Se casó con La Otra

CAPITULO 1

—¡NO PUEDE SER! ¡ES UN HIJO DE LA GRAN…!

—Tranquila, cariñito, por favor, bájale un poco. Tendrás que superarlo de una vez por todas a Paolo.

—¡Es que tú lo estás viendo, Carmen! ¡Mira lo que me hizo!

—Deja de dar cotorra, él se lo pierde, Candela.

—¡Candela le daré a ese mal pari…!

—¡Ya! ¡Basta! ¡Que se vaya con esa! ¡Tu tienes tu carrera aquí en Italia y debes olvidarte de ese carajillo de una vez por todas!

—Se casó, Carmen… Me dijo que terminamos porque debía viajar por un tiempo y no quería una relación a distancia. Pero se casó con su ex.

—Sabes que nunca la dejó del todo. Tienes que hacer una nueva vida. ¡Supéralo de una vez, muchacha!

—¿Cómo quieres que lo supere si hace tan solo una semana que terminó conmigo? Dijo… Dijo que…

—Ya sabemos lo que hizo.

—¿Es porque ella sí es europea? ¿Porque su familia está bien posicionada?

—Ese pendejillo no tiene idea de lo que se pierde, de tu sabrosura latina, de tu inteligencia, de esa calentura que llevamos las dominicanas.

—Fue precisamente lo que le atrajo de mí en un primer momento…

—Pero se fue con esa que ¿de dónde es? ¿Suiza?

—Sueca. Supongo.

—No te llega ni a los talones esa. Con un chistar de dedos salimos a romper la noche romana y tendremos a los mejores italianos listos para comerse de estos chocolates ardientes.

—Carmen, lamento mucho hacerte pasar por esta situación.

—Descuida. Tarde o temprano esto iba a pasar.

—Tienes razón. Me lo advertiste muchas veces.

—Y no escuchaste.

—Ahora no, por favor.

—Cuando te recuperes, te lo diré. Yo te lo dije, muchacha, te lo dije muchas veces y ahora te tengo aquí dándome cotorra.

—¡Oye!

—Pero para qué están las amigas si no es para embriagarse cuando a una le rompen el corazón y para controlar que la otra no se acueste con el primero que le cae encima cuando ese corazón está roto.

—A ti no te sucede mucho eso.

—Porque ya sabes lo que siempre digo: preferible unas bragas en el suelo que el corazón en pleno duelo y perreo duro hasta el subsuelo.

—Es tu frase de cabecera.

—Toda la vida. Ya me dieron ganas de una mamajuana que nos suba la temperatura, preciosa mía.

—Llevo mucho tiempo sin beber una…

—Porque tú no sabes cómo esconder el alcohol en una maleta.

—¡¿Pasaste alcohol en tu último viaje?!

—Claro que sí, mamacita.

—Eres una…

—Y encontré un bar de bebidas caribeñas acá en Roma. Tenemos que ir mañana mismo. Digo, hoy, considerando que es de madrugada y debemos ir a dormir sino no habrá quién levante esas nalgas de la cama por la mañana.

—Jummmm, gracias Carmencita.

—Te conviene que la peda esté buena, que hasta que no te salga alcohol por todos esos poros del corazón agrietado que te ha quedado, no vamos a pararle, cariñito. ¡Date la vuelta y descansa que ahorita mismo apago la luz!

—Buenas noches, Carmen. Gracias…

—¡Sueña con un morenazo dominicano y olvídate del Paolo ese de una vez!

 




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