Se Paciente Conmigo |terminada|

8

ELIZABETH AYDIN

— ... Y si, eso fue todo lo que ha pasado desde que te fuiste. Pero no me cambies el tema ¿Porqué estás aquí? Se supone que venías en navidad. — Le digo a mi hermano mientras este se encarga de vendar mi tobillo.

— Es decir que no estás alegre de que haya venido, esperaba una mejor reacción de tu parte.

— Claro que estoy feliz de que te encuentres aquí, solo que no entiendo el motivo, pero... ¿Te vas a quedar mucho tiempo?

« Di que sí por favor. »

—De hecho, no, solo vine por 1 semana porque dentro mi unidad hicieron un concurso en el cual mi grupo ganó y la recompensa que nos dieron fue dejarnos regresar a casa por 1 semana, así que me tendrás que aguantar hasta el próximo viernes.

Y así pasó mi hermano contándome todo el día sobre cómo le ha ido en el ejército y no paró porque cuando cuenta algo que le apasiona no hay nadie quien lo pare.

Y así pasó mi hermano contándome todo el día sobre cómo le ha ido en el ejército y no paró porque cuando cuenta algo que le apasiona no hay nadie quien lo pare

Después de pasar casi todo el día hablando de las anécdotas de mi hermano, este decidió ir a descansar un poco, mientras yo termino de hacer la merienda. Para el jugo no tenía ninguna fruta por lo que decidí salir al patio trasero a buscar unas moras que crecen de manera salvaje.

Mientras las recojo empiezo a cantar pues ahora que no tengo mi walkman no puedo entretenerme con nada.

Cuando estoy terminando de recogerlas escucho la puerta de la cocina que da al patio abrirse de manera brusca y veo a mis padres salir de la casa muy enojados.

« Ay no ¿Ahora que hice? »

— ¡¿Cómo es eso de que te han visto en el auto de un hombre?! Y encima tu hermano me dice que te trajo en brazos a casa — Dice mi madre y de inmediato siento una cachetada que hace que pierda el equilibrio y caiga.

Al principio no entendía muy bien pero cuando comprendí que tal vez ella entendió mal la situación de esta tarde, traté de explicarle.

— Espera madre, déjame explicarte. — Digo, pero no me deja terminar.

— ¿Qué me vas a explicar? que eres una cualquiera y que ahora todo el pueblo sabe que eres una impura ¿eh?. — Recibo otra cachetada. — Que además dejó ir al pobre de Emir para irse a revolcar con cualquiera que se le cruce.

Ni siquiera pude abrir la boca para explicarle que todo es un malentendido cuando de inmediato sentí que me da 2 cachetadas más y no puedo hacer nada, porque se que si intento defenderme me irá aún peor con los castigos de mi padre. Por lo que dejo que desquite su rabia conmigo, aún cuando sé que no lo merezco.

— Ya déjala mujer, ni siquiera la has dejado responder. — Interrumpe mi padre y siento algo de alivio pues nunca había interferido para dejar que me explique.

Y de inmediato sin esperar otra oportunidad trato de contarle todo.

— Si madre, no es lo que piensas, lo que pasó fue que tropecé y me doblé el tobillo por lo que una persona que pasaba por allí me ayudó pues mis compañeros ya se habían ido y no podía quedarme ahí, te juro que no hice nada para manchar el honor de mi familia. — Derramo algunas lágrimas de la impotencia.

No les digo específicamente que casi me atropellan por hacer algo en el voluntariado, porque sería peor pues se que no me dejarían regresar, alegando que es peligroso y pasaría encerrada en esta casa para siempre.

Mi madre después de escuchar todo, solo me queda viendo y pienso que ella entendió que todo esto es un malentendido. No espero que me pida disculpas porque sé que no lo hará, pero que ella comprenda que no hice nada malo me basta y sobra.

Sin embargo, toda idea errónea que se ha formado en mi cabeza se esfuma cuando esta responde.

— Para mí, el solo hecho de tu existencia ya representa una deshonra para mi familia así que cállate. 

Siento un gran dolor en el pecho por lo que dijo, aunque es una pequeña frase, duele.

—Pero madre yo no...

—Arnold, ya sabes qué hacer con tu hija. — Mi padre asiente, como siempre. — Y para estar segura de que le diste su castigo lo harás aquí, frente a mí.

« ¿Castigo? ¿Por qué si no hice nada malo? »

—Isa, cariño ¿Puedes traer el látigo de tu padre?

Isa no tarda mucho en traer lo que le pidieron y decido girar la cabeza para no ver los latigazos que me dará, además no quiero ver la sonrisa de mi madre y hermana mientras mi padre cumple con el castigo.

Cuando giro mi cabeza a otro lado noto una figura parada entre los árboles que se encuentran alrededor de la casa, y cuando enfoco bien mi vista veo que es Ahmed el cual se encuentra con una mirada perdida donde mi padre está parado y comprendo que este no se ha dado cuenta que ya lo vi.

Y antes de comprender qué hace aquí mi madre corta mis pensamientos.

—Esta vez serán 10 latigazos, así que apúrate, no quiero perder el tiempo con tu hija.

— Madre ¿No sería mejor 20? Lo que hizo merece eso y mucho más. — Ríe Issa a la vez.

— Si, tienes razón, serán 20, ya puedes empezar.

Ni siquiera tuve tiempo de tratar de gritar por ayuda a mi hermano que se que vendría a ayudarme, cuando siento de inmediato los primeros latigazos.

Fueron 7 latigazos los que sentí hasta que escuché como alguien salía de la casa, y ni siquiera hice el intento de alzar a ver pues las lágrimas inundaban mis ojos por el dolor que sentía.

— ¡¿Qué creen que hacen?! — Escucho la voz de mi hermano y noto que se pone frente a mí cubriéndome con su cuerpo.




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