AHMED ÜLKER
Y aquí vamos, con mi esposa y mi..., mi "madre" rumbo a Turquía. Jamás pensé que, por hacer caso a los deseos de mi abuelo y padre, podría regresar a casa con dos personas que toda mi vida pasé buscando. Primero, Anastasia, nunca dejé de buscarla, de hecho, siempre traté por todos los medios de contactar con ella, pero ahora me doy cuenta de que nunca estuve cerca de hallarla sobre todo porque todos estos años ha estado en este tipo de pueblos tan cerrados que ni siquiera conocen un celular.
Hablé con ella, no tanto como me hubiera gustado, pues apenas escuché el grito de ayuda de mi Sultana, corrí hacia ella, pero creo que las tres preguntas que le alcancé a hacer a Anastasia fueron suficientes para mí y espero que también lo sean para mi padre y mi abuelo. Será muy difícil el reencuentro, lo sé porque soy un Ülker y sé que mi padre no aceptará su regreso, así como así, pero yo no dejaré a Anastasia sola.
Tampoco pienso perdonarla tan fácil, sé que necesito asimilar muchas cosas que me dijo y necesito más respuestas de ambos pues no puedo escuchar solo una parte de la historia. En fin, incluso si no hay suficientes razones para perdonar a Anastasia, no dejaré que se aleje otra vez, esta vez no se irá tan fácil de mi lado.
La segunda persona con la que regreso ahora, también la estuve buscando por mucho tiempo. No puedo creer que en Vakirust siempre estuvo la mujer que me quitaría el aliento con solo una mirada, la mujer que me tendría prácticamente a sus pies si así lo quisiera y, sobre todo, la mujer que en tan poco tiempo he llegado a querer como nunca lo había hecho. No me gustan las comparaciones, pero cuando me empecé a dar cuenta que mi Sultana se estaba adentrando cada vez más rápido en mi corazón, empecé a hacerlo.
Comparé muchas veces la relación que tuve con Anastasia Amery, sus actitudes, su forma de actuar, incluso comparé el tiempo que me tomó enamorarme de Anastasia con el tiempo que se había tomado mi Sultana en adentrarse en mis pensamientos y corazón. Me abrume cuando supe la respuesta, me aterraba darme cuenta de que estaba dejando entrar muy rápido a una persona a mi vida, incluso pensé que mi viaje de regreso a Turquía me haría darme cuenta de que estaba equivocado, pero no fue así.
No pude y no puedo dejar de pensar en la señorita..., bueno, en la señora Ülker que ahora mismo se encuentra durmiendo mientras su cabeza reposa en mi hombro. Aprovecho este momento para detallarla otra vez pues no me canso de hacerlo y no lo haré nunca.
Empiezo por lo que más me gusta de ella y lo que siempre ha llamado mi atención, sus labios. Tienen el color y tamaño adecuado que hipnotizan cuando empiezan a moverse. Recuerdo que muchas veces durante las entrevistas que le hacía Baadir para el famoso libro, yo no escuchaba nada, me limitaba solo a ver cómo se movían sus labios y supongo que nunca se dieron cuenta.
Continúo con su cabello, casi ondulado y abundante que se enreda fácilmente —sus palabras, no mías—, tiene un color un tanto confuso para mí, a veces lo veo negro y a veces café, pero da igual, porque siempre se ve hermosa. Por último, sus ojos, que, aunque ahora mismo no puedo apreciarlos, los puedo recordar a la perfección. Tienen un color un tanto especial pues para mí son plomos y a veces negros, de igual manera hipnotizan cuando los ves.
—¿No crees que la desgastarás? —dice Anastasia sacándome de mis pensamientos.
—Es mi esposa.
—Yo no dije que no lo sea —ríe—. Eres igual a tu padre.
Su último comentario me hace sentir algo incómodo, pero aun así no me quedo con la duda que ha surgido en mí.
—¿Mi padre también te adoraba así?
—Si —suspira—, era incluso más intenso, pero a mí me encantaba.
—Creo que no te encantaba tanto porque lo terminaste abandonando —no planeaba decirle eso, de hecho, creí que solo lo había pensado y no lo había dicho en voz alta—. Lo siento.
—No te preocupes, no tienes que disculparte —me da una sonrisa sincera—. Pero ahora más que nunca sé que debemos hablar con tu padre, bueno, si acepta verme desde luego.
—Claro que lo...
Soy interrumpido por el guardaespaldas que va al frente.
—Señor, perdón que lo moleste, pero... —levanta un celular—, su padre se encuentra en la línea y quiere hablar con usted.
Me acerco para tomar el celular y antes de ponérmelo en la oreja veo a Anastasia, la cual no quita la vista del aparato. Al final decido ponerlo en altavoz para que lo escuche.
—Dime pa...
—¡Ahmed Ülker! —empieza y hace que mi Sultana se empiece a mover incómoda, pero no se levanta.
—Cálmate o te cuelgo papá —digo cansado.
Anastasia se ve algo consternada tras escuchar la voz de mi padre, incluso se ha puesto las manos encima de su boca y no sé si está tratando de contener su llanto.
—¿Colgarme? —estoy a punto de responder, pero continúa— A ti te voy a colgar del cuello cuando llegues a Turquía ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te comunicaste ayer conmigo? Ni siquiera he podido dormir desde ayer, esperé todo el maldito día y ahora me dices que piensas colgarme.
—Perdón papá, es solo que...
—Espera, espera —no entiendo— Tú no eres mi hijo.
«¿Se volvió loco?»
—¿Dé qué hablas?
—Mi hijo jamás pide perdón, así que tú no eres mi hijo —lo que faltaba—. ¿Dónde está? ¿Qué hiciste con él?
«Esto es ridículo.»
—A ver papá, cálmate, soy Ahmed, o te lo hubieran dicho los guardaespaldas ¿No crees?
—Pruébalo.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Solo mi hijo sabría la razón por la cual odiamos comer Karniyarik en la casa de los Ülker, así que dime.
Regreso a ver a Anastasia y se ve confundida, pues antes de que se vaya era el platillo favorito de toda la familia. Claro, lo era porque siempre lo preparaba ella y por la misma razón se volvió el más odiado en la familia cuando nos abandonó. Se que lo que le diré a mi padre le hará daño, pero es la verdad.
Editado: 21.05.2022