Sé que es mejor para ti.

Capítulo 4. “Hada madrina”. Leonardo.

- Cariño, ¿puedes encontrar una persona en tu Internet solo por su nombre? – preguntó mamá una vez.

- Claro, que puedo. ¿Para qué? - pregunté, sin entender muy bien, para que lo quería.

- Simplemente, las chicas y yo decidimos juntarnos con viejos compañeros de clase, sabes, que este año cumplimos treinta años de graduación, pero algunos nos perdimos de vista hacía muchos años. Así que pensé, que podrías ayudarnos a encontrarlos. -  dijo ella como sin importancia.

- Muy bien, dame sus últimas coordenadas.

- ¿Qué?

- Sus datos, nombres, apellidos, donde estudiaron, con quien se casaron.

- Ah, - me entregó una lista con varios nombres.

No podía negarle a mi madre tal nimiedad, así que me puse manos a la obra. Rápidamente encontré a casi todos, pero tuve unas complicaciones con una mujer. Se casó con un estadounidense, y conseguir sus contactos no fue tan fácil, tuve que revisar un montón de redes sociales, hasta que encontré su cuenta de Facebook vacía. Allí no había nada, ni fotos, ni siquiera un lugar donde vivía, pero no tenía nada más.

Entregué todos los contactos a mi madre y casi me olvidé de su pedido, hasta el momento, que un día por la noche ella, con un tono insinuante, me informó, que su prima y mi madrina, la tía Elvira de América, iba a venir a visitarnos. Para ser honesto, no me importaba quién venía y por qué. Pero mi progenitora me avisó, que ella vivirá en nuestra casa y de inmediato empezó a molestarme con este acontecimiento, cambiando mis planes para mañana, aunque, en principio, no había ninguno.

- Leo, ¿puedes ir mañana a Fiumicino y recoger a tu tía Elvira? - preguntó mi madre, como si no me obligara.

- ¿Y por qué? ¿Le cuesta coger un taxi o el tren? - Yo no entendía, porque tenía que molestarme y hacer un viaje de cien kilómetros.

- Bueno, ya sabes, ella no ha estado en Italia hace más de veinte años, puede confundirse o no entender algo. Mejor sería que tú la recogieras con el coche y la trajeras, y luego harás lo que quieres, - explicó mi madre.

- Está bien, ¿a qué hora llega? - pregunté, pensando, que, si la tía llegaba por la tarde, entonces, todo el mundo podría olvidarse de mí, porque tenía un juego en línea con mi “Princesa”.

-  A las diez y media de la mañana. – contestó mamá.

- Está bien, la buscaré. ¿Cómo la reconozco? - Estuve de acuerdo, dándome cuenta de que era inútil discutir con mi madre sobre ese tema.

Se levantó y sacó una revista de moda de un cajón de la cómoda.

- Aquí está, - mi madre me señaló a la espectacular joven de la portada.

- ¿Esa? - Miré y me sorprendí un poco.

De la foto me estaba mirando una mujer joven elegante con una mirada segura de sí misma a tope, y como yo sabía mucho de su historia, no podía creer que esa chica era solo tres años más joven, que mi madre. No encajaban en absoluto, como si cada una de ellas fueran de diferentes épocas. Por lo tanto, decidiendo que todo era un efecto de Photoshop, con que se pasaban estas revistas, fijé en los rasgos distintivos: un lunar en la mejilla del lado izquierdo.

Al día siguiente, mi madre me despertó al amanecer y me dijo, que era mejor llegar antes al aeropuerto, que quedar atrapado en un atasco y llegar tarde. Con pocas ganas me levanté, de alguna manera me lavé la cara, me vestí y me senté a desayunar.

- Tráela a nuestra casa rápidamente, porque, la pobre, después de doce horas en el avión seguramente se sentirá cansada, y a lo mejor tendrá hambre, o ganas de ducharse. En general, sé más cortés con ella, después de todo, ella es tu tía y la madrina. - me amonestó mi madre, poniendo en mi plato huevos fritos y trozo de Prosciutto di Parma.

- ¡Sí, lo entendí todo, mamá! ¿Y para qué viene a Italia? Durante veinte años no hubo una noticia de ella, ¿Para qué viene ahora? – pregunté desconfiado, o mejor dicho, molesto por temprano despertar.

- Bueno, ya sabes, existe una palabra "nostalgia". Quería volver a casa. - Respondió ella de alguna manera insegura. - Está bien, no hables más y come rápido, porque el tiempo pasa.

Como resultado, mi madre me empujó fuera de la casa tres horas antes de la llegada de su prima, cuando necesitaba una hora y media para llegar al aeropuerto, pero fue inútil discutir con ella.

Llegué a Fiumicino, dejé el coche en un aparcamiento de pago, calculando, por cierto, cuánto me costaría encontrarme con un familiar, que no conocía y no tenía ganas de conocerla, y me dirigí a la sala de llegadas.

Cuando finalmente en la pantalla de vuelos apareció la notificación de que su vuelo había aterrizado, comencé a mirar con cierta emoción los rostros de las personas que llegaban.

De repente mi mirada se clavó involuntariamente en una mujer joven con un chándal rosa, que actuaba como una reina de belleza en la pasarela. Noté, que no solo a mí, sino a casi todos los hombres, llamó la atención su llegada, había algo en ella, que atraía las miradas de todos. La miré y me di cuenta, que parecía mucho a aquella foto, que me enseñó mamá y que ella también estaba buscando a alguien. Ella dio la vuelta y vi un lunar en su mejilla izquierda. "¡Oh! ¿No puede ser?" – pensé sorprendido.

- ¡Tía Elvira! Estoy aquí, - grité, todavía sin creer, que esta impresionante mujer era mi madrina.

Se volvió hacia mí y noté su mirada de confusión. Parecía, que yo también la sorprendí.

P.S. ¿Que tal os parece el principio de esta historia? Espero vuestros comentarios.

 




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