Se casó con La Otra

CAPÍTULO 18

 

El lugar es lujo al máximo por todas partes, en cada rincón que sea que uno mire, se encuentra con gritos a viva voz que dicen ESTO ES ASOMBROSO, ESTO ES DE MARAVILLA, MIREN, MERECEMOS SER EL CENTRO DE ATENCIÓN Y TENEMOS MUCHÍSIMO DINERO. O bueno, puede que algo así.

Pero mucho no consigo concentrarme, pese a que poco conozco a las personas que están en el lugar o, mejor dicho, más allá de a quienes ya he tenido el placer de saludar hoy, no tengo idea en absoluto de quién es quién en este lugar.

Junto a Antonio permanecemos a los cuchicheos mientras nos abrimos paso en medio de la multitud de camareros y elegantes personas de altísimo nivel vestidos de etiqueta.

—Cuando pensabas notificarme que tu ex es nada menos que el popular inversionista Massera. ¡Vengo trabajando en esto durante meses, nada puede salir mal!

—¿Qué iba a saber yo que ya lo conocías a su padre? Además, mi ex es Paolo, no el señor mayor.

—Eso ya sería el colmo, igual tendrías que haberme advertido.

—Mil veces te dije que se llamaba Paolo mi ex.

—Se llama.

—Cierto. Porque no lo mato, aún.

—Hay miles de Paolos en toda Italia.

—Gracias por recordármelo.

—¿Juan Antonio? ¡Eres tú, qué gusto verte!

Un tipo de unos cuarenta se encuentra con Toni. Se saludan de manera enérgica, parecen ya conocerse desde hace tiempo. Este viene con una mujer de su brazo evidentemente embarazada, tiene las mejillas rosadas y el cabello negro recogido en un rodete, además de que su figura queda esbelta y magnífica en un vestido color carmín plagado de diamantes. Son diamantes genuinos, no me cabe duda alguna de ello.

—¡Víktor Pascal! ¡Mírate nomás, qué placer volver a encontrarnos! ¡Venga ese abrazo, hombre! —Ambos se saludan enérgicamente. Una vez que se apartan, esperamos ambas mujeres a que nos presenten.

Antonio mira a la esposa de su amigo y dice con los ojos grandes:

—¿Blanca?

—¡Sí!

—¡Mira esa barriga! ¿Otro en camino? ¿Ya cuántos van, con esta criatura serían tres?—pregunta, acariciando el vientre abultado de Blanca.

—Esta vez serán tres y cuatro al mismo tiempo—advierte Pascal.

—¿Mellizos?—me atrevo a preguntar, tomando el tono en italiano de la conversación.

—Así es—asimila Blanca.

—¡Oh, vaya, felicidades!—digo, conmovida por la situación.

—Gracias—me contesta la mujer.

¿Cuatro hijos? ¿En serio la gente al día de hoy sigue procreando familias así de numerosas? Vaya, además se nota que se quieren mucho. Parecen ser un gran amigo.

—¿Cómo va tu empresa, amigo? Tengo a colegas de mi firma que se han mostrado muy atentos al crecimiento que viene teniendo el mundo digital de los libros en este último tiempo—comenta Viktor y se apartan un poco mientras hablan enérgicamente.

Blanca tiene su mano:

—Lamento no haberme presentado como se debe. Mi nombre es Bianca Blanco. No “Blanca” como suele decirme tu marido, aunque me resulta divertido—suelta una risita y la miro completamente apenada.

—¡O-oh! ¡Vaya! ¡Lo siento tanto, suele confundir los nombres de verdad! —Creo que esto ha sido más para mí misma que para ella. Antonio parece tener una cualidad muy particular y es la de mezclar los nombres de las personas. Evidentemente no es solo conmigo, aunque sospecho que sí hay algo de intencional en él que busca molestarme.

—Al parecer, le he explicado muchas veces, pero no es molestia. ¿Qué hay de ti? No sabía que Toni tuviera esposa.

Cielos.

Le dice “Toni” eso da cuenta de que tienen un vínculo mucho más cercano de lo que podía suponerme. Está claro que Pascal conoce mucho de él, en dos frases le plasmó un repaso de su vida.

—No soy la esposa—le digo y me siento en aprietos de inmediato. ¿No lo soy? Claro que no, pero la verdad es que no sé hasta qué punto puedo y debo dar información y hasta qué punto no sería buena idea hacerlo. Entonces repaso mediante un escaneo mis recuerdos y utilizo las palabras con las que él mismo me presentó—: Soy, más bien, su compañera.

Ella parpadea levantando las cejas.

Sonríe.

—Claro. No hay problema en ello—dice, cortante.

Creo que ha pensado que soy una escort.

—No soy lo que estás pensando—le aclaro, tratando de no parecer muy poco interesante para ella.

—¿Una copa?

Un camarero es quien acaba de meter una bandera entre las dos.

—Para mi sin alcohol—dice ella.

El camarero señala a un lado:

—Champaña.

Y al otro:

—Limonada con menta

—Oh, gracias—dice ella.

Saca la limonada y yo la champaña.

Al probarlo, siento que mi interior suelta un chorro de dopamina de inmediato ya que el sabor invade todos mis sentidos con gran efusividad.

Es deliciosa.

Jamás había probado algo así.

—Vaya—murmuro—. Está rica de verdad.

—Es rosé.

—¿Qué?

—Champaña rosé dulce.

—Vaya, no sé nada de esto.

—Yo tampoco, es lo que puedo intuir por lo que veo.

—En fin, te decía, no soy una prostituta. —Suelto esta palabra por lo bajo, como si fuese una palabrota—. Verás, realmente soy la compañera de Paolo.

—¿Qué Paolo?

—De… ¡Toni!—. ¡¡CARAMBA!!

—Comprendo, bien. ¿Te habló de nosotros?

—No aún.

—Pronto lo hará.

—Gracias. Por cierto, tienes un vestido estupendo. Es un diseño magnífico, en verdad. Y lo reconozco.

—¿Ah, sí?

—Vittorino.

—¡Exacto!

—Yo trabajo para Vittorino.

—¿En serio? Soy fan de la marca y todos los atuendos que ofrece.

—Así es, son maravillosos.

—¿Eres costurera?

—Diseñadora.

—Sí. Eso. Disculpa, no conozco del área.

—Descuida, suelen confundir las labores. Y sí, eso es lo que suelo hacer. Diseñar y coser, ahí va la pasión de mi vida.

—Maravilloso. ¿Tienes diseños de tu obra que pueda conocer?




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