Sé que es mejor para ti.

Capítulo 29. Mi primer encuentro con Victoria. Elvira.

Dos semanas después, un joven afable con una pequeña barba bien arreglada, que le sumaba un par de años de más, y yo entramos en la galería de Victoria Carter. Mostré nuestras invitaciones a los de seguridad y entramos.

Siempre me ha gustado el impresionismo, para mí era comparable al soplo del viento, al temblor de las hojas, al resplandor del sol sobre las ondas del mar. La esencia de ese método creativo es reflejar la variabilidad de la realidad circundante y su actitud hacia ella. Quizás, por eso Alfred Sisley, se convirtió en mi pintor impresionista favorito. En sus cuadros había una especie de melancolía y soledad, que solo yo podía comprender.

Pero hoy vine a la galería no para disfrutar de la pintura, sino para disfrutar de la venganza en un futuro cercano y ver la cara desfigurada por un cirujano necio de mi madrastra.

Antes de llevarme a Leo en esta inauguración, le di unas instrucciones estrictas, sobre cómo comportarse y qué decir. Él como buen alumno aprendió bastante sobre este estilo de pintura, leyendo los artículos en Internet.

 Al principio no se veía muy bien con un esmoquin, pero después de que, la chica de la tienda nos aconsejó a un buen estilista, quien decidió que, con un poco de barba, la cara redonda de Leonardo se vería más delgada, acepté y no me arrepentí. Leo ahora tenía un aspecto muy decente.

Para esta ocasión alquilamos un coche bueno, porque aparecer en su Škoda viejo sería imposible, aunque el mecánico de Carmona lo arreglo muy bien. Podríamos ir en coche de Olga, pero ella últimamente desaparecía con su auto todas las tardes.

La galería de Victoria era un lugar impresionante y ocupaba todo el primer piso de un antiguo edificio histórico. En tres grandes salas, se presentaban cuadros con conocimiento del tema, con estilo y combinación de colores. El ambiente era suave, relajado y acogedor para quedarse aquí por tiempo indefinido. En la sala más grande hubo una exhibición de un tal Herman Rossi. Se le ocurrió una idea muy interesante: para llegar a ella, primero, había que pasar por un pasillo con otras pinturas y un gran vestíbulo, donde se colocaron mesas con canapés y bebidas. Me gustó. No esperaba ver esto, o más bien, no esperaba ver su éxito. Pero tuve que admitir, que Victoria llevaba bien el negocio.

Caminamos por los pasillos tranquilamente, me apoyé en la mano de mi ahijado y fingí mirar los cuadros con mucho interés, pero yo estaba vigilando, cuando apareciera Victoria. No se hizo esperar mucho y veinte minutos después llegó en compañía del culpable de la celebración de hoy, el autor de las obras presentadas.

Victoria, de verdad, parecía a una bruja, como Cruella de Vil, solo le faltaba el manto de los ciento un dálmatas, aunque Glenn Close, en realidad, es la persona más amable y buena, que conozco en Hollywood. Mi madrastra estaba vestida en un traje negro, parecido a un frac de hombre, con adornos de plata y camisa blanca con un lazo. Me pareció, que ahora ella era la misma, sin la máscara de una persona buena.  Su crueldad ahora estaba a la vista, de repente sentí un cierto nerviosismo, o miedo.

 Esperé un poco, hasta que los más fervientes conocedores del arte expresaron sus elogios al artista y a la "Magnífica Victoria", la que les dio la oportunidad de admirar las obras maestras. Solo más tarde, respirando profundamente y apoyándome en el brazo de Leonardo, era una buena idea, llevarlo conmigo, yo acerqué a ellos.

- ¡Increíble, esto es una delicia! - Comencé las frases de rutina, extendiendo mi mano hacia el artista, - En usted se siente joven Claude, incluso diría que el Postimpresionismo está mucho más cerca de usted.

- ¿Lo cree? – Preguntó el pintor y con un hábil movimiento puso mi mano en su brazo, alejándome de Leo. - ¿Qué puede decir sobre este cuadro?

Miré al ahijado, estaba junto a Victoria, como una piedra. Le guiñé un ojo, para que no se perdiera. También estudiamos esta situación en casa, por lo que estaba segura, de que repetiría sin dificultad las frases que había aprendido.

Durante unos diez minutos el artista y yo hablamos de su pintura, que era muy buena, por cierto. Luego me pidió que fuera su modelo, como la Rosa Roja para Lautrec, pero me negué con la excusa de ocupación enorme del trabajo. Finalmente regresamos junto a Leonardo y Victoria. Me sorprendió que mi ahijado le hablaba con bastante confianza.

- Victoria, déjeme presentarle a mi tía, Elvira Brown. Ella es la mejor creadora de imágenes de Los Ángeles. - Yo abrí la boca ante tal actuación. “El niño aprende a pasos agigantados”. – pensé.

- Mi sobrino está muy predispuesto hacia mí. - dije con voz dulce. - También estoy muy contenta de conocerle.

- Leonardo, dijo que está trabajando en la transformación de la gente, - dijo, y sentí un claro interés.

- ¡Bien! La transformación es demasiado fuerte decir. Mi empresa se dedica al cambio de imagen, el desarrollo de la imagen y el regreso de la juventud. –  contesté, queriendo, que se enganchara más. - ¡Míreme! Ya tengo miedo de decir cuántos años tengo, pero su artista me ofreció el papel de modelo, - sonreí, porque era mentira.

- Sí, al principio me pareció que usted y Leonardo sois pareja, - dijo, tratando de sonreír, pero debido a la mala plástica, su sonrisa se parecía más a una mueca. Aunque puede que sea un reflejo correcto, su rostro presentaba exactamente lo que había dentro.

- ¡Que va! Leo podría ser mi hijo. - me reí, tratando de llamar la atención sobre nosotros.

- Disculpe, pero no puedo evitar sentir curiosidad, ¿qué le trajo a Roma? – Preguntó Victoria.

- Estoy pensando en abrir un filial de mi empresa aquí, así que estoy buscando posibles opciones de cooperación, - dije, aunque esto no estaba en mis planes para nada. Tenía bastante trabajo en Hollywood.

- Quizás puedo ayudarle, - dijo con dulzura la bruja.

- Bueno, pero hoy no estoy aquí para eso, - exclamé.




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