Sé que es mejor para ti.

Capítulo 15. ¿Cómo convertir un sueño en la realidad? Elvira.

Mientras preparaba los sándwiches de queso fresco y tomate, estudiaba de reojo la expresión de la cara de Leo, cuando él estaba mirando las fotos en mi teléfono. Estaba sorprendido, interesado y complacido. Pero lo más importante, vi que no todo estaba perdido. Tenía ganas y esperanza. Eso era el mayor incentivo.

Puse un plato con tres bocadillos y café sobre la mesa. Olga intentó cortar salchichón, pero la detuve con una mirada asesina. Ella entendió rápidamente y se sentó en una silla en silencio, poniendo la comida no aceptada de nuevo en el refrigerador. Desayunamos en silencio, mi prima se fue a repasar los cuadernos de sus alumnos y nosotros fuimos a la computadora.

-Quiero ser él, - dijo Leo y me asusté, cuando vi, que él escogió.

Megan me envió tres opciones de transformación. El primero, era el más sencillo, diseñado para seis meses de trabajo. Un estilo de vestir informal, un cuerpo tonificado, pero no de un atleta, cabello en un poco de caos, pero cuidado y de estilo. En general era una especie de chico sencillo, pero de buen gusto. Me gustó esta opción, era la que más le sentaba y no había necesidad de romper su carácter. La segunda opción era una especie de un tipo de oficina: un traje caro, cabello limpio, la cara bien cuidada y cuerpo atlético. Para sacar esto de mi ahijado, serían necesarios diez meses de trabajo duro por su parte y elevar su autoestima de cero al diez. Pero Leo no pensó bien y eligió la opción más difícil e imposible - un “macho-man".

Traté de convencerlo de que en este caso debería cambiarse como persona y lo mejor sería detenerse en la primera opción, porque psicológicamente estaba más cercana a él. Convertirlo en un símbolo sexual no sería nada fácil. Habría sido más fácil parirlo de nuevo, que hacerlo cambiar, pero se empeñó.

-Ya que eres tan genial, hazlo, - me desafió.

Ya me arrepentí cien veces, por no haberle dado a mi asistenta instrucciones más detalladas. Megan hizo todo, como solíamos hacer con los clientes. Enviamos tres opciones de transformación, dos de las cuales eran reales y la tercera era un sueño. Debajo de cada opción había las condiciones, el precio y cuántas horas al día debería dedicar el cliente para convertirse en lo que quisiera (en el caso de Leo, ella no escribió el precio, menos mal).

Los americanos son gente que saben contar el dinero y sobre todo su tiempo. Por eso ellos, por lo general, escogían la opción más rápida y más barata, y Leo era un italiano ingenuo y creó en los sueños, o mis habilidades, como un tonto, solo que yo no era un hada, no tenía una varita mágica y él tendría que trabajar ocho horas al día para alcanzar su sueño. Intenté explicarle, pero eso tampoco lo detuvo.

- Ya que lo has decidido, no perderemos el tiempo, busca buen nutricionista en una clínica privada, - le di la tarea, - ahí pasarás las pruebas. Mientras yo buscaré el entrenador para ti.

Después de desplazarme por una docena de anuncios, me detuve en uno. Era un ex militar, sargento mayor retirado, combatiente cuerpo a cuerpo y se parecía a Jason Statham, el actor de “The transporter.” Me gusto por su aspecto y sobre todo su mirada asesina de tipo duro. "Le dejará sin aliento", - pensé, y con seguridad marqué el número de teléfono, que encontré en la página web.

Me contestó una chica, la recepcionista de su gimnasio. Le pedí concertarme la cita con el entrenador y ella amablemente me dijo, que podría venir sin ninguna cita, porque el entrenador estará en el gimnasio todo el día. Mientras tanto, Leo encontró una clínica bastante decente, donde aparte del nutricionista había un dermatólogo, porque tenía que eliminar esos granos feos de su rostro. Sin perder el tiempo y, cargándome de café, para mantenerme en estado despierto, fuimos allí.

 Cuando un ejército de médicos lo examinaban, gracias a mi tarjeta de American Exprés, decidí reunirme con "Jason".  Él tenía un pequeño gimnasio con aparatos de ejercicios de pesas y un ring de boxeo. Entré y pregunté a la recepcionista por el entrenador, y ella me acompañó dentro del gimnasio. El hombre se veía muy apetitoso con una barra de pesas. Me vio, dejo el entrenamiento y se acercó a mí. Era alto, con un cuerpo construido como de un Dios Griego, un rostro de voluntad fuerte, aunque no era guapo, sus rasgos eran bastante brutos.

- ¿Necesitas un entrenador, muñeca? Veo, que quieres levantar las chacras bajas, - sonrió, con una sonrisa de seguridad enorme, sabiendo perfectamente la impresión que causaba en las mujeres, y ese comienzo inmediatamente derribó mi humor romántico.

 "Su inteligencia está brillando por su ausencia. A lo mejor es bueno para mi negocio, que no brille de educación y el tacto", - pensé.

- No se preocupa, mis chacras están en un sitio adecuado. Esto es para mi sobrino, - respondí, acercándome a él.

- Entiendo, al principio pensé, ¿para qué una muñeca, como tú, necesita un toro como yo? - se rio.

- No vine aquí para bromear, tengo un caso difícil, - dije con un tono formal y saqué mi teléfono con las fotos de Leo. - ¿Puedes sacar esto, de esto en un año? - le enseñé la foto del macho y después una del desastre que había ahora.

Inmediatamente el hombre se puso serio, tomó el teléfono, amplió algunos detalles de las fotografías y dijo:

- Lo quiere él mismo o son tus fantasías - preguntó el entrenador irónicamente.

- Si, él quiere, - le contesté, - bueno, ¿cómo? ¿Lo conseguirás?

- Es difícil, - respondió él pensativo.

- Lo sé, por eso pregunto, si tú puedes hacerlo.

- Está bien, pero tienes que advertir a tu sobrino que va a entrenarse según mi programa. Si empieza a quejarse, lo echaré y no le devolveré el dinero. No soy una niñera. Tráemelo mañana a las cinco de la tarde, —dijo con seriedad, pero con educación.

- Encantada de hacer negocios contigo. Soy Elvira. – dije y estiré la mano.

- Enzo, - se presentó y besó gentilmente mi mano extendida, - yo también estoy muy contento. Os espero a las cinco.




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