Sé que es mejor para ti.

Capítulo 9. El doctor Carmona. Elvira.

El traje, que decidí poner para la reunión con el médico severo, tenía que confundirlo un poco y, en ese momento de su confusión, captaría toda su atención.  Un pantalón blanco de cintura alta, ajustada con ligeramente anchos abajo, una blusa roja con un lazo grande, que debería llamar la atención del médico y por supuesto, complementé este look con “Manolos” rojos de tacón y un pequeño bolso de mano del mismo color. Nada provocativo, pero sexy. "¿Este truco no funcionará con él?" - pensé por alguna razón, pero quité las dudas de mi cabeza. – “Él es un hombre maduro, y sabe apreciar la elegancia de una mujer.”

Salí de casa, cuando todo el mundo aún estaba dormido, cogí un taxi y fui al punto principal de mi aventura en tierra natal. A las ocho de la mañana entré en el centro de salud con la idea de conseguir una consulta para mi prima de esa eminencia de la medicina.

Se me olvidó o, mejor dicho, no sabía cómo concertar una cita. Las reglas eran muy estrictas y tontas. Por eso, en la recepción me mandaron muy lejos, deseándome suerte con Internet o, por intentar por el teléfono. Yo no entendía, porque tenía que llamar a las nueve, si estaba aquí y ellos empezaban el trabajo a las ocho. ¿Era tan difícil darme la cita? La enfermera no aceptaba ninguna de mis razones. Esto me indignó tanto, que de hecho armé un escándalo allí, exigiendo ver al médico jefe, o el director, o el gerente, o Dios sabe quién más.

- Señora, deje de comportarse como en un bazar. Las reglas son para todos. Y con los chillidos no conseguirá nada. - Escuché una voz detrás de mí, que me llamó "chillona".

Ya estaba excitada por el rechazo de darme una cita y sus palabras me cabrearon aún más. Lentamente, con la gracia de una pantera ante un ataque, me di la vuelta sobre mis talones, preparando una magnífica tirada de las palabras necesarias en ese momento y ... me encontré con los ojos de color de caramelo templado, que me tranquilizaron totalmente en un segundo. Era alguien del servicio médico, porque llevaba una bata blanca, no vi su rostro, estaba oculto por una mascarilla quirúrgica, pero los ojos me tenían incautada. Por eso decidí ir por otro camino.

- Lo siento mucho, no es normal en mí, pero estoy muy preocupada por una familiar mía. Debido a esta enfermedad, yo ya perdí a mi madre, cuando era pequeña, y perder a otra persona cercana a mí, sería el colmo de la injusticia. ¿No le parece? —Dije con mi voz más dulce: una mezcla de miel y vainilla.

- Sí, pero las reglas son reglas para todos. Debe entrar en la página del centro o llamar por teléfono que esta anotado allí mismo a partir de las nueve, - repitió él lo mismo, que yo escuché en la recepción y eso no era lo que quería oír.

"Sí, Elvira, estás perdiendo tus habilidades. Antes, él no solo habría organizado una cita con el médico, te habría invitado a tomar una copa de vino en un restaurante", - pensé y suspiré. - "¡Debo hacer algo!".

- Está bien, perdóneme, - fingí ir hacia la puerta, pero me balanceé contra la pared y apoyé con una mano, con la otra cerré mis ojos y agaché la cabeza.

Sabía perfectamente, que un médico no podría dejar tirada una persona, que estaba desmallando delante de él.  

- ¿Qué sucede? ¿Usted se siente mal? - Preguntó este hombre.

- No. No. No se preocupe. Todo pasara ahora. Es una migraña. Me pasa de vez en cuando, sobre todo, cuando estoy preocupada y nerviosa. – Balbuceé con la cara de lástima.

¡Qué bueno! que tomé unas clases de arte dramático con un director de cine, que no pudo pagar los servicios, que mi empresa le prestó. El irresponsable perdió todo su dinero en un casino de Las Vegas y me pidió un aplazar del pago, por eso como aval me ofreció estas clases. Él me gustaba como persona, por eso acepté, también porque me firmó un guion de una de sus películas.

-Señorita Julia, lleva a esta mujer a mi consulta, - ordenó a una enfermera.

“¡Por fin se ha despertado, de lo contrario pensaba, que me iría de aquí sin nada!” - pensé, y dije actuando en voz alta:

- Muchas gracias, pero no debería usted estar tan preocupado por mí, seguramente, tendrá cosas más importantes que hacer.

- Debería preocuparse usted primero por su salud. Una migraña a su edad es un síntoma peligroso, - dijo el doctor.

"¡Este no es un hombre de carne y hueso, sino una especie de robot! Por encima, ¡me llamó anciana!"- pensé realmente ofendida, pero seguí humildemente a la enfermera. Me llevó hasta la puerta en la que estaba escrito: "Dr. Carmona." No creí en mi suerte. Ese doctor-robot era el médico, que necesitaba para mi prima.

- Disculpe, pero ¿el médico que ordenó, que me trajeran por aquí era señor Carmona? - pregunté a la enfermera, para asegurarme.

- Sí, es Dr. Davide Carmona, el mejor cirujano del país, pero da unas consultas en nuestro centro totalmente gratis, - explicó ella con cierto argullo.

Entré en la consulta y me senté en una silla, frotándome las manos. Todo salió mejor de lo esperado. Diez minutos después apareció el doctor, se sentó a la mesa, abrió una especie de cuaderno y me preguntó:

- ¿Su nombre y apellido?

- Elvira Brown, - respondí y noté que él sonreía con los ojos de color caramelo, - sí, suena un poco extraño.

- Le conviene, - dijo bastante agradable y continuó. - ¿fecha de nacimiento y lugar?

- Tres de octubre de mil novecientos ochenta, nací aquí en Aticos, - respondí con sinceridad.

- ¿El número de Snills? - preguntó.

- Lo siento. ¿No entiendo?

- El número de seguro de la cuenta personal individual, - repitió él.

- Perdóneme honestamente, pero no lo tengo, tengo seguro privado de "Astamed". Acabo de llegar desde Estados Unidos y aun no descubrí, qué documentos podría necesitar aquí. - Me disculpé y le entregué mi tarjeta de seguro médico.

- Entonces eso explica su comportamiento en la recepción, - sus ojos sonrieron de nuevo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.