Se Paciente Conmigo |terminada|

31

Elizabeth Aydin

—Entonces, para concluir solo necesito una pequeña frase que te represente Eli, la pondremos en el libro. Puedes decirme ahora o puedes hacerlo otro día, no hay apuro. —Dice Kiral mientras recoge todo lo que usamos para la última entrevista en su pequeña maleta.

Me sorprendió que haya aparecido esta mañana solo. Tuve la esperanza de que en algún momento del día Ahmed o Baadir aparezcan, pero no lo hicieron. Incluso Kiral ha tenido que tomarme unas fotos que según él son muy necesarias para el libro. Me ha tomado demasiadas y la verdad no se si les sirva de mucho, pues en todas aparezco igual.

Antes de que Kiral se levante y salga corriendo, tomo la cámara en mis manos y hago que me preste atención.

—Te daré la frase que necesitas otro día, pero..., ¿Dónde están Ahmed y Baadir? ¿Por qué no vinieron?

Su semblante cambia drásticamente y no puede ocultar que se ha puesto nervioso.

—Bueno..., emmm, Baadir está enfermo y por eso no ha podido venir hoy, si..., por eso.

—¿Qué tiene? ¿Se siente muy mal?

No puedo dejar de sentirme culpable después de lo que le dije ese día y ahora me siento peor, porque es obvio que Kiral me está mintiendo, no soy tan tonta para no darme cuenta de que me está dando una excusa muy mala en nombre de Baadir.

—No, para nada, solo que no quiere contagiar a alguien más.

Decido no decir nada más sobre Baadir, pues tampoco quiero hacer sentir incómodo a Kiral.

—Entiendo y ¿Sabes algo de Ahmed?

Estira su mano para pedirme la cámara y yo cometo el error de dársela de inmediato.

—De él no sé mucho la verdad —mira su reloj—, bueno, ya me tengo que ir, adiós, Eli.

Sale corriendo y casi tira la cámara, pero la atrapa en el aire y se va sin mirar atrás.

Me lanzo al sofá y estoy a punto de sacarme los zapatos y acomodarme para tomar una pequeña siesta, cuando escucho que llaman a la puerta

Me lanzo al sofá y estoy a punto de sacarme los zapatos y acomodarme para tomar una pequeña siesta, cuando escucho que llaman a la puerta.

«No espero a nadie ¿Será la mamá de Emir? ¿Mi madre? ¿Ahmed o Baadir?»

Salgo de mi trance cuando el timbre suena con más insistencia. Me coloco bien los zapatos y trato de acomodar mi ropa por si es alguna visita inesperada. Dejo mi walkman a un lado con algo de fastidio, pues estaba justo en mi canción favorita del momento.

Me dirijo a la puerta con algo de expectativa pues ruego que sea alguien que no arruine mi día. Apenas abro la puerta, noto que no es ninguno de los que esperaba, de hecho, no es alguien que conozco. Es una mujer y noto que no es de aquí pues su vestimenta es muy diferente a la que llevamos todas las chicas del pueblo.

Estoy por preguntar quién es cuando me hace a un lado y entra a la casa sin siquiera decir una palabra. No cierro la puerta —por si acaso—, pero me acerco a ella sigilosamente para detallarla. Y a pesar de que lleva unos anteojos completamente negros, noto que está inspeccionando toda mi casa y supongo que no le gusta por la cara que hace.

—Disculpa —digo al fin— ¿Quién eres?

Se gira hacia mí y al igual que a la casa, me inspecciona de pies a cabeza. Cuando supongo termina, al fin habla.

—¿No me conoces? —niego con la cabeza— ¿No sabes quién es Anastasia Amery?

«El nombre me suena demasiado, de hecho, creo que lo he escuchado recién.»

Cuando no consigo recordar de donde me suena el nombre, hablo al fin.

—No, lo siento, la única Anastasia que conozco en la vida es mi profesora de colegio y no creo que seas tú, así que te voy a pedir por favor que salgas de mi casa.

Esboza una pequeña sonrisa y en vez de hacer lo que le pedí, se retira los anteojos y el velo que lleva puesto. Cuando termina, me quedo sorprendida por su belleza.

«Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.»

Noto que estira su mano mientras me da una sonrisa más abierta.

—Me presento, soy Anastasia Amery, soy la mujer de Ahmed Ülker —mi mente se queda en blanco— Lo conoces ¿Verdad?

Con esa simple frase me olvido de lo hermosa que es y dejo de detallarla. Solo puedo sentir como mi corazón empieza a latir más fuerte y a la vez se siente como si alguien estuviera apretándolo con todas sus fuerzas tratando de destruirlo.

«Ahmed está casado, está casado... ¿Por qué no me lo dijo? ¿Es verdad? Eso explicaría el velo que llevaba, claro que es su esposa, soy una tonta. Me enamoré de un hombre casado.»

Aun cuando no termino de reaccionar, siento como Anastasia toma mi mano y la entrelaza con la suya. Noto que hasta su tacto es perfecto. Y por más estúpido que parezca, no dejo de compararme con ella desde lo más mínimo como su tacto, hasta sus facciones. Cuando termino, me doy cuenta de que no soy nada comparada con ella.

—Perdón que haya entrado a tu casa así, pero me dijeron que mi Ahmed suele venir a esta casa y quise darle una sorpresa.

«¿Mi Ahmed?»

—Eh..., si, solía venir con su jefe Baadir, no sé si lo conozcas —ríe soltando una gran carcajada y hasta eso lo hace perfecto—. Bueno, supongo que sí. Pero creo que hoy has venido al lugar equivocado, pues desde ayer no los he visto a ambos.

Mi voz sale lo más estable posible, pero siento que en algún momento se me quebrará la voz.

—¡Oh! Que mala suerte la mía.

—Pero si quieres puedes ir a su casa, de seguro están ahí. Solo queda a una cuadra de aquí.

«Quiero que te vayas, por favor vete.»




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