Sé que es mejor para ti.

Capítulo 7. Una intrusa invitada peor, que un hacker ruso. Leonardo.

Finalmente, mi "perfecta" madrina desapareció en el cuarto de baño. Ella ya me empezaba molestar mucho con su presión y sus estúpidas payasadas. Gracias a ella, casi me lanzo coche a la cuneta. ¡Y solo pasaron unas horas! Sentí que necesitaba alejarme de ella y orar a todos los santos, para que regresara a sus Estados lo antes posible.

Le dije a mi madre que iría a trabajar y me retiré a mi habitación. Me conecté a la red y abrí la ventana del juego. Mi querida "Princesa" estaba luchando sin ayuda con los monstruos, protegiendo "nuestro" castillo.

"¿Dónde has estado? No puedo aguantarlos sola," - llegó un mensaje de ella.

"Una tía de América vino de visita. Todo te salió bien, querida. ¡Eres muy hábil!"- Le contesté.

"Sí, muy hábil, mira, ya casi no me queda vida", - se quejó.

"No importa, te ayudaré ahora. Eres muy importante para mí, como nadie, así que tómate la mitad de mi vida", - sugerí.

"Sabía que eres el mejor y nunca me dejarías mal", - escribió mi amor y me envió tres stickers con beso, y yo le envié tres corazones.

Me dejé llevar tanto por el juego y la conversación con Fabiola, que no me di cuenta que Elvira se coló en mi habitación y se paró a mis espaldas.

- Leo, ¿por qué no ayudas a tu madre a lavar los platos? - por su voz exigente y el susto yo salté sobre la silla.

"¡Maldita sea! Me olvidé cerrar la puerta con llave. Ahora debo tener más cuidado", - pensé y rápidamente cambié la ventana del monitor.

- Estaba trabajando, - murmuré, aunque supuse, que ella veía lo que realmente estaba haciendo.

- ¡No me digas! No lo sabía, que matar los monstruos, es un trabajo, - dijo con sarcasmo.

- Para crear un juego, hay que saber como jugar, - contesté.

- Bueno, enséñame lo que hiciste, programador, – dijo ella con el tono de una profesora exigente.

Abrí la carpeta donde tenía guardado nuevo programa para las cuentas de ayuntamiento.

-Eso puede hacer cualquiera quien sabe Exel, enséñame lo que realmente hiciste, porque me dijiste, que escribes los juegos. Quiero verlo. – dijo Elvira con tono de sargento O´Neill.

“¿Por qué tengo que enseñarle algo? ¿Quién es ella, para hablarme así?” – pensé, pero no dije nada y abrí mi obra maestra. Mi juego realmente me parecía una creación perfecta, pero no sabía, cuál era la mejor manera de venderlo. Dos veces envié unos trozos del proyecto a las páginas de los desarrolladores, pero al recibir rechazo, simplemente dejé este negocio inútil.

Cuando Elvira acercó la silla a mí lado, me quedé paralizado por miedo, a que volviera a hacer algo parecido como en el coche, pero la madrina empezó a estudiar mi juego con interés.

- Sabes, yo, por supuesto, no soy un experto en juegos de computadora, pero me gusta. Buen diseño, una historia inusual, una trama dinámica, este no está mal. Vamos, enséñame el otro, - preguntó ella.

¿Qué? ¡Ella generalmente entiende cuánto tiempo se necesita para crear una cosa así!? ¡Ella cree, que es como freír papas!

- Es todo. El resto está en desarrollo. – contesté con poca seguridad.

Me miró como si yo fuera un tonto con arrepentimiento, o como si fuera un vago con condenación. Para ser honesto, no lo entendí, no pude descifrarlo en sus ojos.

- Está bien, puedes darme tu computadora, porque necesito enviar un mensaje al trabajo. Tengo que avisar a mi ayudante, que llegué bien y mandarle nueva dirección y número de teléfono. - preguntó de repente.

"¿Qué? ¡Pero quién le daría su computadora a un extraño!? ¡Es más fácil regalar al otro la chica amada! ¡Aunque, no! ¡A Fabiola no puedo!" - pensé y respondí.

- También puedes enviar un mensaje desde tu teléfono.

- Puedo, por supuesto, mandar desde el teléfono, pero necesito ver algunas fotos más. Mejor hacerlo en la pantalla grande. -  insistió.

- Leo, bueno, deja que tía Elvira trabaje, mientras tú sacas la basura, - acudió mi madre en su ayuda, muy servicial.

- Está bien, aquí está Skype, y aquí está el correo. - Tuve que aceptar bajo presión, - pero no vayas a ningún otro lado.

- Está bien, - respondió ella, sentándose en mi lugar.

Solo que ahora no le creí ni un poco. En mi interior estaba seguro, que ella entraría en todo a donde puede, mientras yo correría con un cubo de basura. Por eso puse unos cuantos bloqueadores, pero me olvidé del juego abierto.  No quería discutir con mi madre por esta espía estadounidense, especialmente porque necesitaba pedirle un poco de dinero para un regalo de cumpleaños para Fabiola.




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