AHMED ÜLKER
He hecho todo, literalmente todo lo que ha estado en mis manos para tratar de hablar con mi Sultana y saber si está bien o necesita algo, pero parece que todo está en mi contra. Intenté sacar dinero en el pueblo más cercano que tiene una pequeña sucursal de un banco, pero no me dejaron sacar lo suficiente, pusieron mil excusas y al final me aconsejaron ir a la ciudad si quería sacar más dinero, lo cual para mí no era una opción, pues no quería alejarme tanto de Hanan y de ella.
Traté de mil formas hablar con los padres de mi Sultana y encontrar alguna solución para sacarla de este problema, pero no pude. El alcalde ordenó que la familia Aydin no podía hablar con nadie y los tienen prácticamente encerrados en su casa. Pero eso no me detuvo, les dejé cartas por debajo de la puerta, pero nunca obtuve respuesta alguna y sé que, si las leyeron, yo los vi por una ventana mientras abrían el sobre, y aun así no movieron un dedo por su hija, por eso al final desistí y decidí no perder más mi tiempo con ellos.
Hubo dos problemas más de los cuales me ocupé el mismo sábado. El primero fue tratar de encontrar algo decente donde quedarme pues no iba a seguir viviendo con el imbécil de Baadir, podría matarlo solo al verle la cara y no quiero más problemas ahora. El segundo problema fue más bien un gran dolor de cabeza. Tuve que rechazar la mano de Elif que su insistente abuelo me estaba casi obligando a aceptar. Al final se dio por vencido y salió casi tirando la puerta de la casa donde me estoy quedando de lo enfadado que estaba.
«Pero hoy finalmente es el día, hoy pase lo que pase me la tengo que llevar de aquí.»
Me levanté muy temprano para tener todo listo, desde mis cosas que las tengo ya en el auto, hasta las personas que contraté que me están esperando afuera. Contraté a seis hombres con el poco dinero que pude sacar del banco. Ellos saben que seña haré para cada cosa que necesite lo cual para mi es más que suficiente.
Salgo de la casa casi corriendo pues de tanto pensar en los diferentes eventos que podrían llegar a presentarse, se me ha ido prácticamente todo el día. Cuando ya estoy afuera les doy las últimas indicaciones a los "guardaespaldas" y me subo al auto de inmediato. Mientras conduzco no puedo apartar la mirada de la caja que se encuentra a mi lado. Contiene una de las coronas que compré para ella en Turquía, la cual por alguna razón me ha dado algo de fuerza con solo verla e imaginarme a mi Sultana llevándola mientras nos escapamos de aquí.
Cuando paso por la casa de Baadir no puedo evitar frenar un momento frente a ella. Quisiera entrar a esa casa para sacar a Baadir a rastras si es necesario para que confiese la verdad, pero sé que de nada serviría. Ya lo intenté el domingo y lo único que encontré ahí dentro es un hombre drogado hasta la médula que solo se reía de mí y de la situación de mi Sultana. Claro que intenté golpearlo, pero Kiral tampoco me permitió acercarme tanto a él por lo que decidí no perder más tiempo con esa gente.
Aquí estoy, en la maldita plaza del pueblo donde todos se han reunido como si de un evento de entretenimiento se tratara. Desde la pequeña colina en la que estoy con mi auto, puedo divisar que los antagonistas principales ya se encuentran ahí, en primera fila para regocijarse cuando condenen a mi Sultana.
Los padres y hermanas de mi Sultana están detrás del alcalde, el cual se encuentra en una tarima riéndose y regocijándose con Elif y Emir que se encuentran sentados a cada uno de sus lados. Repaso mi vista por todo el lugar, para saber si mis hombres ya están en posición, pero me detengo cuando noto que Baadir, Kiral y Anastasia Amery se encuentran aquí y en primera fila.
«Los odio, a cada uno de ellos los odio, como nunca he odiado a alguien.»
Me bajo del auto cuando noto que la patrulla que la llevó ese día llega a la plaza. La gente también se ha dado cuenta por lo que se han empezado a golpear entre ellos para tener un lugar en primera fila. Ahora mismo me arrepiento no haberme bajado antes pues sé que me será muy difícil llegar hasta adelante.
Intento pasar entre la gente y lo voy logrando, aunque recibo uno que otro golpe en el camino. Cuando estoy a nada de llegar, tropiezo con una mujer que también trata de llegar adelante y ambos caemos. Por su perfil me doy cuenta de que no es una muchacha, es una señora, por lo que me apresuro a levantarla.
Cuando ya se encuentra de pie, el velo que cubría parte de su rostro se cae y con el mi alma al darme cuenta quien es la mujer que se encuentra frente a mí. Ella tarda en reconocerme, lo sé porque me detalla durante mucho tiempo y cuando se da cuenta a quien me parezco, sus ojos se abren sorprendidos.
—A-anastasia. —Digo casi en un susurro.
Es lo único que puedo decir. No puedo llamarla "madre" como alguna vez lo hice de pequeño.
«Antes de que me abandonaras eras mi madre.»
—Hijo —dice también en un susurro.
Suelto su mano de inmediato, como si me quemara su tacto.
Tengo en la punta de la lengua todo lo que siempre quise preguntarle cuando supe que me abandonó. Tengo tantas preguntas que ni siquiera sé con cual empezar. Pero antes siquiera de que termine de escoger la pregunta con la que empezaré el interrogatorio, la voz del alcalde me hace volver a la realidad.
Aun con la mente casi nublada me doy la vuelta para centrarme en lo que me importa ahora, Elizabeth. Ni siquiera me había dado cuenta de que ya la han puesto en medio de la plaza. A pesar de todo se ve bien y sin ningún rasguño, solo está un poco sucia y algo despeinada, pero eso no opaca su belleza.
Editado: 21.05.2022