—Cariño, ¿estás bien? Parece ser que vieron un fantasma.
Krysta es fabulosa. Nos ha conseguido hotel para los tres en el lugar que antes nos indicó por lo que el lujo será algo que abunde en la estadía de los chicos acá en Nueva York. Espero que puedan estar durante el resto de la gira, pero también quisiera que estemos tranquilos de que nada malo nos va a suceder.
Lo cual es paradójico, considerando todo lo que ha venido sucediendo en este último tiempo que no tiene en absoluto que ver con lo que tenía planificado para mi vida hace tan solo ¡dos días! Pero que me hago responsable… Puede que algunos actos no fueron pensados con la mayor coherencia y me haga conducido a este fin. Lo que sí pensé, deseé y planifiqué lo conseguí, pero también lo que hice sin pensar ni planificar.
—Tranquila, Krysta. Luego te explico.
—¡Oh! ¡Y estos pequeños!—suelta, maravillada al notar mi compañía—. ¡Pero qué bellos son! ¿Qué edades tienen, criaturitas?
—Cinco—contesta Alenka mientras vamos caminando en dirección a la puerta donde los taxis aguardan para buscar a los pasajeros.
—¿Cinco? ¡Es una maravilla! ¿Qué tal estuvo el vuelo, no les gustó?
Lo dice porque se hace evidente que han estado llorando.
Ella añade:
—Debe haber sido agotador, demasiadas horas. A veces lo niños lloran también cuando vuelan por primera vez. ¡Mucho ruido!
—Estuvimos llorando porque a mami se la llevaron los hombres malos—dice Ulises, volviéndose a ella.
Krysta pone cara de horror.
Y se vuelve a mí.
—¿Stefan?—me pregunta.
—Te advertí que eran asuntos familiares.
—¿Pero de qué hablan los niños, hay alguien que necesite ayuda?
—Sí—contesta Alenka—. Pero no sabemos dónde está mamá así que no sabemos dónde hay que ir a ayudarle.
—Y ahora que estamos lejos, menos que menos—le dice el pequeño.
Krysta se vuelve en mi dirección, preocupada.
—Cielo, si necesitas algo urgente, dímelo.
—Luego te explico, muchas gracias, Krysta. De momento, estar alejados de Varsovia es una buena alternativa para todos.
—Ya. Comprendo.
Su semblante parece claramente horrorizado.
Una vez que llegamos al transporte que nos aguarda fuera, el chofer nos ayuda a subir las maletas. Tras subir a los niños atrás y colocarles el cinturón de seguridad, ella me detiene para preguntarme:
—Cielo, ¿es cierto lo que dicen los niños? ¿Es algo grave lo que está sucediendo? Déjame ver en qué puedo ayudar.
—Ya estás ayudando con tenernos acá en Estados Unidos, créeme.
—¿Se llevaron a la madre?
—No lo sabemos. Puede que se haya ido.
—Qué horror, tenemos que hacer la denuncia.
—Sí, mi abogado ya está al trabajo en ello.
—¿Son tus hijos?
Arroja la pregunta que viene conteniendo a lo largo de todo este tiempo, seguramente desde que le dije que vendría con dos niños menores de edad.
—Eso no lo sé, está por verse. Pero ellos dicen que sí.
—¡¿”DICEN” que sí?!
—Ajá.
—¿No sabes si tenías dos niños por ahí?
—En efecto.
—¡Stefan, esto puede alertarnos a todos sobre tu imagen pública!
—Estamos en investigaciones, Krysta. Por mientras, quiero cuidar de ellos y protegerlos, no sé en qué pueda haberse metido la madre.
—¿Los buscaste o te los pasó a dejar?
—Solo se aparecieron.
—¡¿Así sin más?!
—Asegurando que son mis hijos.
—¡Pero si son idénticos a ti!
Me encojo de hombros.
Ella finalmente comprende que está preguntando demasiado y me asegura, con un gesto de preocupación impregnado en el rostro.
—Cariño—me dice, deteniéndome antes de subir; los niños aguardan expectantes dentro, ya están maravillados con el primer pantallazo que han tenido de un vuelo y de toda la ciudad de Nueva York en tanto lo que aún les espera—. No te preocupes, yo me encargaré de que los pequeños te acompañen mientras resuelves tus perjuicios legales con los abogados. Te propongo un buen equipo que te podrá asesorar.
—Es una opción—suspiro. No quiero seguir hablando de la madre de los niños acá, con todo el mundo alrededor y los chicos posiblemente esperando.
—Los productores norteamericanos están expectantes, no podemos decepcionarles. Prometo que los niños estarán cuidados al cien por ciento en cada una de las firmas, ¿sí? Solo no podemos hacer una devolución de tickets en ninguno de los destinos, lo sabes. Eso sería un escándalo y más aún si los medios deciden ahondar un poco en los motivos.
Ser orador y escritor de superación personal suele dar la misma popularidad con la que luego quieren meterte en la hoguera a cambio de una nota con altas visualizaciones. Por supuesto que no haré de esto un show, no quiero que perjudique a mi carrera ni que los niños se sigan viendo comprometidos.
—Por ahora, tratemos de llevarlo con discreción—le pido—. Al menos hasta que la situación se esclarezca.
—Cuenta con ello de mi parte. Sabes cómo te cuido a ti y a cada uno de mis autores estrella. Además…los niños, pobrecitos. La mamá.
—Por favor—le digo, notando que Ulises asoma su carita. Está escuchando.
—Te conseguiré una nana y lugar en todos los hoteles donde vayan desde ahora, ellos harán la gira contigo.
—Nada de nanas. Los niños irán todo el tiempo donde yo vaya.
—Pero las cenas y eventos, las negociaciones…
—Krysta.
—Bien. Bien.
—Y un pedido más, lamento molestarte tanto—. Esta vez soy yo el que la detiene.
—Dime, pero no me asustes, cariño.
—Detector de metales en la entrada de cada una de las firmas. Temo que los “hombres malos” tengan amigos en Nueva York…