Sé que es mejor para ti.

Capítulo 31. El rechazo. Elvira.

Cuando levanté los ojos para ver con quien me tropecé y disculparme amablemente, vi a Davide Carmona.

- ¡Señora Brown! ¿Qué usted está haciendo aquí? —Exclamó, agarrándome por los hombros.

- ¡No, por Dios! Estoy aquí completamente por casualidad, y más aún ya me iba, - sin saber por qué, comencé a explicarle, que este encuentro también era casual.

- Lo sé, Fabiola me lo contó todo, - sonrió, soltándome, - Simplemente no esperaba verle por aquí.

- Igual, como yo, a usted. - Empecé a recomponerme. - ¿Le gusta tanto los impresionistas? No lo sabía.

- No, en realidad no entiendo nada de eso, - respondió, sonriendo. - Estoy aquí para apoyar a un amigo mío. Es su exposición.

De repente el pintor se acercó a nosotros.

- ¡Davide, tú, como siempre, conquistas a la mujer más hermosa! - Exclamó.

- ¡No, que va, ya me voy! - Traté de salir de esta situación lo más rápido posible.

- Bueno, ¿A dónde va, mi hermosa "Rosa Roja”? – Herman Goransky tomó mi mano se inclinó y la besó, - le ruego, solo una hora en mi estudio. Sera una obra impresionante.

No me dio tiempo de negar tal halagadora propueste, como de repente el pintor al enderezarse perdió el equilibrio y para no caer me abrazó y se apoyó en mi pecho. Desde fuera, todo eso parecía muy cómico. Traté de liberarme, pero él, ya bastante borracho, continuaba sosteniendo su cabeza en mi pecho. Menos mal, que Carmona vino en mi ayuda. Él lo abrazó y separó de mí.

- Herman, deja la chica en paz, ella está conmigo y tú tienes que descansar un poco, - dijo severamente a su amigo.

- Solo para ti, Davide.  Ella vale la pena, y sabes, tenéis el mismo color, - dijo el pintor espiritualmente borracho.

- Herman, tienes que dejar de beber. Para ti ya es suficiente.

- Tienes razón, doctor, - sonrió él y ahora se apoyó en el hombro de Carmona.

- Elvira, por favor puede esperarme un minuto, mientras llevó a este genio de desastre al despacho de Victoria.

Debería mandar todo esto lejos y irme directamente a casa, pero a lo mejor por escuchar el nombre de mi madrastra, las ganas de saber más sobre Victoria, o un interés por el doctor me hicieron contestarle:

- Esta bien, le esperaré aquí.

Carmona llevó a Herman y yo como tonta me quedé allí entre las mesas con canapés. A mi se acercó el camarero con una sonrisa de entendido y ofreció una copa de Prosecco. Parece, que él vio toda la escena “romántica”.  Bebí un poco, mientras esperaba a Carmona. Por fin él apareció.

- Lo siento. – dijo sonriendo.  

- ¿Así que Herman Goransky es su amigo? - pregunté.

- Sí, desde la secundaria. Él es un hombre muy bueno, pero hoy, al parecer, bebió demasiado, - justificó al artista.

- Entiendo, - le dije. Seguramente que el vino me tranquilizó bastante, por eso añadí, - tengo que irme.

- Espera, Elvira, me gustaría acompañarle a casa, - dijo.

- Pero después no me culpe de que le persigo, - sonreí.

- Lo siento por aquella tarde, estaba cansado, había tenido un día duro, y cuando le vi al lado de Fabi, e incluso con el auto roto, pensé que ella había vuelto a montarme una encerrona, - explicó, ofreciéndome una mano. – No se por que piensa, que necesito una mujer.

- Su hija está muy preocupada, quiere que sea feliz. Usted debe hablar con ella a corazón abierto, porque ella le ama mucho, - le dije, mientras me subía a su auto.

- Lo sé, pero a veces actúa como una niña.

- ¡Bueno, ella es básicamente una niña! ¿Cuántos años tiene? ¿Veinte? ¿veintiuno?

- Veintiuno, - respondió.

- ¡De verdad! ¡Usted acuerda como era en esa edad! ¿Cuántas cosas estúpidas hizo? - Me reí.

- Sí, algunas, - se rio también.

- Pero su hija, creo, que no hizo ni la mitad. Ella es muy inteligente y bastante madura, - le dije.

- De verdad, tiene usted razón. Entonces le sugiero que hagamos otra cosa estúpida, si le apetece, le mostraré el lugar más hermoso de Roma, - propuso Carmona.

Le miré desconcertada. ¿Para que esta ahora tan amable?

- Está bien, pero deja de tratarme de usted, si vamos a hacer cosas estúpidas, es inapropiado.

- De acuerdo. ¡Prepárate para ver la vista más fascinante de Roma, ya que ahora estamos sintonizados con la belleza! - exclamó.

Otra vez no entendí, que él tenía en mente.

Durante todo el camino, Davide habló sobre Herman y sus travesuras infantiles. Nunca lo había visto tan alegre y tan guapo. Un esmoquin negro y una camisa blanca impecable le sentaban increíblemente bien, y lo llevaba con una soltura increíble. Yo tuve que obligar a Leo a caminar con este traje todo el día, para que la rigidez en sus movimientos desapareciera un poco. Pero Davide parecía haber nacido en el esmoquin. "Debe de ser, que a menudo asiste a tales eventos", - pensé.

Cuando llegamos, reconocí la colina Khodin, pero ahora había todo cambiado y configurado, y entre los edificios estaba el centro comercial "Airpark". Como la mayoría de estas estructuras, bastante estúpidas y monstruosamente patéticas. Al principio no entendí porque Davide entró en el estacionamiento, condujo hacia el ala derecha, subió al último piso, tomó un poco más a la derecha y se detuvo. Me ayudó a bajarme del coche y me encontré en una pista de asfalto completamente vacía, que abría la vista abajo con las "obras maestras" de la arquitectura antigua. Era un lugar muy extraño. No había nadie alrededor, ni un solo coche, parecía que estábamos en el mismo cielo, solitario y tranquilo.

- ¿Te gusta? - me preguntó.

- Sí. Mucho. Estuve por aquí antes, cuando estudiaba en la universidad, entonces no estaba el centro comercial y no me imaginaba esta maravilla.

- A veces los monstruos modernos pueden ayudar a descubrir algo espectacular. Vengo aquí a menudo, cuando necesito poner mi cabeza en orden, - dijo en voz baja y me puso la chaqueta sobre los hombros, notando cómo me encogía del frío.




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