Capítulo 5: Aileen
Esto es demasiado cruel si me pongo a pensarlo bien, llegar a casa totalmente sola, es aterrador, ya no está mi pequeño superhéroe ya que él está en el hospital, luchando contra los monstruos como los llama él.
Cómo quisiera estar todo el tiempo con el, cuidarlo y aruyarlo como cuando era un bebé. Como cuando era tan chiquito que cabía en mis brazos y no hacía falta más que un besito para calmar su mundo entero.
Ahora... ahora la que necesita calma soy yo.
Estoy cansada, las horas de trabajo en el hotel son terribles y más cuando pagan una miseria por qué no cubro todo el turno. Entre más cansada estoy, más vueltas me da la cabeza, más pienso tonterías, y más me dan ganas de romperme entera en un millón de pedazos para abarcar más.
Tenía tres llamadas perdidas de mi mejor amiga Vanessa, seguro me preguntaría que si qué tal me fue en el hospital, si Leo está bien, si tiene que llevarle algo... Pero no sé cómo decirle al resto del mundo que me siento terrible, que quiero que mi Leo esté conmigo, que siento que me voy a romper en mil pedazos y no sé como pegarme luego.
Ignoré las llamadas y me puse a lavar algo de ropa para llevarle mañana, por petición del doctor él debe de quedarse internado, asi que le llevaré todos sus peluches favoritos. No quiero que extrañe su casa...
Encendí la televisión mientras lavaba y la noticia que llegó a mi fue que Gabriel Martinez hace de las suyas de nuevo.
Me quedé viendo las noticias, por lo visto eran amarillistas, se decía que él de nuevo estaba ebrio, no era de sorprender, la prensa lo acabó cuando canceló su último concierto.
Ese hombre no tiene remedio... siempre metido en escándalos, mujeres y borracheras... nada nuevo bajo el maldito sol.
Me dolía en el alma saber que ese tipo de hombre era el papá de mi pequeño Leo.
Que su sangre corría por las venas de mi niño... aunque Leo era mil veces más puro que él. No había comparación.
¿Que clase de ejemplo podría darle si siquiera supiera que existía?
Mi celular volvió a sonar de nuevo y de nuevo era Vanessa.
Con pesar respondí la llamada.
—Hola —mencioné sin ganas de responder, estaba cansada de palabras bonitas, apesar de que fuera mi mejor amiga.
—Oye mujer, estoy afuera de tu casa, si no la abres me aseguro de tumbar la puerta y te voy a hacer salir de la cama.
—No estoy en la cama y dejame en paz que no ves que...
Se comenzaron a escuchar los golpes fuertes de la puerta y no me quedó de otra que ir a abrir, la conocía, ella no se daría por vencida tan pronto, esa mujer era como una... totalmente imparable.
Al abrir la puerta ella dijo:
—Mujer, ¿que crees? ¿que no voy a estar contigo? Estuve cuando mi pequeño Leo nació, incluso cunado te enteraste de que vendría, así que deja de ignorarme.
Me apoyé contra el marco de la puerta, agotada.
—No tengo ganas de hablar, dejame en paz, quieres, además debo de lavarle sus peluches y debo de buscar un donante, aparte debo de...
Vanessa no me dejó terminar de hablar cuando se dirigió al televisor y vio lo que miraba.
—¿Por qué no buscas a su papá? ¿No crees que Gabriel podría ser donante de Leo?
Me le quedé viendo por un momento, no estaba tan loca esa idea, Gabriel podría empezar a hacer algo por nuestro hijo.
Recordé lo que pasó hace años…
El momento en que pensé que le contaría que estaba embarazada...
Recuerdo que ese día me puse mi mejor vestido, el que más le gustaba, ese azulito que decía que hacía que mis ojos brillaran como estrellas. Estaba decidida... iba a contarle, iba a decirle que algo maravilloso venía en camino.
Pero justo antes de salir para encontrarlo, mi teléfono explotó de notificaciones.
Fotos suyas, noticias y chismes.
Gabriel, el gran cantante, el gran "ídolo", besuqueándose con una modelo de revista.
Yo solo vi su sonrisa estúpida en las fotos. Esa misma sonrisa que una vez pensé que era solo para mí.
¿Como iba a confiarle la vida de un bebé a alguien así? ¿Como iba a decirle "oye, por cierto, vas a ser papá" mientras él estaba tirado con una botella en la mano y uquizas na tipa en las piernas?
Sacudí la cabeza.
—Pero no sé cómo acercarme a él sin que su estúpido manajer se entrometa, Andrés no me dejará acercarme.
—Ese maldito no puede entrometerse —dijo Vanessa, cruzandose de brazos—. Lo hizo hace años y aparte Gabriel…
La interrumpí, harta.
—Gabriel es un maldito mujeriego —solté, sin poder contenerme—. Un imbé-cil que ni siquiera sabe lo que quiere, que cambia de cama como de calcetines... ¿Y ahora tengo que ir a pedirle ayuda?
Me llevé las manos al rostro, sintiendo la rabia y la impotencia mezclarse en mis entrañas. Estaba bien encorahinada
Vanessa se acercó y me abrazó fuerte.
—Lo sé, lo sé —susurró—. Pero Leo necesita a su papá, aunque sea solo para un maldito análisis. Después si quieres le escupes en la cara y lo mandas al demonio, pero ahora mismo, lo necesitamos.
Tomé aire, temblando por dentro.
—Investigaré donde se está quedando, así que lo buscaré y hablaré con él —dije, tomando aliento.
Vanessa aplaudió como si de verdad acabara de ganar una batalla o un billete de lotería y dijo que era lo mejor que podía hacer.
Yo solo pensaba…
¿Que demonios le voy a decir a Gabriel Martínez cuando lo tenga en frente?
¿Hola, te acuerdas de mí? Resulta que tienes un hijo y ahora necesito que los salves.
Suspiré pesadamente, mientras Vanessa comenzaba a recoger los peluches mojados para ayudarme.
—¿Sabes qué? —dijo ella—, puede que sea un imbécil mujeriego... pero a veces la gente cambia.
Me reí amargamente.
—¿Cambiar? Gabriel? —negue.
Vanessa soltó una carcajada, pero había tristeza en su risa.
—Uno nunca sabe. Tal vez la vida ya le dio en la madre lo suficiente como para que reaccione.