no se ha sonreído ni una sola vez.

—Krysta—digo en cuanto percibo que la editora jefe me contesta.

—¿Stefan? Oh, vaya, qué placer poder escucharte. Sabes…estaba preparando todo creyendo que ya estabas arriba de cierto avión y me llama tu asistente para pedirme reprogramar la firma de libros mañana.

—Sí, así es.

—P-pero… Me temo que no es posible. Sabes cuán difícil es conseguir lugar en la mejor biblioteca pública de todo Nueva York para que tengas esa firma, vendrá mucha gente a verte, las butacas del auditorio ya están todas vendidas.

—Estoy seguro de que podremos volver a llenarlas para unos días más adelante.

—¿Unos días? Vamos, Stefan, no quisieras hacerte con el desprestigio.

—Es un inconveniente laboral, Krysta, no porque yo realmente deseaba que esto sucediera, sabes cuánto amo viajar y conocer a mis lectores.

—¡Exacto! “Por amor, se supera cualquier obstáculo”. ¿No fue lo que escribiste tú mismo alguna vez en tus libros?

—No, jamás escribiría eso.

—Pero lo piensas.

—Mmm, algo.

—Bien, entonces te pido que superes tu obstáculo laboral y tomes el avión que sale por la madrugada.

—Realmente no sé qué tan posible sea eso, Krysta.

—Entonces hazlo posible. Porque tú mismo dices siempre que todo eso posible y eso es cierto, lo fundamental hasta el cansancio.

Suspiro.

Puede ser.

Entonces me lo pienso un poco más y contemplo una ligera opción que luego la desestimo por completo, aunque podría ser la única por la cual yo pueda ir hasta allá y conseguir la firma a tiempo.

—Además—añade ella—, he conseguido cerrar contrato con la agencia de traducción. Había pactado un almuerzo con ellos, pero ahora podría ser una cena.

—¿Una agencia?

Mis libros han sido originalmente publicados en polaco, pero actualmente también están disponibles en inglés, ruso, italiano, portugués y francés.

—Así es. Ellos te podrían traducir hasta en quince idiomas más, incluyendo el inmenso mercado de habla hispana al cual queremos entrar desde hace tiempo y otros más pequeños, pero no menos importantes como el griego o el hebreo.

—Vaya. Eso es…fabuloso.

¿Mis libros en tantos idiomas? Serían unos veinte idiomas. ¡Es magnífico! Cada que surge una oportunidad así me siento muy feliz.

Aún recuerdo hace un tiempo cuando firmamos convenio para la adaptación en docuserie para Netflix con mi libro “Poder y pensar”, la analogía que se hará con la política y los testimonios, todo ha sido magnífico, esperan resultados tan altos como los que hizo años atrás The Secret y su franquicia.

Suspiro, me lo pienso y asiento:

—Bien. Haré lo que sea posible. Te aviso en unas horas, ¿sí? Mi asistente estará en contacto luego. 



#773 en Otros
#261 en Humor
#2173 en Novela romántica
#743 en Chick lit

En el texto hay: millonario, humor romance drama, padre e hijos

Editado: 01.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.