El proceso resulta mucho más difícil de lo que pensaba que podría llegar a resultar antes de iniciar con el proceso de compras.
Me mantengo en vilo todo el tiempo para saber si alguien nos está siguiendo u observando. Los niños también parecen estar inseguros; me pregunto cuánto tardarán en un proceso psicoterapéutico, probablemente años. Han vivido cosas demasiado traumáticas aún para la edad que tienen. Nadie, a ninguna edad, merece vivir y pasar por lo que ellos probablemente han estado pasando.
La primera parada es por una óptica donde sacan el aumento de las gafas de Ulises y le hacen otras, pero ideales para el tamaño de su carita y con vidrios nuevos, no tan rayados como los que tiene y con anti reflejos UV cosa que resulta primordial para él, siendo ta pequeño y aún en desarrollo.
En la óptica compramos también unas gafas de sol para ambos, incluso para Alenka quien parece mostrarse celosa de que le he comprado de aumento a su hermanito, pero para ella no. Acto seguido vamos por ropa.
La lista de ropa no se termina más, la cantidad de bolsas nos obligan a ir un par de veces hasta el auto para guardarlas porque estamos demasiado cargados.
En la tienda de niñas, le pido a la dependienta si se puede encargar de cambiarle la muda a la niña y acepta.
Por último, nos damos una visita hasta la librería. Es Ulises mismo quien me pide pasar por acá y le dice a la señora que atiende:
—Disculpe, quisiera saber si tiene libros de Stefan Zajac.
Ella abre grandes los ojos y me mira a mí.
Entorna los ojos y ahí viene el asunto de usted es el autor y bla, bla. Termino dejando firmados unos cuantos libros y les compro algunas lecturas acordes a sus edades, principalmente clásicos para niños a partir de los cuales tienden a edificarse todas las demás historias.
Cuando quiero acordar, afuera el cielo ya se ha teñido de rosa y el sol ha comenzado a ponerse en el horizonte.
Tengo algo de lo cual ocuparme de inmediato.
Una vez que estamos en el coche, les pregunto qué quieren cenar. Dicen solo lo que conocen, pero me prometo que primero iré a darles un baño y cambiarlos porque considero que merecen una cena mucho más digna.
En cuanto estamos en la puerta del piso donde vivo en Varsovia, tomo el toro por las astas y escribo en mi móvil…
“Oye, Fray. Necesito pedirte un favor. ¿Puedes gestionarme una cita online para mañana a primera hora? Debo hablar urgente de algo contigo. Gracias por ser el mejor abogado del mundo.”
Envío el mensaje.
—¿Qué haremos ahora?—pregunta Alenka.
—¿Esta es su casa?—insiste Ulises, observando el edificio a través de sus gafas nuevas mucho más amoldadas a su rostro.
—Está claro que no vive en un edificio para él solo—le dice la niña.
—Ya lo sé, pero hay gente que vive en apartamentos lujosos como en las películas—le reta él, y se abstiene de decirle que habla bobadas.
—Niños—me vuelvo a ellos—. Debo hacer un llamado super importante. ¿Pueden hacer silencio un momento, por favor? No quiero tener que bajarme del auto y perderlos de vista esta vez, ¿es posible?
Ellos se quedan como si les hubiese retado.
Bueno, un poquito sí.
Mucho mejor.
Me aseguro de que el coche tenga seguro puesto y, acto seguido, me vuelvo para marcarle a mi editora quien no demora en absoluto nada en responderme:
—Krysta.
—¡Querido Stefan! ¡Al fin! ¡Estuve esperando tu llamado!
—Sí, aquí estoy.
—¿Pudiste solucionar tus asuntos? ¿Te espero mañana por la mañana? Tengo todo listo para sacar tu boleto, ya lo reservé incluso.
—De eso quería hablarte.
—Por favor, dime que son buenas noticias.
—Depende.
—¿A ver, cariño? No te sigo.
—Puedo viajar, siempre que haya una opción extra.
—¿Una opción extra? Pon tus condiciones, soy tu hada madrina esta vez.
—¿Qué posibilidad hay de pedir dos pasajes extras para dos niños? Van conmigo. Tienen que estar sí o sí a mi lado en el avión. ¿Puedes conseguirlo?