La Biblioteca Pública de Nueva York debería estar entre las maravillas del mundo entero. Es una construcción magnífica, imponente, si bien no esperaba menos de la alucinante ciudad de Nueva York. Estoy seguro de que merece ser el espacio que, por excelencia, deben visitar las personas que hacen turismo por estos espacios a fin de conocer cómo merece ser la promoción de un sistema educativo y de bibliotecas ante todo el país. Sobre todo para los amantes de los libros, venir a leer acá ha de ser un sueño cumplido; para los escritores, claro que me lo tomaría con calma y no me costaría en absoluto la concentración a la hora de pensar en mis contenidos y rastrear inspiración.
También pienso que los gobernantes deberían venir a ver esta biblioteca, a fin de que puedan conocer y suministrarse de información al respecto de cómo debería funcionar el sistema de bibliotecas públicas de cada ciudad.
Si hubiera inversión como esta en cada país al que he visitado, sobre todo Latinoamérica, posiblemente no tendríamos que pensar el sistema de los libros como algo obsoleto ya que, si bien los libros van mutando con el tiempo en sus distintas presentaciones y alternativas de verse representados ante la gente que los consume, la industria editorial y el mercado papel configura uno de los puntos de partida más prometedores a la hora de formar y pensar en el futuro. Las bibliotecas son semilleros de grandes pensadores.
Me llena de alegría ver a los niños tan contentos dando vueltas por el edificio completo como si fuese un lugar lleno de superhéroes: mirando los libros, las estanterías y las salas de estudio con admiración, notando además lo imponente de la construcción. Por algo ha sido elegida en tanto locación para grandes películas como Los Cazafantasmas o El día después de mañana. Me enteré de esto gracias a que mi agente de prensa y redes sociales me sugirió compartir contenido al respecto; lo creamos durante el periodo del diseño de promocionales y lo compartimos, del mismo modo que sucedió con otros destinos cuales estaremos visitando pronto gracias a la gira que incluye ciclos de oratoria, lo cual permite cobrar tickets y reducir el público que viene en busca de una firma dando un margen limitado y no pasar largas horas firmando y firmando ejemplares, de esos momentos que te dejan la mano endurecida y la cabeza embotada de tantos nombres. Me sucedió una vez que le firmé el libro a una chica con el nombre de otra y en cierta ocasión también me pasó que abrí el libro y firmé sin darme cuenta de que estaba rayando en otra y no donde me señaló ella.
Por suerte, el amor que tienen a uno en tanto autor les permite no conservar los perjuicios al respecto, perdonar e irse contentas con una foto, un abrazo y un rayón en el libro, en lugar de una firma con dedicatoria como corresponde. Sobrevivo cada día con el perdón de mis lectoras por los actos cometidos, la venta de tickets consigue reducir los tiempos y darles un servicio de mejor calidad, además de cobrar como si fuese una estrella de rock. En un par de ocasiones algunos periódicos me catalogaron como la “estrella de rock de la literatura” cuando ni siquiera escribo en un sentido estricto “textos literarios”:
En fin, aquí vamos.
Llegamos al auditorio de la biblioteca donde se llevará a cabo la charla y luego la firma de libros se hará desde la puerta. Se busca que la fila sea lo suficientemente larga y llamativa como para salir del edificio y que le dé la vuelta, en tanto estrategia de promoción no solo para el servicio de fotografía y vídeo de la editorial sino para captar la atención de los peatones que pasen y distingan que algo magnífico está sucediendo ahí, vean mis libros y se decidan a entrar y comprarlos en el espacio de librería con el que cuenta la biblioteca, el cual está hoy al servicio de estanterías llenas de “Poder y Pensar”, “La magia de pensar en grande”, “Siete secretos para el éxito” entre otros, pero estos son nuevas ediciones así que están en primera fila al mostrarse en las estanterías.
Los niños están asombrados con las inmensidad del espacio, las butacas son maravillosas y están bien calefaccionadas. Estamos en los últimos tramos del invierno, por suerte allá y acá estamos en la misma estación del año ya que no les compré ropa de verano a los chicos. La diferencia es que Nueva York es mucho más húmeda que Varsovia, no obstante esta última es más fría. Es un frío más seco.
—¡Papá, yo le voy a observar desde acá!—me grita Alenka en primera fila mientras la gente de arte me muestra cómo están distribuidas las mesas vestidas, la pantalla gigante detrás, el sistema de audio, el micrófono y las cabinas.
—¡Hola, cariño!—le dice Krysta—. ¡Tu padre te verá fabulosa desde aquí!
—¡Y a mi también!—suelta Ulises, desde su lugar junto a Alenka. Acto seguido se mueve observando hacia atrás y enciendo el micrófono de vincha para advertirle:
—Señor Ulises—. Él parece asustarse y observa hacia atrás y a todas partes en cuanto me escucha—. Por favor, regrese a su asiento. Debe permanecer sentado durante toda la función, ¿okay? Junto a su hermana, en primera fila, donde Krysta pueda verles, e incluso yo también, ¿estamos?
Él se regresa corriendo con mi libro bajo el brazo y se ubica en primera fila. Todos sueltan una carcajada al notar que le he reprendido y hasta Alenka se ríe consiguiendo robarle una sonrisa al semblante triste de Ulises.
—Mi papi es una superestrella que firma autógrafos, se saca fotos con desconocidos y hace notas para la televisión.
Mientras terminan con los retoques de cabello, luego de que he dado los reportajes a distintos medios de prensa locales y de gran escala en la ciudad, percibo que Alenka le está explicando eso a la mujer que me arregla el cabello. Lo cual no es mucho esfuerzo, nada más retocar que esté todo en orden ya que no me gusta que se vea rebelde o desprolijo al menos mientras estoy frente al público.