Sé que es mejor para ti.

Capítulo 1. La llamada del pasado. Elvira.

Me senté en mi mesa favorita en la terraza del restaurante “Premier” con maravillosas vistas al mar. Ya se ha convertido en mi hábito mañanero: tomar una taza de café aquí, antes de comenzar de nuevo mi jornada laboral, de nuevo escuchar los caprichos de las estrellas eternamente segundonas y asegurarles en su irresistibilidad y talento.

 Por supuesto, podría tomar el café en casa, pero aquí todo era relajante e inspirador. Mis ojos acariciaban una hermosa playa, un camino por el que corrían hermosos cuerpos entrenados, unas palmeras altas y los autos caros. Aquí se respiraba éxito y dinero.

- Su café, señora Brown, como a usted le gusta, con canela, - dijo amablemente el camarero, esperando una buena propina, y colocó una taza con la bebida de agradable olor frente a mí.

- Gracias, Den, - le dije, y puse un billete de diez dólares en la bandeja.

Hacía buen tiempo, mi estado de ánimo era perfecto, porque conseguí que Lara Wading dejó la idea loca de convertirse en Angelina Jolie, y el café también era maravilloso, pero mi impulso matutino fue interrumpido por el sonido de mi teléfono. ¿Facebook? Era muy raro. No usamos esta red social para publicidad, pero abrí la aplicación.

- ¡Eli! ¡Soy Olga! Qué bueno haberte encontrado en Facebook. - Leí el mensaje en italiano en el teléfono.

Una vez, en un momento de borrachera de limoncino nostálgica con mi amiga María, me registré en esta red social y luego me olvidé por completo de ella. Ni siquiera había fotos, ni información sobre mí, solo el nombre y apellido de mi exmarido, un cabrón, por cierto.

- Hola, Olga, ¿cuánto tiempo hace que no nos vemos?”, - Escribí, tratando de averiguar, quién me necesitaba desde el territorio de mi antigua patria.

- Casi veinticinco años, desde tu graduación. Fuiste a Roma para entrar en la universidad, justo después del bautizo de Leonardo. - Leí.

- El tiempo vuela tan rápido, - seguí la conversación, recordando ¿quién podrían ser Olga y Leonardo? Todo lo que pasó hacía tantos años, yo lo olvidara por completo, por eso no tenía en mi memoria esos nombres.

- Bueno, ¿cómo estás? - me llegó la frase de turno, que suele ir seguida de una solicitud de ayuda económica.

- Todo está bien, ¿y cómo estáis vosotros por ahí?”- Le pregunté, porque, con la información recibida, todavía no me había dicho nada.

- Bueno, poco a poco, el año pasado enterré a mi madre, tu tía. Quería avisarte, pero desapareciste sin dejar rastro, solo recientemente me enteré de que te casaste con un estadounidense. Si no fuera por Lena, no te habría encontrado nunca. Fue ella, quien me dijo, que tenías página en Facebook con el apellido de tu esposo. - me decía el siguiente mensaje.

Ahora algo me quedó claro. Olga era mi prima y su madre era la hermana de la mía. Leonardo, su hijo, era mi ahijado. La última vez, que lo vi fue hace veinticinco años, cuando todavía era un bebé muy lindo.

- Lo siento, Olga, no sabía, que me estabas buscando. Cuando me gradué en la universidad, marché de Italia rápidamente. ¿Recuerdas la guerra que tuve con mi madrastra? – escribí, - déjame tu número del teléfono. Te llamaré por la noche.

- De acuerdo, - recibí un mensaje con un número.

“Tengo que llamarle seguramente, porque ella y su madre eran las únicas personas, que no me dieron las espaldas, entonces.”- decidí.

Después del trabajo, me fui a casa. Me serví a mí misma una copa de vino y bastante tiempo pensaba, si llamar a mi prima, o dejar pasar, pero armándome de valor, introduje los diez números del teléfono de Olga. Era duro para mi volver atrás.

- Hola, te llamo, como prometí, cuéntame lo que te pasó, - comencé, sin preludios innecesarios, de una manera puramente americana.

- ¿Por qué dices eso? Todavía no ha pasado nada, solo quería establecer contacto contigo, somos familia, - respondió ella alegremente, pero en mis entrañas sentí, que mi prima estaba mintiendo.

- No mientas, ¿dime que pasó? Si puedo, te ayudaré encantada, - la aseguré.

- Eli, me diagnosticaron la misma enfermedad que a tu madre, - dijo mi prima en voz baja.

En un instante, todo el mundo se oscureció en mis ojos. ¡Olga se está muriendo!

- ¿Cómo? ¿Es este un diagnóstico acertado? ¿Puedes venir? Pasarás un segundo examen médico. Aquí, a pesar de todo, los médicos son mejores, - no quería creer en lo que me dijo.

- No, Eli, todo está confirmado. Es inútil. No me queda mucho tiempo. – respiró ella. - Quería pedirte no dejar de lado a mi hijo. Apóyalo, cuando yo no esté. Eres su madrina, por cierto.

- Entonces, ¿cuántos años tiene? ¡Es él, quien debería apoyarte ahora! - No entendí.

- Tiene veintiséis, pero lo tengo tan inadaptado para la vida sin mí. Entiendo, que es culpa mía. Cuando era niño, su abuela lo crio, ya sabes, y luego lo hice yo. Cuando Mario nos dejó por una mala mujer, Leonardo dejo de comunicarse con su padre. No tuvo un ejemplo masculino. Sentimos pena por él, porque el niño no tuviera el padre, lo defendimos y protegimos demasiado. Ni siquiera tiene novia. '' - Olga suspiró.

- ¿Qué? ¿Es gay? - No lo creí. Para una madre italiana sería una catástrofe.

- ¡Dios Santo! ¡No! Solo, que es muy tímido, retraído, dependiente, de voluntad débil, - defendió mi prima a su hijo.

- A lo mejor tú no sabes.

- Yo sé, porque no sale de casa, siempre esta en su cuarto con ordenador.

 - Entendí, - corté, - Espérame, vendré y me ocuparé de ti y de Leonardo yo misma.

- Sabía, que le ayudarías, - la escuché sollozar.

- No llores, todo estará bien, - le dije con firmeza, aunque estaba muy enojada conmigo misma.

¿Para qué prometí, que vendría? Esta conversación telefónica me inquietó y me obligó a volver al pasado, a los malos tiempos, que pasé entonces y que quería olvidar con todas mis fuerzas.




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