Se casó con La Otra

CAPÍTULO 8

 

—¿Te guedo dag un gueso miegras gonduces?

Mi amiga está de la cabeza, si apenas tenía alguna palanca que activaba su inhibición estando sobria, ahora con la borrachera se le ha desactivado sin duda alguna sin tener alguna clase de pudor o de sujeción ante la cantidad de barbaridades que es capaz de soltar, todas juntas sin piedad alguna.

Ella se arrima a él mientras está en el lugar de acompañante; Juan Antonio conduce con las manos sobre el mando y la vista al frente y el GPS con la dirección que le he advertido antes camino al apartamento de mi amiga.

—Mejor sería que te quedes con la mirada al frente, solo sugiero—dice él y me arranca una risita. Yo me hago la distraída en el asiento de atrás mirando en el móvil mis historias de instagram.

Por todos los cielos, no puede ser que Paolo me haya visto la historia y no haya venido estar noche al bar, le importo menos de lo que realmente me quiere hacer creer. Está claro que su vida de casado le impide hacer lo que quisiera, una parte de mí sigue convencida de que él sí que me quiere ver pero esa arpía se lo impide.

—Oh, vamos—insiste ella—. Solo segá algo gapidito.

—De hecho, no concuerdo porque si estás borracha y te beso sería sin tu consentimiento y eso no está bien.

—Glaro que sí. Yo te gonsiento a gue me gueses—dice él.

—Esperemos a aparcar.

—Y te subo a mi guarto y te gomo a guesos—insiste ella, echándose con la cabeza contra el respaldar mientras yo paso borracha las fotos de Paolo.

Dios santo, comienzo a arrepentirme de no haber activado esta noche el Drunk Mode porque he quedado demasiado obvia al poner en mis historias la ubicación, está claro que el mensaje era de “VEN A RESCATARME QUIERO VERTE”. Carmen me juzga de arrastrada, pero ella es exactamente igual que yo o aún peor, de hecho.

Hasta que lo hago.

Entro y descubro que ha estado en línea hace cuatro minutos.

¿Eh? ¿Tan tarde? Son casi las cinco de la madrugada. ¿Qué hacía en línea a estas horas este hombre?

Una vez que comienzo a figurarme la idea de que no habrá más opción que escribirle a fin de acompasar un poco mi desesperación, caigo en la cuenta de que puede existir un modo para borrachos en el chat, pero no existe para enamoradas despechadas que aún sobrias hacen cualquier clase de locura sin nivel alguno que les permita sostener la dignidad. Me pregunto si los hombres cuando tienen un desencuentro amoroso se comportan de la misma estúpida manera y mis amigas mujeres, Dios santo, parece ser el fin del mundo cuando algo así acontece sin importar que tengas 15 o 25, tiene la misma violencia para entonces; se vive de manera diferente, con pensamientos y cabeza distintas, pero sigue doliendo tanto como la primera vez que sucede. Dicen que el primer amor es el amor verdadero y que todos los demás solo son reminiscencias de ese primordial. ¿Será?

Sucede algo más en esta situación y es que me abandonó prácticamente a punto de llegar al altar, hasta tenía mi vestido de bodas, caray, y se fue nada menos que con su ex además de estar aterrado con su propia madre porque jamás me quiso a mí. Mientras más lo pienso, más me indigno, pero no puedo dejar de pensar en esto.

—Llegamos—anuncia nuestro flamante chofer.

—Gracias, aquí nos quedamos—le digo, con la cabeza echa un lío.

Abro la puerta y él me detiene:

—Emmm. Creo que necesitarás ayuda. ¿Cuántos pisos son?

—Primer piso. ¿Qué suce…? Oh, no. —Murmuro, observando la lamentable situación de mi mejor amiga completamente dormida en el asiento de acompañante del bombón que esta noche no se comerá por venir ebria como una cuba.

Trago grueso, agradezco no haber bebido tanto como ella, pero admito que mis reflejos y mis fuerzas no son las mismas.

No podría subirla.

—Necesito me ayudes con ella hasta las escaleras por favor—le pido.

—Lo supuse—admite—. Suerte que vine hasta acá.

—Gracias.

Acto seguido baja, le abro la puerta de acompañante y la toma en brazos. Al subirla por las escaleras, busco las llaves en la cartera de mi amiga y la coloco en la puerta trastabillando un poco porque me avergüenza demasiado saberme también un poco borracha. Se me caen antes de darle la vuelta y me disculpo con él.

Tiene una risita en el rostro.

—¿Te parezco divertida?—le digo.

—Eres graciosa.

—No te rías de mí.

Pero la risita nerviosa que me da en la cara demuestra que estoy muy preocupada por la situación, aunque me hace quedar más bien expuesta, en ridículo. Bendito sea el momento en el que decidí hacer esto, salir con ella si ya sé cómo es que se pone. Pero la despechada y la que querría olvidar todo era yo.

Una vez que entramos, le conduzco hasta la habitación y le pido:

—Déjala sobre la cama, porfa.

—Vaya.

Él abre los ojos grandes.

—¿Una cama king?

—Queen—le corrijo—. Equivale a tres plazas, como si tres personas pudieran dormir cómodamente.

—Vaya. Eso significa que…

—No—le corrijo—. No significa que le guste hacer chanchadas y si le gusta hacer cosas grupales es asunto de ella nada más.

—O-okay… No estaba juzgando—. Tras acomodarla a un costado, saco la frazada y la cubro, dejándola de costado en caso de que deba arrojar de vuelta algo, así no corre riesgo de ahogarse—. Está bien, cada quien sus intereses.

—Pues sí—admito.

—Entonces… Gracias—le comunico, a sabiendas de que es hora de que se vaya. Él da un paso en mi dirección mientras permanezco a los pies de la cama.

—A ti por permitirme ayudarlas—determina—. No me hubiera quedado tranquilo de saber que podrían haber necesitado ayuda.

—Debería ponerme empoderada y perrona diciendo que no era necesario, pero gracias. Sí que lo fue al final.

—Lo malo es que tu amiga…se perdió del beso que le prometí…

Trago grueso.

Y no consigo evitar que en cuanto menciona la palabra “beso” mis ojos se dirigen en dirección a sus labios.




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