CAPÍTULO 16
¿Toni?
¿Mío?
Okay, este chico ya se comió más galardones de los que merece. Sé que lo hace para hacerme reír y es precisamente el efecto que consigue.
“OK” le respondo y me manda la ubicación de una movilidad que viene a buscarme. No tarda en llegar, por lo que tomo un sobre elegante en el que meto celular, dinero, pastillas de mentas, un chicle por si debo limpiarme los dientes si algo se me queda atorado en la comida y algunas cosillas diminutas de emergencia. Decido hacer algo más: me coloco una gargantilla costosa que alguna vez me regaló Paolo. Brilla más que los dientes de “Toni” o casi tanto. Me sienta de maravilla en mi cuello, reposando en el hueco de mi garganta y me siento bonita.
Haciendo equilibrio con mis tacones (me fascina usar tacones, pero siento que en parte es una tortura la opción de poder darme un golpe en cualquier instante), salgo hasta el coche que me han enviado y me voy con chofer propio hasta la fiesta más elegantonta de mi vida. Inspiro profundo con el corazón hinchado, pensando en que todo ya terminará en menos de lo que realmente me imagino y me dejo llevar.
Miro el móvil.
Toni me envía una selfie en lo que parece ser un aparcamiento. Se nota que se ha vestido de esmoquin, pero la escasa iluminación no le hace justicia.
“Aquí te espero, bebé” me dice.
Consigue hacerme reír, pero le contesto como si me hubiera hecho enojar:
“No soy ningún bebé.”
Él responde: “Como usted diga, señora grande.”
“Tampoco soy una señora. Dime Cande y estamos bien.”
“Okay, Viejota Cancan.”
Me saca una carcajada que me hace sentir en vergüenza (temo que el chofer sea conocido de Antonio) y guardo el celular a la espera de seguir mi camino.
Una vez que salimos de la zona principal y entramos en la bodega donde se lleva a cabo el importante evento, noto los coches de alta gama, el lujo, las luces, las personas asombrosas que van de un lugar a otro y temo ser poca cosa ante todo lo que se ofrece aquí. Por todos los cielos, es magnífico.
Reconozco algunos diseños de vestidos, incluso uno que se hizo en el estudio de alta costura donde trabajo y me siento orgullosa de saber eso.
Cuando damos la vuelta y me deja en el aparcamiento, bajo y me siento con corazón en un puño de ver a Toni de pie con su esmoquin que le hace ver aún más esbelto. Yo tengo tacones, pero sus zapatos lustrados también le dan unos centímetros más y no caigo en la cuenta de qué pareceré entrando de su brazo al evento.
Todas quedarán derretidas.
Su caro perfume es aún más fuerte en cuanto lo confronto y se queda con los labios separados, observándome como si sus ojos pudiesen hacerme un escaneo profundo de cada centímetro de piel. Su espalda se ve aún más grande considerando que la cintura se le marca a la perfección con uno de los botones del saco prendidos, mostrando unos pectorales marcados con grandiosidad. Mamma mia, Dios me libre de los pensamientos cochinos que invaden mi mente sin siquiera contenerlo.
Me encojo de hombros y le pregunto, un poco incómoda de que se me note demasiado lo mucho que me gusta verle de este modo.
—Ya, ¿demasiado mal?—le pregunto, mientras otro coche entra y aparca cerca de nosotros.
—Me equivoqué tanto—dice él—, al decir que te verías hermosa con ese vestido.
Inspiro profundamente al saber eso y siento que el mundo entra en colisión al ser consciente de lo que acaba de decirme.
Porque ya sabía que no me vería suficientemente bonita; otra cosa muy diferente es que no me esperaba que pudiese ser tan cruel de verbalizarlo en voz alta.
—Pues te la aguantas—le contesto—porque ya me hiciste venir y sufrirás la pena de que todo el mundo me vea llegar junto a ti. Si quieres me dejas junto a las copas y la mesa de aperitivos y me avisas cuando sea la hora de irn…
—¿”Pena”? ¿Estás loca? Te ves absolutamente deslumbrante, Candela. De hecho, yo no puedo creer que voy a entrar de tu brazo a esa fiesta. Estás increíble, Cande. Gracias por haber venido. Solo, si quieres, de presto mi saco y cubres un poco de piel, si otro se atreve a mirar a mi chica esta noche, puede que me ponga como una fiera de celoso.
—Ya. Estás exagerando—. Le digo, poniendo los ojos en blanco, procesando lo que acaba de decirme sin terminar de creerle del todo, o al menos, sin bajar la guardia en lo que a sus estrategias de seducción respectan—. ¿Entramos?
—Por supuesto—me dice, ofreciendo su brazo y lo acepto colocando mis manos alrededor de sus amplios músculos y palpando la suave y costosísima tela de su atuendo maravilloso. No obstante, sucede algo que me deja de piedra. Él mira por encima de mí, mientras escucho el taconeo y conversaciones de personas que vienen caminando detrás de nosotros, posiblemente tras haberse bajado del coche que aparcó luego del mío y se aferra a mí para decir—: Mira, ahí viene nuestro objetivo de la noche. Es el principal inversor angel al que aspiramos con mi equipo convencer en algún momento. Es alguien con mucha iniciativa y compartimos propósitos por la innovación y un mundo mejor.
—¿Ah, sí?—murmuro.
Al volverme sobre mi hombro, quedo de piedra.
—Un momento—añade Toni—. ¿Ella no es…?
Sí.
Es ella.
Y él también.
El nombre de este último escapa de mis labios como si hubiese visto a un demonio en persona. Quizás al mismísimo diablo.
—P…Paolo…