Sé que es mejor para ti.

Capítulo 22. La madre “coraje”. Elvira.

Mientras estábamos hablando con Olga sobre el amor y los hombres, Leo marcho a correr al parque solo. No era demasiado tarde, cuando mi ahijado salió de casa. Por lo general, corría durante una hora y media, pero esta vez no regresó a casa en la hora habitual.  Yo, habiendo pensado que él estaba corriendo un poco más, intenté a tranquilizar a mi prima, pero el chico no apareció ni a las diez, ni a las once, y a las doce de la noche Olga y yo fuimos a buscarlo.

Yo, por supuesto, no iría a ningún lado, porque Leo era un hombre hecho y derecho, y no un niño pequeño, pero mi prima estaba tan nerviosa, que pensé, que no estaría mal, que ella saliera a respirar el aire. Caminamos por todo el parque, pero no había rastro de Leo. Olga estaba histérica y su nerviosismo se empezó a transmitirse a mí también.

Me preguntaba, qué habría pasado a un hombre en el parque de la ciudad, a diez minutos de casa, a las nueve de la noche. En el tiempo de horario infantil. Olga y yo andamos aquí a las doce de la noche y no nos pasó nada, ni siquiera encontramos a nadie, excepto a un pequeño grupo de adolescentes, que estaban sentados en la terraza de verano. Decidí preguntarles, si vieron a un gordo corriendo.

- Chicos, ¿habéis visto un chico correr por aquí, hace un par de horas atrás? - pregunté.

- ¿Un tipo con sudadera azul? - Me preguntó uno de ellos.

- Sí. ¿Lo has visto?

- ¡Sí, un tío genial! La policía se lo llevó, - respondió.

- ¿Por qué? - Me sorprendí mucho.

- Dio un perfecto puñetazo a un idiota, que perseguía a su mujer, - explicó el niño.

- ¿Él defendió a una mujer desconocida? - Exclamé en voz alta, porque estaba asombrada completamente.

- Bueno, sí, y luego esa mujer lo acusó de romperle la nariz al marido, por eso se lo llevó la policía, - me explicó una chica.

- Gracias chicos, - dije, pero en mi cabeza no encajaba esta información. ¿Cómo podría mi ahijado romper la nariz a un hombre? Podría haber asumido exactamente lo contrario.

No había nada que hacer en el parque, tuvimos que ir a la comisaría más cercana, rescatar al "defensor de los débiles y desfavorecidos". Al entrar en el edificio, Olga inmediatamente se abalanzó sobre el policía de guardia con todo su coraje de la típica madre italiana. Si pobre hombre no hubiera estado separado por una rejilla y un plexiglás, yo no habría respondido por su vida.

Seguramente, que aquí aparecían mujeres histéricas con tanta frecuencia, como actrices exaltadas en mi despacho en Los Ángeles, por eso pensé que el policía esperaría tranquilamente en su lugar seguro hasta que Olga se agotaría, se quedaría afónica y como resultado se calmará.

“Esto en Los Ángeles no pasaría, allí tienen métodos más eficaces y rápidos, para calmar la gente,” - pensé, un poco asustada del comportamiento de mi prima. Cuando las fuerzas de Olga se quedaron en nada, después de quince minutos de gritos, exigencias y golpes en el cristal. Llegó mi turno, subí al escenario.

- Pido disculpas por la conducta inapropiada de mi familiar, - comencé con calma y la voz dulce, - ella es la madre y su comportamiento excesivo nervioso se explica por la preocupación por su hijo.

El policía me miró favorablemente. ¡Cómo le entendí!

- Nos gustaría obtener alguna información sobre Leonardo di Galli, quien fue detenido en un parque en la calle Rosales por una pelea, - continué.

- ¡Ah, ese! Está siendo interrogado en la habitación número cuatro, - respondió el policía, después de hojear algo en su diario.

Olga trotó hacia el torniquete, que separaba la sala de la entrada del todo edificio. Ni siquiera tuve tiempo de detenerla, solo cuando empezó a intentar trepar por encima de él, pude agarrar su mano.

- Olga, cálmate. ¿Estás completamente loca? ¿Qué estás haciendo? - Traté de hacer que mi pariente entrara en razón.

- ¡No lo entiendes, lo van a encarcelar! – Chilló ella y pasó la pierna al otro lado del torniquete, yo de reojo vi, que el policía salió de su sitio.

- Olga, nadie lo encarcelará, al menos hasta el juicio. ¡Tómalo con calma! Mejor llama a Enzo, tal vez él tiene algún tipo de contacto en la policía de aquí, porque trabajó de carabinieri, - sugerí, para distraerla, para que esa mujer no hiciera volar todo el edificio en pedazos, o el guardia no la encerrara también.

En realidad, no pensé que Enzo nos podría ayudar. Pero conseguí lo imposible. Olga me obedeció, dejo en paz el torniquete y salió a la calle con el teléfono.

Veinte años en Estados Unidos, me enseñaron a confiar mi vida solo a los abogados, pero la hora no era para las llamadas, especialmente, si ibas a conseguir un buen abogado.

- Otra vez pido perdón por mi prima. Sabe, yo misma no la reconozco. Esta muy alterada y sorprendida, por que su hijo no es una persona violenta, más bien al revés, normalmente es la víctima. – dije yo a policía.

- No se preocupe, ahora el investigador hace un informe sobre los hechos y será liberado, - contestó el guardia para calmarme.

- No estoy preocupada. Sé que a veces ocurren momentos y situaciones incomprensibles. Por eso ustedes están en guardia de la ley y el orden para resolverlo todo, - le respondí sonriendo y tratando de conquistarlo aún más, - ¿Sabe cuánto tiempo puede durar el interrogatorio?

- No, todo parece estar claro ahí, como mucho tendrá que pagar una multa, - dijo él y de inmediato se quedó en silencio, evidentemente se dio cuenta de que había dado demasiada información.

- Gracias, entonces, esperaremos aquí. ¿Le importa? - Le pregunté.

- Pero calme a su familiar, para no hacerme actuar, - sugirió.

- Si, si, claro, no se preocupe, - contesté.

Fui afuera. Olga caminaba de un lado a otro. No entendí su comportamiento en absoluto. Su hijo, gracias a Dios, tenía veintiséis años, él mismo debería ser responsable de sus acciones, y ella se apresuró a liberarlo como una leona. Fue esa protección desmesurada que lo llevó al punto, de que el chico no era capaz de nada. Ahora percibí ese acto suyo de una manera completamente diferente. No solo le rompió la nariz a alguien, lo hizo deliberadamente, defendiendo su punto de vista, sus principios. Era una acción de hombre, lo justo que yo quería ver en él.




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