Sé que es mejor para ti.

Capitulo 11. Quiero cambiar mi vida. Leonardo.

Las palabras crueles e insultantes de Elvira me retorcieron el alma entera. Ya he aceptado el hecho de que nunca podré acercarme a Fabiola. De verdad, ya me ha bastado con comunicarme con ella en el chat del juego y seguirla desde el coche, cuando salía de la academia. Por supuesto, que me dolió verla en brazos de otro, pero no pude hacer nada, pero me tranquilizó el hecho de que en el chat compartió sus pensamientos más íntimos conmigo. Por alguna razón estaba seguro de que con el otro no era tan abierta, o simplemente querría pensarlo así. De repente yo recordé aquel día, cuando yo la vi por primera vez y casi la besé.

Seis meses atrás hubo una gran tormenta en la ciudad, las líneas de internet fallaron en casi todas instalaciones de municipalidad. Los técnicos no podían hacer frente a tanto trabajo y, a pedido de mi jefe, tuve que ir yo mismo a la academia para solucionar los problemas. Por supuesto, podría negarme y decir que este no era mi trabajo, que debo ocuparme de mis propios asuntos, pero no lo hice. Nunca podría contradecirle.

Tomé las herramientas y fui a la academia. Allí ya me esperaba la secretaria del rector y me acompañó hasta las cajas de registro eléctrico, donde había un Reuter. Dejé la caja de herramientas en el suelo detrás de mí, abrí la puerta de registro y comencé a buscar un problema. Terminé el trabajo rápidamente, solo tenía que atornillar la tapa de Reuter, cuando de repente la escuché reír, tan increíblemente fascinante, que automáticamente me di la vuelta, para ver quién se estaba riendo.

¿Para qué diablos hice? Vi a Fabiola y desaparecí en el mismo momento. Ella caminaba con su uniforme de la academia con dos de sus amigas por el pasillo hacia mí. Y me pareció, que era una princesa de cuento de hadas con sus damas de honor. Salía de ella un brillo extraño, que me cegaba. Cuando las chicas casi me alcanzaron y ella me miró con sus increíbles ojos castaños claros, dejé caer un tornillo dentro de la caja de registro. Las chicas se rieron de mí y llegué a mis sentidos.

Traté de sacar el tornillo, pero era imposible hacerlo con mis dedos gruesos, así que tomé unos alicates de metal, lo enganché y tiré. No sé cómo sucedió, pero, al parecer, toqué un cable eléctrico y recibí una descarga. No mucho, pero por sorpresa, di un paso atrás y tropecé con la caja de herramientas, caí al suelo con estrépito y me golpeé dolorosamente la cabeza.

Por un momento perdí el conocimiento, y cuando abrí los ojos, vi a mi “princesa” inclinada sobre mí. Ella me sacudía, y sus sedosos mechones de cabello claro acariciaron mi rostro. En algún momento pensé, que había muerto y me había ido al cielo. Sus labios estaban tan cerca de los míos, que involuntariamente quise alcanzarlos. Pero en ese momento, una fuerza desconocida la alejó de mí y escuché la voz de la secretaria:

- ¿Qué sucedió? ¿Como paso? ¿Está el vivo?

- No sé, él mismo se cayó, pero ya recuperó el conocimiento. - respondió con incertidumbre "princesa", sin dejar de mirarme.

- Está bien, ve a clase, lo resolveré yo mismo.

Las chicas me la quitaron, pero ella se llevó mi corazón. Después de este incidente, perdí la paz. Al principio pensé, que me pasaría, pero no pude olvidarla. Empecé a seguirla desde mi coche, solo para verla. En ningún momento no me atreví acercarse a ella y hablar. Era impensable. Quería saber más de ella, por eso empecé a buscarla en todas las redes sociales, aunque no sabía ni su nombre, ni su apellido, pero la encontré.

Tenía página en Instagram, de allí averigüe, que le gustaba un juego. Yo también jugaba, pero no en este. En una semana llegué a ser uno de los mejores. Un día recibí su petición de agregarla a los amigos. Así comenzamos a comunicarse, primero solo por el juego. Yo le contaba mis trucos, cómo pasar los niveles, como adquirir más dinero y puntos. Luego empezamos a conversar sobre otros temas. Cada día me enamoraba más de ella.

No era tonto y entendía perfectamente que, aunque no hubiera sido tan perdedor en la vida, ella todavía no me habría hecho caso. Las chicas como Fabiola necesitan a otros chicos, no a gordos feos sin un centavo en el bolsillo, como yo. Sabía, pero rechazaba esta verdad, voluntariamente hundiéndome en mis fantasías.

Y hoy Elvira lo dijo todo en voz alta. Eso era lo que me cabreó. "¿¡Qué se permite!? Vino de visita, ¿por qué no vaya a los museos y teatros? ¿Por qué se mete en mi vida?" – Pensé, mientras lavaba frenéticamente los platos sucios de mi habitación. - "¿Cómo puede ayudarme? ¿Me convertirá en un príncipe? No creo en los cuentos de hadas".

Habiendo terminado con los platos, abrí el refrigerador, saqué unas lonchas de queso, prosciutto y unas albóndigas de mi madre y me acerqué a la ventana. En el campo de deportes, los muchachos jugaban al baloncesto, jugaban muy bien. En este momento pensé, que nunca había jugado al baloncesto (el videojuego no contaba), nunca había ido a una discoteca, nunca había andado en kayak, como mis compañeros de la universidad, nunca había viajado, nunca había probado los labios de una chica, nunca había vivido.

 De repente me di cuenta de que, si no hago algo ahora, simplemente nunca entenderé lo que significa vivir. La última frase de mi madrina pasó por mi cabeza: "si quieres cambiar, ven, te ayudaré".

Devolví las albóndigas en el frigorífico, porque tales pensamientos me quitaron el apetito por completo, y fui por el pasillo hasta la habitación de Elvira. No es que estuviera inmediatamente de acuerdo con todo, simplemente decidí escuchar, lo que ella me ofrecería. Pero incluso en ese momento, comencé a dudar, si necesitaba todo esto y si estaba listo para el cambio. No tenía respuesta para estas preguntas, así que no me atreví a tocar su puerta y entrar.

 De repente, su puerta se abrió sola y la madrina apareció con una sonrisa de suficiencia. Me di cuenta de que perdí esta batalla.

- Sabía que vendrías. Hiciste paso correcto.




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