Sé que es mejor para ti.

Capítulo 5. " El Ceniciento". Elvira.

Después de una noche repugnante, que pasé entre recuerdos y pesadillas, de repente quise hacer algo bueno en mi vida, para no convertirme en Victoria completamente. Decidí ir a Italia, donde no había estado durante casi veinte años, y ayudar a mi familia. Después de esa noche me vino en la cabeza:  “Vaya, tengo una familia, que necesita mi ayuda”.

Lo primero que hice, fue encontrarme con Megan, mi compañera y mano derecha. Ella, al enterarse de mi decisión de irme por tiempo indefinido a Italia para resolver los problemas familiares, abrió la boca de sorpresa. El estilo de vida estadounidense: "Cada uno a por lo suyo", no le dio la oportunidad de comprender el motivo, que me conmovió.

- ¿Por qué quieres interferir en sus vidas? Son adultos y saben perfectamente como resolver sus problemas, mándales el dinero, si quieres ayudar, pero no te metes personalmente, porque puedes romper la vida que llevan, - dijo Megan y seguramente tenía razón, pero ella no tenía esa dependencia italiana con sentimientos fuertes a la familia, hacia poco yo tampoco la tenía, por cierto.

- Tu no entiendes, mi prima esta muriendo y me pidió ayuda, no pude negarme. Por lo menos tengo que despedirme de ella. Estoy segura que llevaras bien el trabajo sin mí, y si ocurre algo de fuerza mayor, siempre estaré en contacto, - le aseguré.

Dos semanas después, cansada de un vuelo largo, aunque volaba en primera clase, yo entraba en la sala de llegadas del aeropuerto de Fiumicino. A pesar de fatiga, entré con paso firme, la cabeza levantada y empujando por delante el carro de mi equipaje. Ya era una costumbre, siempre deslumbrar con mi aparición, porque la dueña de una agencia de imagen tenía que ser perfecta.

 Olga me advirtió, que enviaría a Leonardo a buscarme, y pidió que no le dijera nada sobre su enfermedad. Eso me pareció un poco raro, pero mi madre tampoco quiso avisarnos hasta el último momento. Así que mis ojos vagaban entre la gente, que estaban ansiosos de encontrarse con los llegados, intentando averiguar, quien podría ser mi ahijado.

 Eran cuatro jóvenes, de la misma edad de Leonardo, pero una chica rápidamente corrió hacia uno de ellos y se colgó en su cuello, gritando de alegría, diciéndome a mí y a todo el mundo, que ese ya estaba ocupado. El segundo llevaba un uniforme de traje negro y con la mirada, que aseguraba complacerme en todo, se parecía más al chófer personal de una esposa de un alto gerente. También eché atrás a un gordo paleto, de aspecto descuidado y fui directo al último, el chico bastante agradable, que parecía a Olga. Antes de que pudiera abrir las manos en un abrazo, escuché una voz detrás de mí.

- ¡Tía Elvira! Estoy aquí, - me di la vuelta y casi me caigo de la sorpresa.

El mismo tipo gordo con ropa gris informal y cabello grasiento me estaba mirando. ¡Ay, Dios mío! ¿Este horror de hombre es Leonardo? El deseo de abrazar y besar a mi ahijado desapareció por completo. Es una pena admitirlo, pero después de vivir en Estados Unidos durante tanto tiempo y trabajar como creadora de imágenes, desarrollé el hábito de evaluar a las personas por su apariencia. La apariencia de Leonardo me decía, que era vago, caprichoso, insignificante y susceptible.

Obligándome a mí misma, le abracé sin ganas. Y que podría hacer, después de todo, era mi ahijado y mi sobrino.

- ¡Qué hermosa estás, simplemente impresionante! - mi ahijado me miró con admiración.

Sabía, que me veía espectacular. A mis cuarenta y dos años, nadie me echaba más de treinta. Vale, podría ser treinta y cinco, pero nunca me daban mis años. Tenía un cuerpo esbelto y bien trabajado en el gimnasio, cabello largo castaño recogido en una coleta alta y una cara joven y bronceada, gracias a mi cosmetóloga y buena genética. Me gustaba atrapar las miradas de todos y ser impresionante, aunque no siempre eran apropiadas a la situación.

- Sí, la apariencia debe corresponder al mundo interior, - dije, reflexionando en mi mente, ¿qué se puede hacer con este patán?

- ¡Pareces un hada del cuento! – Exclamó Leonardo, tomando mis maletas.

Sonreí ante esta comparación: "Bueno, Ceniciento, te pondré en orden y encontraré a la princesa adecuada, pero no tengo una varita mágica, así que tienes que trabajarlo tú mismo, cariño, como los siete gnomos en las minas, porque no puedo permitirme tener un ahijado con este aspecto".

- ¿A qué te dedicas, de que vives? ¿Cuánto ganas? - pregunté directamente en la frente, cuando entramos al coche viejo del año de su nacimiento.

En Estados Unidos esa pregunta seria en lo alto de la ignorancia y mala educación, pero estaba en Italia con mi sobrino.

- Soy programador, escribo juegos de computadora, pero trabajo para el ayuntamiento y todavía no gano mucho, veinte mil euros, - respondió con calma, como si todo le sentara bien.

- ¿Qué? ¿Veinte mil al mes? Es un buen dinero. - Empecé a respetarlo de inmediato y me alegré de haberme equivocado con su descripción a la primera vista.

- No, - se rio, - al año.

Ahora me reí yo. ¿Es realmente un desastre de hombre? Veinte mil euros al año eran mil ochocientos dólares al mes. En Los Ángeles, los diseñadores gráficos ganan al menos doscientos mil dólares al año.

- ¿Y eso te conviene? – le pregunté, esperando escuchar las quejas al gobierno malo, lo que normalmente hacen los outsiders.

- Bueno, el horario es libre, trabajo desde casa, no necesito más, - dijo flemáticamente.

“¡Antes de cambiar de cuerpo, necesita corregir su cerebro!” - pensé.

- ¿Tienes novia o chica? – Continué con el interrogatorio.

- Sí, - contestó sin firmeza.

- ¿A mí me parece, que nunca has estado con una chica? ¿A lo mejor te gustan más los chicos? - le pregunté y puse mi mano en su muslo, para establecer un contacto estrecho.

¡Oh! ¡No debería haberlo hecho! Casi volamos a la cuneta.

- ¡Tía! ¡Déjeme conducir con tranquilidad, no me toque! ¡Y no me gustan los tíos! - gritó Leonardo y empezó a tratarme de "usted".




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.